Mucha carretera, pero que mucha, se necesita para llegar a exprimir todo el potencial del Porsche 911 Turbo. El motor es impresionante en potencia y elasticidad. Es muy progresivo pero contundente, con un empuje tan largo y poderoso que parece que no se acaba.
Se empieza a notar el empuje del motor desde tan sólo 1.800 rpm, pero a 2.700 rpm es donde sentimos la verdadera «patada» (el indicador de presión del turbo de la instrumentación marca 0,9 bar) y nuestros sentidos comienzan a experimentar sensaciones cercanas a las que tendríamos acelerando en una moto de gran cilindrada; en la moto la sensación es de tirón y en el Porsche 911 Turbo es de aplastamiento contra el asiento. La aguja del cuentavueltas sube con una rapidez sorprendente, hasta que supera la zona roja y llega al corte de inyección a 6.800 rpm (más información sobre el motor).
Tan impresionante como la sensación de empuje es la de velocidad. Los metros van pasando a un ritmo difícil de describir y la perspectiva de la carretera se va haciendo cada vez más estrecha. En carreteras de montaña se nos echan encima las curvas con increíble rapidez y en pequeñas rectas donde con un rápido GTi no alcanzaríamos 150 km/h, con el Porsche 911 Turbo se puede rozar 200 km/h. La capacidad de aceleración de este coche deja literalmente «parado» al resto del mundo. Primera, segunda y tercera velocidad, y ya supera 160 km/h si se acelera a fondo y se lleva el régimen al máximo. En cuarta alcanza 205 km/h y en quinta roza 250 km/h. La contundencia del motor parece no encontrar fin y sólo si hay mucha recta por delante se podría llegar a su límite: 305 km/h.
En el Porsche 911 Turbo, tanto o más que las prestaciones (que ya se esperan espectaculares), nos sorprende su elasticidad y agrado de respuesta en cualquier tipo de conducción. En ciudad se puede circular con suavidad y en carreteras congestionadas nos permite cualquier cosa. Sólo hace falta pisar el acelerador para ganar velocidad con una rapidez sobresaliente, da igual desde la marcha y la velocidad a la que vayamos.
También sorprende el consumo en sus dos extremos, por lo contenido que es si circulamos a un ritmo tranquilo o por lo alto que puede llegar a ser si exprimimos al máximo los 420 CV del motor. Llama casi tanto la atención que un deportivo de semejante potencia gaste menos de 12 litros/100 km en una conducción suave como los 25 litros/100 km que gasta rodando deprisa por carreteras de montaña. En un uso ágil por carretera y ciudad, a nosotros nos ha consumido en torno a 16 litros/100 km.
Uno de los aspectos más negativos es su escasa autonomía. Con un depósito de sólo 64 litros apenas recorremos 400 km en el uso cotidiano y, a duras penas, llegamos a 300 km si hemos disfrutado a fondo de sus 420 CV.