Más allá de la apabullante capacidad de aceleración, algo lógico teniendo en cuenta que tienen 680 CV, lo verdaderamente sorprendente de los Cayenne Turbo S E-Hybrid y Cayenne Turbo S E-Hybrid Coupé es la facilidad con la que se mueven utilizando únicamente el motor eléctrico. Aunque son vehículos muy pesados (ambos están en el entorno de los 2500 kilos), es sencillo circular al ritmo del resto del tráfico de este modo durante unos pocos kilómetros, incluso por autopistas o vías rápidas (alcanza 135 km/h en modo eléctrico).
Nada más arrancar, el coche selecciona de manera predeterminada el modo de conducción «E-Power», que es aquel con el cual circula la mayor parte del tiempo utilizando únicamente el motor eléctrico. Si el conductor demanda mucha aceleración o la batería agota su carga útil, entonces entra el funcionamiento el motor de combustión, un proceso que, salvo por el ruido que genera este último, pasa completamente desapercibido para los ocupantes (no produce vibraciones o ruidos extraños).
Al acelerar al fondo, la sensación de aceleración resulta sorprendente por intensa y homogénea. Tanto es así que conviene estar muy pendiente del velocímetro para cerciorarse de no estar infringiendo contínuamente las normas de circulación en cuanto a velocidad se refiere. Pero si la aceleración sorprende desde parado, bajo mi punto de vista lo hace más si cabe cuando el vehículo ya circula a una velocidad elevada: incluso a más de 200 km/h, la capacidad para ganar velocidad es sorprendentemente buena.
La entrega de potencia, además de muy intensa, es casi siempre muy rápida. Únicamente cuando el motor de combustión está apagado y se demanda una aceleración grande (para adelantar, por ejemplo), el lapso de tiempo que pasa entre que el conductor pisa el acelerador y los motores comienzan a empujar, es más lento de lo esperado. Para mitigar este inconveniente, Porsche ha instalado el «Sport Response», un sistema mediante el cual prepara el motor de gasolina y la transmisión para dar la máxima aceleración durante 20 segundos (a efectos prácticos arranca el motor de combustión, si estuviera apagado, y reduce varias marchas).
Para tomar datos de consumo y autonomía precisos, será necesario esperar a conducirlo durante más tiempo y por las carreteras por donde lo hacemos habitualmente. Durante la presentación del modelo a la prensa, que transcurrió entre Alemania, Bélgica y Holanda y en la que condujimos un Cayenne Turbo S E-Hybrid con la batería de 14,1 kWh, el ordenador de viaje indicaba cifras de entre 10 y 13 l/100 km de consumo y unos 30 km de autonomía en modo eléctrico.
La caja de cambios automática de ocho velocidades tiene un funcionamiento muy bueno: es rápida, cambia de manera casi imperceptible y además interpreta muy bien el tipo de conducción practicado. Se puede manejar de manera manual desde unas levas que hay tras el aro del volante e incluye la función «Launch Control», que permite salir desde parado con la máxima aceleración posible.
El tacto de los frenos es, sin lugar a dudas, el aspecto menos conseguido de los Cayenne Turbo S E-Hybrid y Cayenne Turbo S E-Hybrid Coupé. Cuando se circula a baja velocidad y se trata de modular la presión ejercida sobre el pedal, se producen pequeños tirones y cambios repentinos en la firmeza del mismo. El resultado es que los últimos metros antes de llegar a detener el vehículo, se avanza a trompicones y agitando a los pasajeros. Al alta velocidad, en cambio, tanto el tacto como la capacidad de deceleración son soberbios.
La instalación del sistema híbrido ha supuesto un notable aumento de peso en ambos modelos, pero en condiciones normales de circulación las reacciones son prácticamente equivalentes a las de otras versiones que utilizan únicamente motor de combustión. Al aumentar el ritmo cuando la carretera tiene curvas pronunciadas, sí es posible que se sientan un poco más torpes cambiando de apoyo, pero no obstante siguen siendo dos de los mejores SUV en cuanto a cualidades dinámicas se refiere (si no los mejores). En la prueba del Cayenne S hay muchos detalles al respecto.