En el nuevo Land Rover Freelander cambia principalmente el aspecto exterior. Mecánicamente es igual que el anterior modelo.
Si tomamos como referencia a la versión que será la más vendida (Diesel de cinco puertas), la relación entre precio y equipamiento es intermedia. Es algo más costoso que los coreanos y algo menos que los japoneses, como se puede ver en esta tabla.
En prestaciones y consumo también está dentro en un nivel intermedio, con relación a otros modelos de tamaño y potencia semejante (ficha comparativa).
El motor Diesel tiene 2 litros de cilindrada, 112 CV de potencia máxima si lleva cambio manual, y 109 CV si lo lleva automático (llamado «ComandShift»). Es una versión del anterior motor Diesel BMW de 1.950 cm³.
Se desenvuelve bien en campo por su sistema de tracción (sencillo pero eficaz) y por una altura libre algo mayor que la de sus competidores. En carretera es ágil y —con el motor Diesel— ruidoso.
En diseño de los faros es semejante al que estrenó el Range Rover. Cambia mucho la parte delantera, por la forma del paragolpes y la decoración de las entradas de aire. Los dos paragolpes están pintados, lo que puede que le dé un aspecto mejor pero los hace más vulnerables a eventuales arañazos (en campo o en ciudad). Los pilotos están colocados más altos, lo que hace que se ensucien menos.
La estructura del salpicadero es similar, pero el diseño de la parte central es distinto. Hay varios mandos e interruptores que han cambiado de sitio y la instrumentación está distribuida de otra manera.