El GLB comparte plataforma con los Clase A, CLA Coupé y CLA Shooting Brake (entre otros modelos de Mercedes-Benz), pero su conducción es muy distinta, con un enfoque mucho más confortable y en línea con el planteamiento familiar que Mercedes-Benz le ha dado al vehículo. Es menos preciso, ágil y directo que los modelos mencionados y aunque dista de ser un coche torpe, no se desenvuelve igual de bien en carreteras retorcidas. En este sentido se parece mucho a modelos como el Škoda Kodiaq o el Volkswagen Tiguan Allspace, es claramente más ágil que un Nissan X-Trail y menos que un Peugeot 5008.
Son las autopistas, las vías rápidas y en general todas aquellas carreteras que tienen pocas curvas los escenarios donde más brilla el GLB. En estas situaciones, el buen aislamiento acústico, la elevada estabilidad y la suavidad y facilidad con las que circula (al soltar el acelerador avanza con mucha soltura y aparente poca resistencia, una característica común con todos los modelos que utilizan esta plataforma) dan como resultado una calidad de rodadura por encima de la media. Se trata, en definitiva, de un vehículo fácil de conducir y especialmente recomendable para cubrir largas distancias sin que los pasajeros acumulen mucho cansancio.
La suspensión es uno de los elementos que más influyen al respecto. La de serie tiene un ajuste intermedio, ni muy duro ni muy blando, y cumple con su función de manera sobresaliente. Es capaz de proporcionar un buen nivel de confort a los pasajeros y a la vez impide que los movimientos de la carrocería sean muy grandes. Únicamente al frenar con mucha intensidad se percibe como la parte frontal del vehículo se hunde más de lo normal, si bien no deja de ser más una característica que un problema (la estabilidad en estas situaciones es muy buena y las distancias de frenado, cortas). No hemos probado la suspensión opcional con amortiguadores adaptativos, pero habida cuenta del resultado que ofrece la de serie, es posible que no compense pagar por ella.
En nuestras maniobras de esquiva y eslalon en circuito, los resultados que hemos obtenido han sido buenos desde el punto de vista de la seguridad. No obstante, un acusado subviraje y el intrusivo funcionamiento de las ayudas electrónicas, nos impidieron ejecutarlas de manera fluida. En el vídeo que acompaña a esta información damos muchos más detalles sobre este asunto.
El GLB no está diseñado para circular fuera del asfalto por vías con muchas dificultades, sin embargo algunas versiones tienen una serie de elementos que sí le facilitan avanzar por caminos o por carreteras nevadas, como un sistema de tracción total, un modo de conducción específico o un control de descenso de pendientes. En la presentación a los medios condujimos el GLB en un circuito que Mercedes-Benz preparó para comprobar sus cualidades subiendo y bajando rampas, haciendo cruces de ejes y avanzando con pendientes laterales de hasta el 31 %. Obviamente el GLB superó todos los obstáculos dado que el circuito estaba diseñado para ello, pero seguramente ningún usuario se enfrentará a esas dificultades con su coche. La única diferencia que tenían los coches que usamos en ese circuito respecto a los que condujimos por carretera fueron los neumáticos, que eran de invierno (y M+S).
La versión 200 d, que es la Diesel de menor potencia de toda la gama, nos ha parecido muy interesante por su buen rendimiento general. A ralentí y al acelerar con intensidad se aprecia con claridad la clásica cadencia de un motor de ciclo Diesel, pero una vez que el vehículo gana velocidad, esta pasa muy desapercibida y no resulta molesta. Además, las prestaciones que hemos medido han sido muy buenas, mucho mejores que las de las versiones equivalentes de sus principales rivales (necesita 6,6 segundos para acelerar de 80 a 120 km/h, por 7,8 del Peugeot 5008 BlueHDI 150 CV, 8,6 del SEAT Tarraco 2.0 TDI 150 CV y 8,8 del Škoda Kodiaq 2.0 TDI 150 CV). Tabla comparativa de mediciones.
También resulta un motor brillante en cuanto a consumo de combustible. Es muy complicado superar los 7,5 l/100 km (es lo máximo que hemos medido durante la prueba) y relativamente frecuente ver como el ordenador de viaje indica cifras inferiores a los 6,0 l/100 km. En nuestro recorrido de referencia, que transcurre por una autovía con continuos cambios de desnivel y en el que circulamos durante 144 km a una velocidad media real de 120 km/h, el GLB 200 d 4MATIC necesitó 6,1 l/100 km, de nuevo un dato más favorable que el obtenido en su día con los SEAT y Škoda mencionados anteriormente (7,0 y 6,6 l/100 km, respectivamente) y peor que el del Peugeot (5,5 l/100 km).
Esta versión va siempre asociada a un cambio automático de doble embrague y ocho velocidades al que Mercedes-Benz denomina 8G-DCT. Es un cambio que, por norma general, cumple bien con su función y resulta agradable: sube y baja marchas con suficiente velocidad, interpreta bien el estilo de conducción que se practica y permite hacer maniobras precisas a poca velocidad (por ejemplo al aparcar). No obstante, en ocasiones puntuales se siente brusca, algo que ya nos ocurrió en el CLA Shooting Brake con idéntico motor y que no parece seguir un patrón definido (ocurre en condiciones muy dispares). Al seleccionar el modo de conducción Efficiency, se activa el modo de avance por inercia.
La dirección permite guiar bien el vehículo y resulta muy cómoda de accionar en ciudad, pero su tacto es artificial y transmite poca información sobre el estado de adherencia de los neumáticos. Es posible modificar el nivel de asistencia de la misma al cambiar el modo de conducción, pero el tacto no mejora, únicamente la resistencia al giro. Los frenos de la unidad que hemos probado durante más tiempo eran los que incluye el paquete AMG, con discos más grandes ventilados y perforados. Su rendimiento general nos ha parecido bueno, con distancias de frenado cortas (52,9 metros de 120 a 0 km/h), un tacto bueno y una resistencia al uso intenso elevada.