El Land Rover Freelander 2 es muy cómodo de suspensión y da una gran sensación de seguridad especialmente en carreteras rápidas y con pocas curvas, donde tiene mucha facilidad para mantener la trayectoria.
En carreteras reviradas no tiene la agilidad de un Honda CR-V, un Toyota RAV4 o un Volkswagen Tiguan. Aun así no es un todoterreno torpe y hasta cierto punto obedece satisfactoriamente a los movimientos del volante. Nuestra unidad de pruebas iba equipada con neumáticos Michelin Latitude Tour HP en medidas 235/65 R17; es decir unos neumáticos que no están pensados exclusivamente para carretera.
Un efecto de su blanda suspensión es que al circular a velocidad elevada por curvas lentas la suspensión deja que la carrocería se incline notablemente. También cabeceamucho, sobre todo en frenadas bruscas. La dirección está muy asistida en carreteras rápidas, pero informa bien y no transmite movimientos bruscos al circular por zonas bacheadas.
Fuera de vías asfaltadas es mejor que los modelos anteriormente mencionados y sobre todo que un Mazda CX-7 (si bien es más grande que el Land Rover). Se desenvuelve bastante bien, entre otras cosas, porque tiene una altura libre al suelo de 210 mm, unos recorridos de suspensión grandes y, las versiones con tracción total, están equipadas de serie con el sistema «Terrain Response», que permite elegir cuatro programas distintos de funcionamiento en función del terreno por el que nos desplacemos (imagen).
Este sistema actúa eficazmente sobre la respuesta del acelerador, el control de estabilidad (DSC), el control de tracción, el sistema de frenos y el control de descenso de pendientes (HDC) —este último no está disponible en la versión de tracción delantera—. En el caso de las versiones equipadas con cambio automático también influye sobre éste.
La suspensión del Freelander 2 da muy buen resultado en carreteras o pistas en mal estado pues absorbe correctamente las irregularidades del terreno, evitando satisfactoriamente que puedan resultar muy molestas para los pasajeros (un Honda CR-V ó un Mazda CX-7 son más duros de suspensión y trasladan más a los ocupantes el estado del piso). No es así con los baches de mucha profundidad que son transmitidos al interior con claridad. En cualquier caso el Freelander 2 es un todo terreno cómodo en este tipo de superficies.
Como sucede en todos los vehículos con motor transversal, el Freelander 2 no puede tener reductora. Un Suzuki Grand Vitara, sí la tiene. Ésta ausencia limita la circulación por determinadas zonas donde se tengan que superar obstáculos muy importantes.
El funcionamiento del automatismo del limpiaparabrisas es exquisito. Durante el tiempo que hemos realizado la prueba nos ha llovido —incluso nevado — en numerosas ocasiones y situaciones, y en todo momento ha respondido ajustando la velocidad del barrido correctamente.
Motor TD4 2.2 Stop/Start 150 CV
El funcionamiento de este motor en el Land Rover Freelander 2 es suave y no muy ruidoso. Entrega la fuerza de forma progresiva, sin dar un empujón intenso y puntual. No acusa la falta de fuerza a muy bajo régimen (como le pasa al Mazda CX-7 Diesel) por lo que responde bien tanto para circular a velocidad baja en campo por zonas abruptas como para comenzar la marcha tirando de un remolque pesado.
En carretera abierta, cuando se circula a una velocidad sostenida en marchas largas, el ruido que produce apenas se filtra al habitáculo. En recorridos urbanos el ruido está más presente, sobretodo si se acelera con intensidad. Las vibraciones que se filtran al interior son reducidas en cualquier caso.
Solamente está disponible en combinación con un cambio manual de seis relaciones que resulta agradable porque los recorridos de la palanca no son excesivamente largos, es rápido y se maneja con suavidad. No estaría de más que opcionalmente pudiera disponer de un cambio automático, sobre todo por la comodidad que puede llegar a aportar cuando se circula por terrenos abruptos.
Según nuestras mediciones el Freelander 2 con este motor no destaca por tener una aceleración o recuperaciones brillantes (tabla comparativa de prestaciones). Quizá no acelera más porque se trata de un vehículo pesado, 1.860 kg, si bien no se echa en falta más potencia para circular con agilidad en la mayor parte de las circunstancias. Salvo para quien valore mucho la capacidad de aceleración, no nos parece recomendable optar por la versión de mayor potencia (190 CV).
En nuestro recorrido habitual de consumo que es de ida y vuelta por una autopista con pendientes importantes, circulando a una velocidad media real de 120 km/h ha necesitado 8,6 litros a los 100 km. Es un consumo más bien alto teniendo en cuenta que, por ejemplo, un Mazda CX-7 2.2 CRTD de 173 CV (que además de ser más potente es más veloz y grande) necesitó 8,5 litros a los 100 km —en el mismo recorrido y condiciones similares—.