En los sistemas conectables manualmente, los diferenciales delantero
y trasero están normalmente desconectados y sólo
uno de los ejes lleva a cabo la tracción. El conductor
puede engranarlos mecánicamente (generalmente mediante
una palanca), de manera que los semiejes delantero y trasero
giren solidariamente.
En carretera, uno de los dos ejes lleva a cabo la tracción
(normalmente el trasero en los todo terreno, el delantero
en los turismos). Para circular sobre una superficie muy deslizante
(más que una carretera mojada), se puede conectar el
otro eje al sistema de transmisión. De esta manera,
los semiejes delantero y trasero giran solidariamente, como
ocurriría en un coche de tracción total permanente
que tuviera el diferencial central bloqueado.
De esa manera, la capacidad de tracción aumenta y,
al no haber diferencia de giro entre los semiejes delantero
y trasero, la capacidad de giro disminuye. En carretera no
es recomendable engranar la tracción total porque,
al no haber diferencia de giro entre los semiejes delantero
y trasero, el coche se vuelve muy subvirador y se produce
un gran desgaste de los neumáticos y la transmisión.
Es el sistema más simple de tracción total
y el más común desde que se empezó a
extender la tracción total para usos civiles (después
de la Segunda Guerra Mundial) hasta finales de los años
80.
Inicialmente se utilizó en coches de todo terreno,
aunque también hubo algunos turismos, como el primer
Alfa Romeo 33 4x4, el Citroën AX 4x4 o el primer Fiat
Panda 4x4, entre otros. Actualmente hay a la venta pocos modelos
con este sistema, entre ellos el Jeep Wrangler o el Suzuki
Jimny. |