Las sensaciones al conducir el AMG A 35 4MATIC son muy similares a las experimentadas a bordo de un Audi S3 o un Volkswagen Golf R. Es un vehículo en el que rápidamente se confía en sus reacciones porque responde preciso y expedito a las órdenes del conductor. Su motor da una aceleración grande y el sistema de tracción total gestiona perfectamente los excesos de gas para que no se produzcan pérdidas de tracción ni desviaciones en la trayectoria indicada con el volante. Con todas las ayudas electrónicas activadas, es muy complicado provocar un sobreviraje y, en caso de conseguirlo, este queda rápidamente neutralizado. Con ellas desactivadas, los excesos de gas o errores de cálculo normalmente se saldan con un tranquilizador aunque poco excitante subviraje, muy sencillo de controlar al aliviar presión sobre el acelerador.
Cuando se va rápido en una carretera de curvas, exige concentración porque el motor permite llegar y salir de ellas con mucha velocidad, pero no demanda el mismo nivel de alerta o tensión de un BMW M140i de tracción trasera (aún no hemos probado el nuevo M135i de tracción total), que es más propenso a que el eje trasero deslice, o un Honda Civic Type R de tracción delantera, que es más ágil de reacciones y, hasta cierto punto, se puede dirigir con los pedales (el eje posterior redondea la trayectoria fácilmente). Tanto el BMW como el Honda serán más gratificantes para aquellos que encuentren excitantes las reacciones muy directas y tendentes hacia el sobreviraje, pero quienes prefieran percibir mayor sensación de control y eficacia, se encontrarán más cómodos a los mandos del AMG A 35 4MATIC (o del S3 y Golf R).
La suspensión puede ser de dos tipos: la de serie, que es más firme que la de otras versiones de menor potencia y deja la carrocería más cerca del suelo, o una opcional con amortiguadores controlados electronicamente cuyo coste es 1425 euros. Por el momento, todas las unidades que hemos probado venían con la configuración de serie, cuyo desempeño nos ha parecido sencillamente sensacional. Es firme, algo indispensable para que la carrocería no se mueva demasiado al practicar una conducción deportiva (de hecho los balanceos son mínimos, incluso ante apoyos muy fuertes; imagen), pero mantiene una capacidad de filtrado muy buena, casi sorprendente teniendo en cuenta que el perfil de los neumáticos es muy reducido (235/40 los de serie y 235/35 los opcionales). Lógicamente no se viaja con el mismo nivel de confort que en otras versiones de la gama de menor potencia, pero resulta perfectamente soportable en viajes de varias horas o incluso para utilizar el coche a diario.
La dirección del AMG A 35 4MATIC también nos ha gustado mucho porque da un retorno de información adecuado para poder practicar una conducción deportiva con confianza y a la vez no resulta pesada a la hora de maniobrar a baja velocidad. Además tiene una cremallera de paso variable (Mercedes-AMG la denomina «paramétrica»), de manera que resulta más directa cuando hay que girar mucho el volante (por ejemplo al realizar maniobras de aparcamiento) y está más desmultiplicada cuando hay que girar poco (al tomar curvas de radio amplio por una autopista).
El motor es, sin lugar a dudas, uno de los protagonistas del coche. Se nota con claridad que es turboalimentado porque tiene un pequeño pero perceptible retraso en la entrega de potencia (tiene un poco de turbo-lag) y además ésta no se sucede de manera lineal. Por debajo de unas 3000 rpm tiene fuerza más que suficiente para circular por todo tipo de vías con agilidad sobrada, pero es a partir de dicho régimen donde el empuje se vuelve verdaderamete brillante e intenso. Es un motor muy agradable de utilizar y al que resulta sencillo sacarle partido, pero su funcionamiento no es tan «redondo» y lineal como el 2.0 TSI que el Grupo Volkswagen utiliza en muchos de sus modelos.
Inicialmente, el sonido del motor y el escape puede llegar a decepcionar, más aún teniendo en cuenta que se trata de una variante desarrollada por el departamento de vehículos deportivos AMG. Con los modos de conducción más conservadores (Slippery, Comfort y Sport), éste es apagado y poco sugerente. Únicamente el provocado por el turbocompresor al acelerar con intensidad añade nota «pasional» que se espera de un vehículo de estas características. Al seleccionar el modo de conducción Sport+ la situación cambia notablemente, pues el escape gana en protagonismo emitiendo un sonido más grave e intenso y generando petardeos estridentes al reducir marchas que «acompañan» y estimulan a la hora de practicar una conducción deportiva.
Según nuestras mediciones, el AMG A 35 4MATIC tiene una capacidad de aceleración buena, similar a la de alternativas con motores de potencia semejante. Necesita 3,4 segundos para pasar de 80 a 120 km/h, por 3,2 y 3,3 s de los Audi S3 y Volkswagen Golf R, ambos con un motor de 300 CV. Un Honda Civic Type R de 320 CV es mucho más rápido en la misma maniobra (2,8 segundos), mientras que los Renault Mégane R.S. y Hyundai i30 N Performance, ambos con motores de menor potencia, son más lentos (3,6 y 4,1 segundos respectivamente). Tampoco sale mal parado frente al Mercedes-Benz A 45 AMG de 360 CV de la generación anterior, porque aunque es un poco más lento acelerando (3,4 segundos frente a 3,1), recupera mucho mejor en marchas largas (su motor es mucho más elástico, por lo tanto).
El consumo de combustible se puede considerar normal habida cuenta de la potencia disponible y la capacidad de aceleración. Conduciendo por todo tipo de vías sin tener especial cuidado por la eficiencia y aprovechando la capacidad de aceleración en contadas ocasiones, lo habitual es que el ordenador de viaje indique cifras cercanas a los 10 l/100 km (y el doble al practicar una conducción deportiva). En nuestro recorrido de consumo de referencia, el AMG A 35 4MATIC necesitó 8,1 l/100 km, un valor inferior al conseguido por modelos como el Volkswagen Golf R (8,4 l/100 km), el Renault Mégane R.S. (8,7 l/100 km) o el Audi S3 (9,0 l/100 km) y superior al de un Honda Civic Type R (7,7 l/10 km) o un Hyundai i30 N Performance (7,9 l/100 km). Para que el rendimiento del motor sea óptimo, Mercedes-AMG recomienda utilizar gasolina de 98 octanos.
La única transmisión disponible para el AMG A 35 4MATIC es una automática de doble embrague y siete relaciones denominada «SPEEDSHIFT DCT AMG 7G». Su funcionamiento general es bueno porque cambia de marchas con mucha rapidez y resulta reactiva ante una conducción deportiva, pero las transiciones entre las mismas no son tan suaves como por ejemplo la Steptronic de BMW (que es de convertidor de par). En modo manual no cambia de marcha aunque el motor llegue al límite superior de revoluciones, labor que debe llevar a cabo el conductor. Como es habitual en vehículos de este tipo, también cuenta con un programa que facilita la salida desde parado con la máxima aceleración posible (RACE START).
El equipo de frenos tiene un rendimiento general bueno, pero no es capaz detener el vehículo en distancias particularmente cortas porque el sistema ABS es muy intrusivo y en ocasiones alarga la frenada de manera innecesaria (por ejemplo en nuestra habitual frenada de emergencia desde 120 km/h hasta detener el vehículo, donde necesitó 52,4 metros). Donde no hay objeción alguna es en la resistencia ante un uso intenso y continuado y en el tacto que ofrece el pedal, ya que permite dosificar la frenada con mucha precisón, un requisito casi fundamental para practicar una conducción deportiva con confianza.