El interior del A1 es más llamativo por presentación que por materiales. Audi ha cuidado muy bien el ajuste en todas las superficies que están a la vista, de forma que no haya holguras que llamen la atención. Todas las piezas encajan de forma precisa. Sin embargo, hay profusión de plásticos duros que le dan, en general, un aspecto sencillo, habitual en otros turismos que valen mucho menos que el A1. La única pieza de material acolchado presente en el habitáculo es la de la parte superior del salpicadero.
Tanto las puertas delanteras como las traseras tienen un panelado hecho de piezas bien ensambladas y acabadas, pero también de plástico duro. Los huecos de las puertas no tienen las aristas vivas por la cara interna, sino bien rematadas, pero no están cubiertos por un fieltro o una goma que evite ruidos al depositar objetos pequeños. Tampoco el que hay bajo el reposabrazos —imagen—, de forma que cualquier cosa que se deposite dentro —como el mando del garaje o unas llaves—, hacen ruido en las curvas.
Para que algo cruja o ceda a la presión en la consola central o en algún lugar que esté al alcance de la mano, hay que hacer fuerza con los dedos y a conciencia, por lo que durante la marcha no se oye ningún tipo de ruido procedente del habitáculo. El plástico negro brillante que hay frente al copiloto, rodeando los aireadores —imagen—, sí puede crujir con más facilidad, pero no lo hace en marcha. El tapizado del techo está cuidado como en los modelos de gama superior de Audi, enrasado perfectamente al cristal de la luna delantera y a los pilares.
Tanto el coche de nuestra prueba como los que condujimos durante la presentación internacional tenían mucho equipamiento y es difícil extrapolar impresiones para alguien que pueda subirse a un A1 Sportback más básico. Las molduras de colores, los asientos con costuras a contraste, la instrumentación con la pantalla más grande disponible o el sistema multimedia más avanzado lo hacen muy vistoso y generan una buena sensación al acceder por primera vez al coche. Esta posibilidad de personalizar ampliamente y de forma nutrida el interior es, a mi modo de ver, la única ventaja plausible de adquirir un A1 Sportback frente a sus competidores más baratos.
El orden de los mandos está bien estudiado y es fácil hacerse al coche rápidamente. Para el climatizador y para algunos asistentes a la conducción, Audi ha conservado botones tradicionales de muy buena factura —imagen—. El resto de funciones se manejan a través de la pantalla táctil. El volumen del equipo de sonido se puede controlar con un mando aislado del resto —o desde el volante—, pero a veces la tendencia natural es a girar la ruleta que queda más a mano, que en este caso es la de la temperatura del conductor —imagen—.
Técnicamente no tengo dudas sobre el sistema multimedia y sobre la pantalla. Es la que mejor funcionamiento ofrece entre las alternativas al A1 Sportback, principalmente porque tiene el mismo procesador que en modelos superiores —el A7 Sportback o el A8— y se nota por la fluidez con que funciona, por la cantidad de opciones disponibles y porque reconoce la escritura a mano aunque se haga de forma descuidada y veloz. Esto no significa que sea la que más me guste por facilidad de uso, puesto que prefiero sistemas que tienen algunos botones alrededor, como el del Hyundai i20 —imagen—, porque las distracciones son menores. La instrumentación «virtual cockpit» —imagen—, se ve perfectamente y ofrece una información clara, precisa y muy variada a través de los diferentes menús disponibles. No se me ha dado ninguna situación de conducción en la que algún reflejo restase visibilidad.
En mis primeras impresiones dije que lo que menos me convencía del A1 Sportback era el puesto de conducción, pero con el paso de los kilómetros me he acostumbrado y no me ha supuesto mayor inconveniente. Quizás se deba a que la plataforma es compartida con coches muy dispares, entre los que está el SEAT Arona, pero la postura a los mandos es muy parecida y se supone que el Arona es un pequeño «SUV». La banqueta, aun en su posición más baja, queda a una distancia del piso del coche que hace que las piernas vayan bastante flexionadas, más de lo deseable en mi caso, que me gusta conducir con las piernas más estiradas y con los pedales más cercanos a la vertical, como en un MINI, por ejemplo.
La posibilidad de mover el volante, el asiento y el cinturón en un margen amplio permite acomodarse a personas de tallas muy dispares sin problema. El mullido de los asientos es firme y, al menos a mí, tras un viaje de 570 km, me resultaron un poco duros. Son generosos en tamaño.
La amplitud es normal en relación a las dimensiones del coche. La anchura en las plazas delanteras ha mejorado en dos centímetros respecto al A1 Sportback 2015 —tabla de mediciones comparativa—, aunque se sigue viajando cerca de las puertas y es fácil hacer contacto con el acompañante si se comparte el reposabrazos central. Hay 136 cm, seis centímetros más que en un MINI 5 puertas, una diferencia a considerar para ocupantes de espalda ancha.
La altura al techo delante es más que suficiente para personas de gran estatura, al menos sin la opción de techo solar —según nuestros datos, ha mejorado en cuatro centímetros—. Además, el salpicadero no se introduce mucho en el espacio del copiloto y facilita que este tenga sensación de amplitud frente a él. Los mandos quedan a mano y la visibilidad es buena hacia delante, aunque el grosor de los pilares delanteros es notable. Hacia atrás es fácil cogerle la medida al coche porque se calcula bien la posición de las esquinas. La cámara de aparcamiento no me parece una opción imprescindible, aunque ofrece una calidad de imagen muy buena y un campo de visión bueno.
En las plazas traseras hay una ganancia en espacio notable respecto al anterior A1 Sportback, de cuatro centímetros más en longitud para las piernas. Dan un desahogo que se agradece, porque el A1 Sportback de primera generación era una de las alternativas menos aconsejables para llevar a cuatro adultos. Ahora queda en una posición intermedia entre sus alternativas, penalizado porque la altura atrás no es grande y porque, en anchura, un Volskwagen Polo, con el que comparte plataforma, lo supera en ocho centímetros. Bajo las banquetas delanteras hay hueco suficiente para meter los pies.
En resumen, comparado con el Ford Fiesta, el SEAT Ibiza, el Škoda Fabia y el Volkswagen Polo, el A1 Sportback tiene unas plazas delanteras con una amplitud intermedia entre el mejor y el peor, y unas plazas traseras claramente más estrechas que la mayoría y similar espacio para las piernas.
El maletero tiene formas regulares, sin recovecos ni pliegues que dificulten aprovechar toda su capacidad. Lo cubre una tablilla sencilla, que pesa muy poco y que se sujeta al portón por dos cordones. Hay dos ganchos de plástico en el vano principal —imagen—, otros dos de metal anclados a la carrocería —imagen—, un punto de luz y una tabla en el fondo que se puede colocar a dos alturas, bajo la cual hay simplemente el hueco para la rueda de repuesto ocupado, en el caso del coche que hemos probado, por el altavoz de graves —imagen— del equipo de sonido opcional Bang & Olufsen —cuyo rendimiento me ha parecido muy bueno, ciertamente—. En los coches de la presentación internacional, el hueco estaba ocupado por el kit de reparación de pinchazos y las herramientas. La pieza de poliestireno que sirve para colocar todos estos elementos ya no tiene los huecos adicionales para depositar pequeños bultos que sí tenía en el anterior A1 Sportback.