Si entendemos por deportivo un coche en el que todo está supeditado a la máxima aceleración, estabilidad y capacidad de frenada, el 156 Sportwagon no es un deportivo. Para empezar, su carrocería es ligeramente menos rígida que la berlina. Por supuesto, tiene los elementos de confort y seguridad que cabe esperar de un coche así, aunque le falta el control de estabilidad.
Ahora bien, no hay otros familiares en este nivel de potencia que den el tacto deportivo del Sportwagon. Con «tacto deportivo» quiero decir menor intervalo entre las acciones del conductor y las reacciones del coche. Por ejemplo, en el Alfa 156 hay que anticipar menos el movimiento del volante que en la mayoría de los coches comparables y, por tanto, resulta más sencillo ir por la trayectoria deseada. El 156 Sportwagon tiene mucho de deportivo, pero no los inconvenientes que plantea a menudo un coche así, entre ellos que sea incómodo o difícil de conducir.
Con los frenos ocurre lo mismo, pero en menor medida. Después de cambiarlos con relación a las primeras unidades que se vendieron, el 156 da una gran deceleración en el primer recorrido del pedal. No obstante, no tiene una gran capacidad para soportar frenadas fuertes y constantes.
Alfa da la opción de poner una suspensión deportiva, que cambia la alineación de las ruedas, la flexibilidad de los muelles, la altura de carrocería y las ruedas (205/55 16" W en lugar de 205/60 15" V). Conviene probar el coche sin esta opción, porque su estabilidad dejará satisfecha a la mayoría, incluso aunque quiera ese tacto deportivo del que hablamos. La opción de suspensión deportiva no es del todo desaconsejable porque el coche no se vuelve incómodo ni brusco. Eso sí, con menos perfil de neumático y suspensión más dura, es necesariamente menos fácil de conducir sobre suelo mojado (y cambiar los neumáticos es más caro). El 156 es uno de los raros casos en los que la suspensión de serie y la opcional son igualmente recomendables.
Desde el punto de vista de las cualidades dinámicas, lo que resulta menos satisfactorio es el motor. Es casi una enciclopedia de recursos y dispositivos: cuatro válvulas por cilindro, doble encendido, distribución variable, admisión variable, ejes de equilibrado y radiador agua/aceite, entre otros. Sin embargo, es de esos motores que —a medida que suben de régimen y si se acelera a fondo— parece que van a dar un fuerte empujón en algún momento, y no acaban de darlo nunca. De las dos unidades que hemos conducido, una (el manual) ha sido mucho más rápida que la otra; incluso asumiendo que las prestaciones que va a encontrar quien compre el coche son las que nos ha dado el 156 manual, no es tan rápido como sus 155 CV podrían hacer pensar.