El Mazda3 con carrocería de cinco puertas tiene un excelente equilibrio entre agilidad y seguridad. Para conseguirlo, Mazda ha recurrido a una suspensión algo más dura de lo habitual, sobre todo en compresión. No es incómoda, pero traslada al interior más vibraciones que otros coches de este tipo. A cambio, no hay movimientos de cabeceo apreciables, como puede ocurrir en coches menos duros.
En términos generales es un coche agradable de conducir, más para quien disfruta haciéndolo rápido que para quien busca la máxima comodidad posible. A velocidad alta también se puede distinguir el sonido del motor y el aerodinámico, que en ambos casos es elevado.
La capacidad que tiene el coche de seguir la dirección que marcan las ruedas delanteras es grande, al menos con los neumáticos 205 / 55 R16 91 V (que tienen los Active +) y los 205/50 R17 89 V (los Sportive). La versión Active (sin +) tiene unos neumáticos 195/65 R15. No probé esta versión.
Es un coche ágil, además, porque tiene cierta capacidad para cambiar de dirección en función de la posible deceleración que se pueda crear en algunas curvas. El tacto de dirección es bueno (tanto en el 1.6 litros como en el 2. litros), aunque no llega a ser tan directa y buena como la de un Focus. La dirección del Mazda3 de dos litros es electrohidráulica, mientras que la del 1.6 es solo hidráulica; se diferencian en que la primera es más suave maniobrando (a baja velocidad). El tacto de dirección cuando el coche va deprisa es más o menos igual.
El motor de 1,6 litros de cilindrada me ha parecido que da buenas prestaciones, teniendo en cuenta que su potencia no es grande (105 CV). Mueve la carrocería con agilidad y tiene buena respuesta al acelerador. El motor de 2,0 litros, se nota más potente y más lleno en todo momento, pero la diferencia no es tan grande como pueden hacer pensar los 45 CV que le separan del 1,6 litros.