Hemos podido conducir brevemente el Q7 modelo 2009 con los dos motores V8, el 4.2 TDI de 340 CV y el 4.2 FSI de 350 CV —que fue reemplazado por un 3.0 TFSI de 333 CV en mayo de 2010—. Probamos ambas versiones tanto en ciudad como en carreteras de doble sentido y autovías. Del modelo de 2006 probamos en su día las versiones 3.0 TDI de 233 CV y el 6.0 TDI de 500 CV.
El Q7 es un coche fácil de conducir, no es un turismo pero tampoco un todoterreno de los que hay que tener constantemente en cuenta el balanceo de la carrocería o la imprecisión de la dirección.
El principal inconveniente es el gran tamaño de su carrocería, que complica las maniobras en espacios pequeños, como un garaje o una calle estrecha. Por ello, son muy recomendables los sensores de proximidad para la ayuda al aparcamiento delanteros y traseros y la cámara de marcha atrás, ya que facilitan y proporcionan mayor seguridad en las maniobras.
Con cualquiera de los dos V8 mencionados, el Q7 reacciona bien en cualquier circunstancia. Con el motor Diesel de la versión 4.2 TDI, al Q7 le cuesta salir desde parado o ganar velocidad cuando se pisa a fondo el acelerador, por ejemplo a la hora de realizar un adelantamiento, por el resbalamiento del convertidor de la caja de cambios. En cualquier otra circunstancia responde a la perfección.
El motor de gasolina 4.2 FSI (ya retirado de la gama), que tiene 10 CV más que el 4.2 TDI, responde mejor desde un régimen muy bajo de revoluciones. Circulando a 180-190 km/h —en las autopistas alemanas, donde tuvimos una pequeña toma de contacto, está permitido viajar a cualquier velocidad siempre que no haya un límite establecido—, el Q7 4.2 FSI es estable y transmite confianza a su conductor, aunque a partir de 160 km/h el ruido aerodinámico es perceptible en el interior del habitáculo, aunque no molesto.
En un trayecto de 180 km, a una velocidad media de 83 km/h por carreteras de doble sentido y autopista sin límite de velocidad, esta versión gastó una media de 15,3 l/100 km —el consumo homologado es de 12,7 l/100 km—.
El cambio automático de seis velocidades «tiptronic» que llevaban todas las versiones del Q7 hasta mayo de 2010 ha sido reemplazado por uno similar pero de ocho relaciones. El de seis realizaba la transición de una marcha a otra suave y rápidamente, ya sea en modo automático «D» (normal) o «S» (deportivo). De momento, no hemos probado el Q7 con la transmisión automática de ocho marchas.
En el modo «S», el cambio pasaba a una marcha superior cuando el motor gira a mayor número de revoluciones que en «D», normalmente a partir de 3.000 rpm y varía en función de la presión que se ejerza sobre el pedal del acelerador. En algunas versiones, esta transmisión automática también se puede manejar desde las levas situadas tras el volante —la izquierda para bajar de marcha y la derecha para subir—.
El equipo de frenos es capaz de detener sin problemas el Q7, aunque siempre hay que tener en cuenta su peso elevado. En ocasiones, da la sensación de que no va a ser posible detenerse en los metros que restan hasta el obstáculo. Me ha dado la impresión de que el pedal de freno requiere hacer más fuerza de lo habitual.
La dirección «servotronic» que ajusta la asistencia en función de la velocidad tiene una cremallera con relación de paso variable que hace la dirección menos sensible en línea recta y más directa cuando se gira mucho el volante facilitando las maniobras en ciudad o en curvas muy lentas.