Opel Insignia (2009) | Impresiones del interior
En relación a otras berlinas de su tamaño, como el Ford Mondeo, el Insignia tiene una desventaja de espacio en las plazas traseras (también es más pequeño que el Vectra, modelo al que reemplaza). No es poco espacioso en términos absolutos; lo es en relación a su tamaño exterior. Esto se debe en parte a su silueta, con cierto aire de cupé —como el Volkswagen CC—, que resta algo de funcionalidad y espacio al interior.
La altura libre al techo es escasa, especialmente en la carrocería de cinco puertas (el de cuatro tiene aproximadamente 1 cm más en esta cota). Una persona de hasta 1,80 m que se siente perfectamente erguida rozará de forma clara con el guarnecido del techo. Si lleva una postura un poco más tendida, sin pegar su cadera con el respaldo, no tendrá problemas.
El Insignia tampoco es grande por anchura en las plazas traseras, ni por espacio para las piernas, pero en estas cotas es comparativamente mejor que por el dato de altura al techo (mediciones interiores). El acceso a las plazas traseras no es especialmente cómodo, pues las puertas no dejan un hueco grande para pasar; una persona voluminosa que no se agache convenientemente puede pegar con el techo al entrar.
El maletero es voluminoso y, además, tiene una rueda de repuesto del mismo tamaño que las otras cuatro. Lo que ocurre es que su volumen es poco aprovechable porque tiene muy poca altura entre el fondo y su parte superior.
La visibilidad que tiene el conductor en todas las direcciones no es peor que la de otros coches modernos (en los que cada vez hay más chapa y menos superficie acristalada). El único fallo claro no se debe a la forma de la carrocería, sino a la de los espejos retrovisores. Tienen una forma afilada en su extremo que, en ocasiones, impide ver bien a los vehículos que nos rebasan.
El puesto de conducción de las versiones con cambio automático es mejor que el de las versiones con cambio manual. Si lleva cambio manual, para meter la segunda marcha hay que llevar el brazo demasiado hacia atrás y muy cerca del cuerpo. Además, con cambio automático el conductor tiene más libertad para colocarse a su gusto respecto a los pedales y al volante, porque su posición en relación a la palanca de cambio es poco relevante.
La distribución de los mandos, en general, nos parece mejorable. Por una parte, para manejar el ordenador de viaje hay que soltar la mano izquierda del volante, pues sus funciones se visualizan pulsando hasta tres mandos que hay en la palanca de luces de intermitencia.
En función del nivel de equipamiento, la pantalla central se gestiona parcialmente con un mando giratorio al estilo del «i-Drive» de BMW o al «MMI» de Audi —el del Opel tiene muchas menos funciones—. Está situado tras la palanca de cambios (imagen). Este mando sirve para gestionar únicamente ciertas funciones del navegador, del equipo de sonido y del teléfono. En las variantes que no llevan este mando, hay un pequeño hueco para depositar objetos (imagen). Este mando me parece un acierto, porque es fácil manipularlo sin necesidad de desviar la vista de la carretera, pero a diferencia de los mandos de BMW o Audi, el del Insignia no ha servido para reducir el número de botones de la consola, sino para duplicarlos.
El interior tiene suficientes sitios para dejar las cosas que normalmente se llevan encima, como la cartera, unas llaves o el teléfono móvil. Entre los asientos, en las versiones con freno de mano eléctrico, hay un espacio para dos latas que se cubre con una cortinilla y un hueco mayor bajo el reposabrazos central. Además, hay un cajetín en el salpicadero, frente a la rodilla izquierda del conductor (de buen tamaño) y en las bolsas de las puertas delanteras caben tumbadas botellas de 1,5 litros.
El aspecto de calidad del interior del Insignia no es superior al que dan otras berlinas modernas, como el Volkswagen Passat, el Honda Accord o el Toyota Avensis. Los materiales de recubrimiento de la consola o de las puertas no me parecen de una calidad notable. En las primeras unidades del Insignia (finales de 2008) no era raro encontrar bordes cortantes y afilados (por ejemplo en la tapa de la guantera y en el cajón que hay entre los asientos); los modelos más recientes parece que tienen una mayor calidad de acabado.
Me parece una falta importante que ningún hueco destinado a depositar objetos tenga el fondo tapizado o recubierto de goma para evitar ruidos cuando se deja algo en ellos. Otros detalles, sin embargo, son muy buenos. Por ejemplo, la apertura del capó está asistida por un muelle.
La iluminación interior parece de buena calidad, por cantidad de puntos de luz. El Insignia lleva luz ambiental roja, que, según Opel, será incluida en el futuro en otros modelos. La instrumentación puede ir iluminada en color blanco o rojo. Éste sólo cuando se selecciona la función «Sport» de la suspensión de dureza variable, si se dispone de ella.