Volvo V50 (2004) | Impresiones del interior
Lo que más llama la atención al sentarse al volante del Volvo V50 es la limpieza de líneas del salpicadero, formado en gran medida por superficies lisas, con pocas aristas y uniones.
Colaboran a esa sensación la parte superior del mismo y la consola central que, como en el S40, es una lámina que deja tras de sí un hueco con fondo de goma, no muy accesible, pero útil para depositar objetos a los que no sea necesario recurrir con frecuencia. No hay muchos más sitios donde hacerlo; el de la parte superior de la consola es muy estrecho, y los bolsillos de las puertas son, además, extremadamente cortos a causa del gran espacio destinado a los altavoces de las puertas.
La pieza superior del salpicadero, que se extiende por la mayor parte del área visible de éste, tiene un tacto blando. No hay aristas ni plásticos cortantes. El habitáculo da una agradable sensación de solidez y buen ajuste, salvo porque existe una gran separación entre los extremos laterales del salpicadero y las puertas.
La consola de las unidades probadas tenían apariencia de aluminio, aunque hay otras con aspecto de madera o de plástico transparente. Algunos controles, como los de volumen de la radio y temperatura y caudal de aireación son fácilmente identificables y manejables. El resto de botones está dispuestos en un solo bloque y algunos quedan demasiado bajos, por lo que para acertar con el que se desea pulsar es necesario apartar demasiado la vista de la carretera.
Una carencia de la consola central es que, al no estar unida por su parte lateral con el resto del salpicadero, no proporciona un lugar adecuado donde apoyarse con las rodillas en curvas tomadas a elevada velocidad. En el caso particular del pasajero, el apoyo de su rodilla izquierda se produce sobre el teléfono (opcional), voluminoso y colgado en el lateral de la consola.