Sólo he conducido la versión atmosférica por caminos y con la reductora conectada. Me ha dado la sensación de que la respuesta del motor es buena y parece elástico, pero es difícil saberlo sin conducir por carretera. Lo que sí se puede ver es que los desarrollos son algo largos; en quinta velocidad se queda a 300 rpm del régimen de potencia máxima.
Tampoco he medido la frenada, pero llama la atención la diferencia del sistema de frenos entre las dos versiones. El turbo tiene cuatro discos y repartidor electrónico; el atmosférico tiene tambores atrás y repartidor mecánico.
El motor turbo tiene muy buen tacto y no es brusco; es de esos motores en los que se siente potencia a cualquier régimen. No es un coche pesado para su tamaño (1.410 kg), pero sí tiene una gran resistencia aerodinámica, comparada con un turismo normal (gran superficie frontal y un Cx de 0,35). Por tanto, la velocidad máxima que alcanza no es grande para su potencia (202 km/h) pero sí parece que acelera bien. También va ligeramente largo de desarrollos, pero menos que el 125 CV.
La suspensión del Forester 2.0 Turbo es distinta. Lo que he visto en carretera es que se balancea muy poco y que responde prácticamente como un turismo normal. Esa apreciación no vale para el atmosférico (que no he probado en carretera), que tiene distintas estabilizadoras y va más alto.
El espacio está en consonancia con el tamaño y las proporciones del coche. Comparado con versiones familiares de berlinas entre 4,4 y 4,6 metros, está más o menos en la mitad en casi todo; las excepciones son una escasa anchura delante (muy escasa si la persona que conduce es muy alta y echa mucho el asiento hacia atrás) y una altura atrás superior a la media.
El interior no es rico por materiales pero parece sólido por ajuste. Hay plástico duro en la mayor parte de los recubrimientos interiores, en algunos lugares con un cierto tratamiento y en otros sin él. El movimiento de lo que se mueve y la fijación de lo que no se tiene que mover dan la impresión de que la fabricación es buena.