Me da miedo no saber contar el Porsche 911 Turbo. No es un coche fácil de explicar. No lo es para mí, al menos. No por lo que corre, por no ser capaz de aprovechar su potencia, que también, pero eso lo tengo asumido. Eso no debiera ser problema. Para contar cómo va un coche no hace falta ser piloto. Basta con contar lo que ocurre al hacer determinadas cosas con el coche, a la velocidad que sea.
El problema no es ese. El problema, para mí, es que el Porsche 911 turbo es un coche complejo. Un coche, probablemente, con varias almas, si los coches tuvieran alma. Probablemente sea el coche más potente y rápido que yo haya llevado nunca con neumáticos de calle. Y a la vez, uno de los coches más sencillos y suaves que han pasado por mis manos. Esta frase es una exageración, dicha en absoluto, pero no lo es si hablamos de relación potencia/suavidad o capacidad de ir rápido en relación con la suavidad. Los deportivos de ahora, incluso los más potentes, son mucho más suaves que cualquier deportivo, incluso modesto, de 25 años hacia atrás. Han perdido ese carácter que en muchos casos era parte de su atractivo. El Porsche 911 Turbo es el más suave de todos. Y sin embargo, gracias a esos 560 caballos de potencia, a esa fuerza enorme del motor en la gama media de revoluciones y al botón «Sport Plus» que transforma el coche, no defrauda, porque acelera como un poseso, se sujeta sin límite y permite una velocidad de paso por curva descabellada incluso si no se conduce con alta precisión (más explicaciones en el blog Teletransporte y en los videos publicados en esta entrada).
El 911 Turbo tiene muchos caballos, sí, pero podrían ser aprovechados en muchas ocasiones hasta por alguien sin demasiada experiencia en conducir coches potentes. Basta con que no se asuste, que le dé miedo la aceleración. Porque desde el punto de vista de un conductor tranquilo, una persona poco dada a correr y con poca experiencia como conductor, el 911 Turbo es un coche perfecto. Un coche perfecto por seguridad.
Se puede conducir muy muy despacio con muchísima suavidad. Sin apenas pisar el acelerador, el 911 Turbo se mueve con sigilo, poco ruido y hasta con buenas cifras de consumo, me atrevo a decir, gracias a los múltiples sistemas como el funcionamiento a vela, la función «Stop&Start» y el sistema que hace funcionar el cambio con dos marchas engranadas a la vez y los dos embragues actuando simultáneamente, con patinamiento en uno o en los dos. El «Stop&Start» funciona con suavidad sublime al arrancar el motor, la marcha a vela exactamente lo mismo. Uno no tiene ni por qué ser consciente de que el coche va a vela si no se fija y en cuanto se solicita potencia, el motor vuelve rápidamente a su régimen en una marcha adecuada, sin titubeos. Los frenos, como siempre en Porsche, deceleran con mucha potencia y además admiten una utilización intensiva sin síntomas de agotamiento. El cambio automático funciona perfectamente, con rapidez y suavidad también cuando el acelerador está poco pisado.
Lo magnífico de todo esto es que cualquier conductor, experto o no, si en un momento dado necesitara potencia para salir de una situación apurada, podría acelerar a fondo y llevar el coche exactamente por donde le diera la gana en todo momento si no se asustara de la aceleración. Porque incluso cuando se acelera con el pie a fondo, después de la reducción de marchas correspondiente si se va tranquilamente por la carretera, el coche gana velocidad a un ritmo propio del diablo, pero ni se vuelve ligero del eje delantero, ni se descoloca de atrás ni... nada. Hay que estar atento porque las cosas pasan con mayor rapidez, pero incluso bajo la aceleración más brutal (sólo lo he probado en seco) la respuesta del coche ante cualquier solicitud del volante es inmediata, precisa y correcta.
Tanto es así que hasta yo podría ir medianamente rápido con este coche en un circuito. Por carretera es imposible aprovechar su potencia, porque al primer acelerón habrían saltado por los aires todos los radares de la DGT. Calculo que es un coche imposible de conducir en carretera con más de un 15 por ciento del pedal del acelerador pisado.
Para probar que eso que digo se ajusta a la realidad y para contárselo que no me ha quedado más remedio que meterme con el coche en un circuito detrás de Álex Riberas, piloto júnior de Porsche. Esta pista que ha elegido Porsche para la presentación es estrecha, llena de cambios de rasante, con un asfalto deslizante y curvas ciegas. Da miedo hacerla detrás de Álex Riberas, sin conocer bien la pista, a pesar de que el coche se deja maltratar y conducir a trompicones, sin quejarse y a mucha velocidad. Pero en algunas zonas la velocidad es altísima y no ver lo que viene después del cambio de rasante da mucho miedo. (Se puede vivir en directo en el video que aparece en la entrada del blog Teletransporte enlazada arriba)
Pero incluso a mí, incluso a alguien que haya conducido el coche tan mal como lo he conducido yo en el circuito, sin conocerme la pista, sin saber por dónde meter el coche, incluso en esas condiciones, el 911 permite jugar como un niño, pisar a fondo sin miramientos y levantar de inmediato para dar más volante y volver a pisar a fondo. Frenar a la entrada de la curva en bajada porque no sabes por dónde va la pista y porque has colocado mal el coche, meter más volante en casi cualquier situación y... te obedece.
Vas a un ritmo endemoniado (aunque sea muy lento para hacer vuelta rápida, entre otras cosas porque esta no es manera de conducir) y el coche no te asusta. Con el sistema de control de estabilidad conectado y el botón «Sport Plus» presionado, deslizas lo que te da la gana, con seguridad, equilibrio y con mucha eficacia cuando lo haces medianamente bien.
Yo lo he conducido con mucha brusquedad y el coche te deja hacerlo sin quejarse, sin descolocarse y sin dar sustos. Estoy seguro de que, con un poco de práctica, lo podría conducir con mucha suavidad para sacarle mucho más partido en la lucha en contra del crono. Tengo la impresión de que con un poco de práctica también es fácil de conseguir.
Yo no diría que el 911 Turbo es un deportivo descafeinado. No lo es porque 560 caballos son incompatibles con el vocablo descafeinado. Cierto es que no requiere la fuerza de los deportivos de antes, no requiere la pericia de los coches que sólo podían llevarse sobre el alambre y que casi cualquier conductor que practique con él puede hacerlo correr muchísimo. Por sus cualidades, debiera ser el coche del pueblo. El coche para todos.