La suspensión de serie, que nos ha parecido ligeramente más dura que en el modelo de 2004 (más información), hace que el Volvo V50 sea un coche muy cómodo. Es lo suficientemente flexible para absorber eficazmente las irregularidades de la carretera y lo suficientemente firme como para contener, también de forma eficaz, los movimientos amplios de la carrocería. Por otra parte, la dirección nos ha parecido algo sensible a alta velocidad.
En su momento probamos el motor Diesel 2.0D de 136 CV, que ya no está disponible. Tiene una capacidad de respuesta muy notable. El empuje empieza a crecer desde poco más de 1.500 rpm y entrega mucha fuerza entre 2.000 y 3.000 rpm. Tiene una mejor capacidad de recuperación en marchas largas que el que llevaba el modelo precedente, debido a variaciones en los desarrollos del cambio.
Su sonido llega perceptiblemente al habitáculo en aceleraciones fuertes. En ningún caso tiene un volumen excesivo, pero suena inconfundiblemente a Diesel.
Tambien condujimos la versión Diesel D5 de 180 CV con cambio automático de cinco velocidades. Mueve con bastante agilidad al V50 y tiene unas prestaciones que son suficientes en casi cualquier circunstancia. No obstante, la capacidad de aceleración es muy normal y no impresiona, está penalizada por el resbalamiento del convertidor de par.
Se pueden realizar adelantamientos con mucha facilidad —previa reducción mediante «kick-down»— y permite circular a velocidades muy superiores a las permitidas en España. La sonoridad del motor está contenida, salvo cuando circulamos con el motor a un régimen alto.
El cambio automático es suave al cambiar de marcha, pero resulta algo lento de respuesta, sobre todo al reducir una relación cuando se disminuye la velocidad a la que se circula. Este cambio permite eliminar marchas manualmente, no seleccionarlas. En esta modalidad, no cambia a una marcha superior cuando llega al régimen máximo.
Tenía un consumo medio homologado de 7,0 l/100 km. No es tan bajo como en muchos otros coches de características parecidas que tienen cambio manual. Sí está bien en relación a los que tienen cambio automático. Sus prestaciones son normales para su potencia.
En su día también probamos el V50 2.4i de 170 CV (gasolina). Lo mejor es la homogeneidad de su respuesta. Tiene un rango útil mucho mayor que el Diesel de 180 CV, con un empuje muy constante entre 2.000 y 6.000 rpm. Por la fuerza que tiene no impresiona como el del motor Diesel aunque, haciendo uso del cambio y estirando las marchas, acelera más que él. Suena menos que el Diesel y tiene un particular sonido, ronco en aceleraciones fuertes y a elevado régimen, con una vibración de fondo distinguible en otros motores de cinco cilindros.
«BLIS»
Para aumentar la seguridad en la conducción por vías con varios carriles por sentido, el V50 puede tener un dispositivo de detección de obstáculos en el ángulo muerto («BLIS»). Tiene como objetivo reducir el riesgo de colisión provocado por la presencia de otros vehículos en los ángulos muertos.
Consiste en una cámara de vídeo instalada en cada retrovisor que recoge 25 imágenes por segundo, de una región de 9,5 metros de longitud y hasta 3 metros de anchura a ambos lados del coche. Si detecta la presencia de un vehículo en esta zona, una lámpara de aviso se enciende, alertando al conductor del peligro de realizar maniobras como un cambio de carril.
Al estar basado en un sistema de procesamiento de imágenes, no puede funcionar en situaciones de baja visibilidad como niebla o en una fuerte nevada. Además, puede que no funcione correctamente con lluvia, con el sol detrás y en curvas cerradas. Por la noche, sólo reconoce vehículos con luces.
Actúa cuando se transita por encima de 10 km/h. Detecta vehículos que circulan hasta 10 km/h más despacio y 70 km/h más deprisa que aquel en que se encuentra instalado.