Tiene una suspensión muy suave, que aisla la carrocería en casi cualquier tipo de irregularidad. Sin embargo, sobre superficies muy bacheadas u onduladas no es difícil apreciar un movimiento vertical de la carrocería. Salvo en asfalto en muy mal estado, el movimiento de la carrocería afecta muy poco a la trayectoria.
No me parece que la dirección tenga un tacto malo ni extraño. Lo que sí ocurre es que no es tan directa como la de otros coches. Parece que hay más intervalo de tiempo entre que el conductor gira el volante y el coche cambia de dirección que con un Almera o un Focus. Por cómo va (no quiere decir que vayan igual) recuerda más a un Fiat Stilo, o un Volkswagen Golf que a los anteriormente nombrados.
Es un coche que no parece apoyar rápidamente en las curvas, pero tampoco da la sensación de ser lento de reacciones y puede llegar a cerrar un poco la trayectoria al frenar en curva.
Todos los Renault Mégane tienen control de estabilidad (no desconectable) como elemento opcional, y como siempre, nos parece de lo más recomendable. Es de un tipo que Renault denomina «con control de subvirado» (que también lo tiene la gama Laguna 2003 y el Espace) y tiene un funcionamiento mejor que los controles de estabilidad de primera generación cuando el coche pierde la trayectoria por subviraje. (Más información) El que tiene el Mégane está desarrollado por Bosch (lo denomina ESP8) y todavía está poco extendido en los competidores del Mégane.
Hemos obtenido buenos datos de frenada y sus resistencia al calentamiento también es satisfactoria.
El cuentakilómetros indica un 1,25 % menos de la distancia real recorrida y el error del velocímetro está en torno a un 4%.