El Škoda Octavia 2020 ha mejorado mucho en confort de marcha. Es lo que más se nota en comparación con el Octavia de la anterior generación, que era bueno pero no sobresalía. Creo que es, posiblemente, una de las berlinas de su tamaño con mejor relación entre comodidad y precio de la actualidad. Hay modelos mucho más caros que no son más cómodos. Entre los de su precio, como el Ford Focus Sportbreak o el Toyota Corolla Touring Sports, este Škoda es mejor para viajar. La suspensión trabaja transformando prácticamente cualquier perturbación en un movimiento suave y fluido para los pasajeros, con independencia del perfil de los neumáticos y del diámetro de las llantas. El ajuste general de todo es blando sin hacer del Octavia un coche torpe.
Como la suspensión es tan buena, la conducción es muy relajada. Hemos probado un Octavia Combi 2.0 TDI de 115 caballos con cambio manual. Esta versión da unas prestaciones justas y un consumo muy bajo. El motor vibra y suena poco. Para quien conduzca con tranquilidad y no busque una respuesta contundente cada vez que pisa el acelerador, puede ser suficiente. Permite rodar con cierto desahogo en autovía a ritmo ligero si la carretera no tiene muchos cambios de nivel. Si por el contrario se va a usar el coche cargado con frecuencia, aconsejamos optar por la versión Diesel de 150 caballos, que sólo puede ir asociada al cambio automático.
En nuestro recorrido de consumo por autovía ha gastado 4,8 l/100 km, que es una cifra excelente. La mayoría de alternativas que hemos probado de potencia cercana eran de gasolina o híbridas y gastaron más en el mismo recorrido pero, incluso en comparación con las variantes berlina que sí hemos probado con motor Diesel, el Octavia ha sido mejor. No es la única circunstancia en la que el consumo ha sido bajo sino que ha sido la tónica durante la prueba. Incluso a ritmo rápido es difícil superar los 7 litros a los cien y, durante los días de prueba, la media en carretera ha sido de 4,6 l/100 km y en uso mixto, con bastante uso en ciudad, de unos 5,7 l/100 km.
Las prestaciones han sido las propias de un coche de su peso y potencia. Ha acelerado de 80 a 120 km/h en 8,0 segundos, que es una cifra discreta. Al menos, hablando de un turismo. El Škoda Octavia 1.0 TSI 115 CV DSG del modelo anterior, con la misma potencia, hizo la misma maniobra en 7,7 segundos, aunque también era 155 kg más ligero (ficha técnica comparativa). De los modelos comparados en la tabla de prestaciones, todos de potencia parecida y carrocería familiar, este Octavia está en la media en aceleración.
El principal defecto del Octavia 2.0 TDI de 115 caballos con caja manual es que Škoda ha optado por unas relaciones muy largas, con una sexta de 63,5 km/h por cada 1000 rpm, lo que implica que a 120 km/h el motor gira a apenas 1900 revoluciones, que está muy bien para llanear en autovía, pero no para afrontar puertos de montaña, porque a ese régimen el motor no tiene potencia suficiente para mantener la velocidad cuesta arriba y hay que reducir a quinta o incluso a cuarta. Las recuperaciones en marchas largas son lentas, por lo que para hacer adelantamientos con rapidez es necesario apurar marchas, aunque el motor sube poco de revoluciones (incluso para ser Diesel) y, generalmente, no merece la pena apurar por encima de las 3800 o 4000 revoluciones. La virtud de este motor es que no sufre titubeos cuando se le demanda potencia, aunque se haga desde prácticamente ralentí. No aparecen vibraciones, ni un vacío de potencia. Responde desde abajo del cuentarrevoluciones, discreta pero progresivamente.
La distancia de frenado ha sido normal. Detener el Octavia Combi de nuestra prueba a 120 km/h ante una emergencia ocupó 52,2 metros (en suelo llano, asfalto en buen estado y pisando el pedal de freno a fondo, como hacemos todas las mediciones). El Ford Focus Sportbreak que probamos fue superlativo en este aspecto, con una distancia de 48,1 metros, pero eso es atípico. El Toyota Corolla hybrid Touring Sports frenó en 56,5 metros y el KIA Ceed Tourer, en 51,7 metros.
El cambio manual, los pedales y el volante se manejan con mucha suavidad, aunque la palanca de cambios tiene, a mi juicio, los recorridos largos para lo que hoy en día se estila en una berlina. Optar por el cambio automático me parece muy acertado en un coche del carácter de este Octavia Combi (no está disponible con este motor Diesel de 115 CV). La dirección, aunque es blanda, comunica lo suficiente para ir rápido con la confianza de sentir bien por dónde van las ruedas y cuánto se agarran al asfalto.
En los cambios de trayectoria rápidos, en los que el peso del coche pasa de estar apoyado en las ruedas de un lado a las ruedas del otro, la transición es suave, como a cámara lenta. La respuesta es siempre segura y predecible, pero el Octavia no es un coche que anime a conducir rápido. Al menos, no con la suspensión de serie y, en nuestro caso, con las llantas opcionales de 18 pulgadas y 225 mm de anchura. Para eso es mejor un Alfa Romeo Giulia (del que no hay carrocería familiar), un Peugeot 508 SW o un Ford Focus Sportbreak porque, por tamaño y precio, el Octavia está entre ambos «segmentos».
El habitáculo está bien insonorizado de las principales fuentes de ruido. Lo que predomina, de oírse algo, es el ruido del motor Diesel. Se oye al acelerar fuerte y al circular en marchas cortas por ciudad. A mayor velocidad, en autovía o carretera, pasa desapercibido salvo que se le exija potencia apurando alguna marcha. La rodadura es silenciosa y, aerodinámicamente, la carrocería del Octavia parece bien diseñada para que no se produzcan silbidos o perturbaciones a velocidad elevada.
Es un coche ideal para hacer viajes largos por autopista o por vías de doble sentido con curvas suaves. En ambos casos es una delicia rodar a ritmo ligero, con una sensación de coche grande, bien plantado sobre la carretera, seguro y permisivo con los errores del conductor. No hemos podido realizar la maniobra de esquiva por problemas logísticos, por lo que lo haremos cuando probemos el Octavia Berlina.