Discutimos estos días la conveniencia o inconveniencia de bajar los impuestos sobre los combustibles, pero estamos olvidando el debate que realmente nuestra sociedad está ahora necesitando: el sistema fiscal.
A lo largo del Siglo XX y especialmente en su segunda mitad, todos los Estados se han financiado, de manera principal, por los impuestos que vienen gravando a los combustibles. Era (y es), un componente fácil, y muy rentable de la actividad económica. Pero resulta que los combustibles fósiles son finitos, se acaban. Y todo el entramado fiscal que soportan no va a ser válido para los próximos lustros. El dramático problema es que, hoy por hoy, no hay ningún Estado occidental que se haya siquiera planteado otra alternativa.
Nuestros Estados, no saben qué hacer para mantener sus niveles de ingresos el día (no muy lejano) en que los combustibles fósiles comiencen a escasear. De momento, esta apuntada escasez está produciendo tal elevación en los precios en origen, que mantener la misma carga fiscal que hace cinco o diez años, hace tambalear nuestras economías.
Iniciemos ya el debate. No dejemos pasar el tiempo... que aún queda. Comencemos a modificar la estructura fiscal buscando otros elementos sobre los que soportar las necesidades racaudatorias de los Estados. La otra alternativa es reducir los niveles de bienestar o las obligaciones de los Estados... no hay otras. Cambiemos la política por la gestión y que los dirigentes y las fuerzas sociales le echen un poco de imaginación al tema. Nos va la vida en esto.
Y no olvidemos la Historia: la Independencia de Estados Unidos nace de un levantamiento contra los impuestos. Los que gravaban el té. No sé si los tiempos han cambiado mucho... o no han cambiado nada.
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