El nuevo Q5 de segunda generación mide 4,66 metros de longitud, 1,89 metros de anchura y 1,66 metros de altura. El modelo precedente es ligeramente más corto, prácticamente igual de ancho y ligeramente más bajo (mide 4,63 m de longitud 1,90 m de anchura y 1,63 m de altura).
La suspensión es diferente. Ahora tiene cinco brazos en cada rueda. Estos y los cojinetes están realizados en aluminio forjado, mientras que los bujes son de acero forjado; para los subchasis, Audi emplea ambos materiales. El aluminio también se utiliza en las pinzas de freno delanteras (que pueden ser de cuatro o seis pistones, según la versión), en partes del chasis y en el capó y el portón. La reducción de peso respecto al Q5 anterior —90 kg en el mejor de los casos— también se logra mediante el empleo de aceros de distinta dureza y espesor, y porque el depósito de combustible tiene 10 litros menos de capacidad (65 en vez de 75 l).
El coeficiente aerodinámico ha mejorado mucho (de 0,33 a 0,30 en todas las versiones de cuatro cilindros). En la versión 2.0 TFSI de 252 CV, unas láminas móviles permiten o impiden el paso de aire hacia el vano motor (imagen). Cuando están cerradas, porque no se requiere la refrigeración que aporta el caudal de aire, la aerodinámica es mejor y el consumo mejora.
En función del motor, hay dos tipos de tracción total. La versión Diesel 3.0 TDI —cuyo motor es de seis cilindros— tiene un sistema permanente cuyo mecanismo de transmisión entre el eje delantero y trasero contiene un diferencial central autoblocante. En el resto de versiones —que tienen motores de cuatro cilindros—, el sistema es de conexión y desconexión automática. Audi lo llama quattro ultra.
El sistema quattro ultra está compuesto por un embrague multidisco a la salida de la caja de cambios, que acopla, cuando es necesario, el eje de transmisión que mueve las ruedas traseras. En el diferencial trasero hay un engranaje que puede desacoplar los palieres del eje de transmisión, algo que ocurre cuando se abre un segundo embrague alojado en el diferencial. Así se evita que las ruedas traseras tengan que arrastrar esa parte del sistema y esto incremente el consumo. Este sistema es un desarrollo hecho por Audi y Magna (Land Rover tiene en el Discovery Sport algo parecido llamado Active Driveline —la composición no es igual pero el resultado es parecido; información técnica en el Range Rover Evoque— ideado por GKN).
La versión Diesel 3.0 TDI tiene un diferencial trasero activo (Audi lo llama deportivo), que puede transmitir la fuerza del motor a una u otra rueda, lo que sirve para alterar el comportamiento del vehículo en curva. El cambio automático también es distinto en esta versión Diesel. Tiene ocho marchas y es de convertidor de par; en el resto, es de siete relaciones y de doble embrague.
La dirección puede ser de desmutiplicación fija o variable (es decir, la relación entre lo que se mueve el volante y lo que tuercen las ruedas cambia en función de la velocidad a la que se circule y de cuánto se gire).
Audi ofrece dos suspensiones como alternativas a la de serie, que es de muelles helicoidales. Una de ellas tiene amortiguadores que se pueden reemplazar por unos cuya firmeza se regula electrónicamente (1195 €); en la otra, los muelles son neumáticos y los amortiguadores regulables (2385 €). Esta última varía la altura de la carrocería para mejorar la aerodinámica (reduce la altura) o la sube si se seleccionan los programas de conducción todoterreno (allroad y offroad). Cuando está en esta última, la altura libre al suelo es 231 mm, 23 mm más que con la de serie.