De serie, el habitáculo de la Clase V está compuesto por seis asientos individuales distribuidos de dos en dos a lo largo de tres filas.
Los de la segunda y tercera fila se pueden reemplazar por banquetas corridas de tres plazas, con lo que se logran configuraciones de siete (sustituyendo sólo una fila) u ocho plazas. Los asientos de estas dos filas se desplazan a lo largo de unas guías que hay en el suelo y se pueden extraer.
La principal novedad del habitáculo en el Clase V 2019 es una segunda fila de asientos compuesta por dos butacas individuales con más ajustes y funciones que los de serie: permiten regular eléctricamente la inclinación del respaldo, la altura de los reposacabezas (que además tienen una pequeña almohada, mullida y muy cómoda) y la posición de un reposapiernas. Además, tienen dos memorias de posición y función de calefacción, ventilación y masaje. El desplazamiento longitudinal es manual, como con los asientos de serie. En el suelo hay un reposapiés.
En ellos se viaja muy cómodo pero hay dos cosas que me parecen mejorables: la ausencia de regulación lumbar y la posición de los mandos, que al ir en el lateral interno del asiento (imagen) hay que manejarlos a ciegas y poniendo la mano en una posición forzada.
Con estos asientos se viaja con un confort próximo al que se puede encontrar en las plazas traseras de un Clase S pero el entorno no es el mismo. Las personas corpulentas se pueden sentir encajonadas entre los laterales rigidos de los asientos, los mandos de la climatización trasera quedan lejos y hay que incorporarse para manejarlos (o pedírselo al chófer) y a pesar del trabajo que ha hecho Mercedes-Benz para que en el Clase V se viaje aislado del estado de la carretera y del ruido, no iguala al que ofrece la berlina. En lo que sí es mejor el Clase V es en la cantidad de espacio en todas las cotas.