En el Staria, las dimensiones de la carrocería son un factor a tener (muy) en cuenta de cara a su uso. Es un monovolumen enorme, de 5,25 metros de longitud por casi dos de altura y dos de anchura (sin contar con los retrovisores) que, además, no maniobra especialmente bien (el diámetro de giro es de casi 12 metros).
Su ámbito ideal no es ni la ciudad, donde hay que prestar una atención especial a los espejos retrovisores, ni las carreteras estrechas de doble sentido, donde es necesario ir hilando fino para no pisar las líneas de la carretera o incluso invadir el carril contrario. La cámara trasera de ayuda al estacionamiento (o el sistema de visión perimetral, si es la versión más equipada) junto con los sensores de proximidad (los hay delante y detrás) y la gran superficie acristalada aportan su granito de arena a la hora de circular por este tipo de vías, pero no consiguen mitigar la sensación de estar «fuera de lugar» que se vive al volante en estas circunstancias.
Todo lo contrario que ocurre al circular por carreteras amplias de tipo autopista, donde, aquí sí, el Staria se siente en su salsa. El confort que proporciona la suspensión junto con el buen aislamiento acústico y las abundantes atenciones hacia los pasajeros comentadas en las impresiones del interior, hacen que sea un vehículo especialmente agradable y placentero para viajar. Un lugar en el que, por norma general, se respira un ambiente calmado y tranquilo.
La suspensión, como he comentado, da un buen nivel de confort. Y lo hace gracias a un ajuste más bien blandito que, sin embargo, no se traduce en movimientos amplios de la carrocería al circular por carreteras de curvas o al tomar rotondas. Es un monovolumen de reacciones lentas y no muy precisas, pero que transmite seguridad al volante y que no da sensación de ir «suelto» en ningún momento. En este sentido no es comparable con los SUV de tamaño similar (ni turismos, claro), que por norma general ruedan con más precisión y suavidad, pero está más o menos al mismo nivel que alternativas como el Mercedes-Benz Clase V o el Volkswagen T7 Multivan, dos modelos que, además, me parecen menos confortables.
Tanto la dirección como los frenos tienen el tacto habitual de otros modelos de Hyundai: suave, muy filtrado y, en general, adecuado para el planteamiento general del coche. El sistema de frenos, además, tiene un buen rendimiento (no se sobrecalienta con facilidad ante un uso intenso y detiene el coche en distancias razonables).
Prestaciones y consumo
El único motor disponible para el Staria es uno Diesel de 2,2 litros de cilindrada y cuatro cilindros que desarrolla 177 caballos y 430 Nm de par (no tiene ningún tipo de electrificación; le corresponde el distintivo C de la DGT). Es un motor de funcionamiento más bien refinado y que solo se oye con claridad en el habitáculo al circular por ciudad o cuando se le exige mucha aceleración. Es voluntarioso y se siente «lleno» en todo el rango de revoluciones, pero no consigue mover el Staria con demasiada agilidad (la relación peso/potencia no es favorable, de 12,5 CV/kg; como la de un Kia Rio de 84 CV).
Buena prueba de ello han sido las prestaciones que hemos medido, que han sido más bien discretas. El Staria necesita 5,1 segundos para acelerar de 40 a 80 km/h y 9,7 s para hacerlo entre 80 y 120 km/h, más o menos lo mismo que modelos tan variopintos como el Honda Jazz 1.5 i-MMD de 109 CV, el Dacia Sandero Stepway de 90 CV o el Toyota Yaris Cross de 116 CV. Todos estos datos han sido tomados con una sola persona a bordo; con más carga —y el Staria es susceptible a ello— las prestaciones son peores, obligando a planificar bien los adelantamientos o las incorporaciones a vías rápidas para no encontratse ante una situación delicada.
A pesar de todo, una vez alcanzada una velocidad más o menos estable la mantiene con bastante solvencia, incluso si hay que superar desniveles de cierta envergadura o se utiliza buena parte de las plazas disponibles (a base de reducir varias marchas, eso sí, pero lo suele conseguir).
El consumo de combustible es alto en términos generales, pero no resulta desmesurado si atendemos al peso que tiene que mover el motor (2216 kg en la versión de prueba, más los ocupantes y el equipaje que corresponda). En el mejor de los casos, conduciendo con suavidad por vías muy favorables y a una velocidad moderada, es posible gastar unos 8,0 l/100 km; en el extremo contrario está la ciudad y las vías congestionadas, donde lo habitual es que el ordenador indique cifras en el entorno de los 12-13 l/100 km. En nuestro recorrido de referencia por autopista (aquí se pueden leer todas sus características), el Staria gastó a razón de 8,8 l/100 km, menos que el Mercedes-Benz V 220 d de 163 CV (10,0 l/100 km; versión actualmente descatalogada) y un poco más que el Volkswagen T7 Multivan eHybrid de 218 CV (8,4 l/100 km; es un modelo híbrido enchufable, pero el dato de consumo se obtuvo sin carga en la batería).
A pesar de que el consumo no es precisamente contenido, la autonomía del Staria es normalmente muy elevada. Su depósito de combustible tiene teóricamente 75 litros de capacidad (en la práctica debe ser alguno más; llegamos a repostar 72 cuando el ordenador de viaje aún indicaba unos 100 km de autonomía), que son más que suficientes para alargar los repostajes unos 900 km (cerca de mil, incluso, si se conduce con suavidad).
La caja de cambios automática del Staria es de tipo convertidor de par y tiene ocho relaciones. Hace su trabajo con discreción, subiendo y bajando de marchas con suavidad y no con mucha rapidez. No tiene un modo manual, pero en un vehículo de este tipo tampoco se echa en falta. La única pega que he observado es que, en algunas situaciones —al acelerar a fondo desde muy poca velocidad, por ejemplo— se percibe un claro resbalamiento del convertidor que demora las maniobras.