El Citroën C-Zero tiene el mismo tacto en aceleración y a baja velocidad que todos los coches eléctricos que he probado. Es el mismo tacto que se tiene con los mandos del Scalextric al acelerar. Especialmente a baja velocidad, la sensación de todos ellos es muy parecida. Algunos aceleran más y otros menos, pero en todos los casos es una aceleración lineal. Es muy posible que esa sensación se deba en gran medida a que no existe ruido del motor que acompañe a la aceleración.
El C-Zero, por dimensiones y diseño, no está concebido para circular por autopista. No he tenido oportunidad de realizar una frenada fuerte, pero no da confianza para hacerlo a más de 100 km/h, aunque lleva ABS. Las ruedas son de 145 milímetros de anchura, más estrechas que las delanteras de un smart fortwo. Es una medida —145/55 R15— muy poco utilizada en la actualidad y que puede suponer alguna dificultad para encontrar recambio.
Especialmente en las ciudades, circular sin ruido de motor es gratificante. La aceleración a baja velocidad es el otro aspecto destacable. Incluso en los coches eléctricos menos potentes, se puede entrar a las rotondas con mucha aceleración, circunstancia que ayuda mucho a desenvolverse con seguridad.
He tenido la oportunidad de buscar la velocidad máxima del Citroën C-Zero, en una autopista plana, con mucho viento, en Suecia. Me he arriesgado porque la limitación de velocidad en suecia es de 110 kilómetros por hora en autopista y he acelerado a tope. La velocidad punta de la que no ha pasado ha sido de 135 km/h de marcador. El C-Zero como sus equivalentes de Peugeot —iOn— y Mitsubishi —i-MiEV—, es un coche estrecho y relativamente alto, sensible al viento lateral.