Las sensaciones de conducción en un Mégane Sport Tourer son prácticamente las mismas que en un Mégane Berlina. Es un vehículo de conducción agradable y sencilla, que tiene una suspensión confortable, un habitáculo bien aislado del ruido exterior y una buena agilidad y estabilidad en curva. Pese a ello, un SEAT León ST me parece más recomendable porque reúne todas esas cualidades a un nivel más alto.
La mayor diferencia que he notado entre las dos carrocerías del Mégane está en las reacciones ante cambios rápidos de apoyo. En el Mégane Sport Tourer el eje trasero de ruedas tiene más facilidad para deslizarse lateralmente, es decir, es más propenso al sobreviraje. Esta reacción se produce sin brusquedad y queda bien controlada por el control de estabilidad, por lo que no creo que resulte peligrosa.
En la prueba de esquiva que hacemos en circuito se ve bien la comentada tendencia del eje trasero a deslizar (vídeo). Ese mismo día también probamos un León ST, que reaccionó igualmente con un sobreviraje en el último tramo de conos, pero fue necesario entrar a más velocidad para hacer que el deslizamiento fuera igual de acusado. Además, la suspensión del Mégane Sport Tourer no controla los movimientos de balanceo de la carrocería tan bien como lo hace la del León ST y no consigue mantener las ruedas traseras en contacto permanente con el asfalto. El Renault, como el SEAT, transmite sensación de seguridad por la progresividad de sus reacciones, pero no da la sensación de agilidad y precisión de este.
He probado la versión Bose Energy TCe 97 kW (130 CV) EDC. Tiene un motor de gasolina de 132 CV (a pesar de lo que dice la denominación comercial de Renault) y un cambio automático de doble embrague de 7 velocidades (EDC).
El motor funciona con suavidad, hace poco ruido (excepto si se revoluciona mucho) y produce unas vibraciones muy pequeñas. Dentro de la gama Mégane Sport Tourer es el más recomendable para quien dé mucha importancia al refinamiento de funcionamiento y no quiera pagar por el coste de la versión inmediatamente superior en potencia, que tiene 205 CV. No obstante, en el mercado hay motores de gasolina aún más satisfactorios, como el 1.0 EcoBoost del Ford Focus, el 1.4 T-GDi del Hyundai i30 y el 1.4 TSI del SEAT León.
Con poca carga a bordo, este motor mueve bien al Mégane Sport Tourer. Con cuatro personas en el habitáculo y equipaje en el maletero, se siente escaso de fuerza y no da confianza para hacer adelantamientos cuando la carretera presenta alguna dificultad, bien porque esta asciende o bien porque el espacio para realizar la maniobra es pequeño. La unidad de prueba ha tardado 7,5 segundos en acelerar de 80 a 120 km/h (tabla comparativa de prestaciones) y ha consumido 7,4 l/100 km en el recorrido de referencia de km77.com —se trata de un trayecto de 144 km por una autovía que realizamos a una velocidad media de 120 km/h y que tiene constantes cambios de pendiente—.
Hemos probado turismos familiares con una mejor relación entre prestaciones y consumo. Una de ellas fue el Opel Astra Sports Tourer 1.4 Turbo 150 CV: necesitó 6,5 segundos en la prueba de aceleración y gastó 7,4 l/100 km en la prueba de consumo. El precio de esta versión del Astra Sports Tourer es similar al del Mégane Sport Tourer (ficha comparativa). El SEAT León ST 1.4 TSI 150 CV es aún mejor. Tardó 6,3 segundos en acelerar de 80 a 120 km/h y consumió 6,3 l/100 km. No obstante, el SEAT es unos 4000 € más caro que el Renault (ficha comparativa).
El Toyota Auris Touring Sports Hybrid, que tiene un sistema de impulsión híbrido de 136 CV, fue notablemente más lento acelerando (9,0 segundos), pero notablemente más eficiente en la prueba de consumo (5,8 l/100 km). Su precio, con un equipamiento similar al del Renault, es parecido (ficha comparativa).
Durante la presentación del modelo a la prensa, Fernando Ríos condujo la versión dCi 130 (realmente tiene 131 CV). Estas son sus palabras: «Este motor tiene un funcionamiento agradable, cuyas vibraciones llegan muy atenuadas al habitáculo. Mueve con agilidad al Mégane Sport Tourer —al menos con dos personas a bordo, que es como lo he probado—, pero le falta fuerza cuando gira por debajo de unas 1800 rpm y, en ocasiones, es necesario hacer patinar el embrague más de lo normal para salir con rapidez desde parado. Su consumo de combustible parece bajo: en el recorrido previsto por la organización, de unos 150 kilómetros por todo tipo de vías a un ritmo elevado, el ordenador indicó 5,9 l/100 km.»
El sistema que cambia automáticamente entre luces cortas y largas funciona mal ya que en la mayoría de las ocasiones tarda mucho en reaccionar cuando hay vehículos en frente, circulen estos en sentido contrario o en el mismo. El cambio entre cortas y largas no es progresivo, se produce de golpe, como es normal en la mayoría de los vehículos de esta categoría. El sistema de faros matriciales de ledes Intellilux del Opel Astra es mucho más avanzado. Ilumina con más potencia y es mucho más preciso y rápido detectando a los otros usuarios de la vía. Además, los cambios en la potencia lumínica se producen de forma progresiva.
El programador de velocidad activo puede conectarse a partir de 50 km/h y adecua la velocidad en base a la distancia con el vehículo precedente. El conductor puede ajustar esta distancia entre una corta (corresponde a un tiempo de seguimiento de aproximadamente 1 segundo), una intermedia y una larga (corresponde a un tiempo de seguimiento de aproximadamente 2 segundos). Si el vehículo de enfrente frena y su velocidad baja de 40 km/h, el programador de velocidad se desconecta y para volver a activarlo hay que pulsar el botón «R» del volante (cuando se alcance 50 km/h). El funcionamiento de este sistema es menos satisfactorio que el del SEAT León. Por una parte, porque es menos progresivo cuando tiene que acelerar o frenar y, por otra, porque no tiene en cuenta cuando el conductor pone el intermitente para adelantar (el León comienza a acelerar antes de cambiar de carril, mientras que el Mégane no lo hace hasta que no detecta que el frente está despejado de vehículos).