Mercedes-Benz Clase B F-CELL (2009) | Impresiones de conducción
Conducir un Mercedes-Benz Clase B F-CELL no requiere ningún comportamiento especial. El funcionamiento es igual que el de cualquier vehículo con cambio automático —lleva uno de variador continuo («Autotronic»), el mismo que hay disponible en otras versiones del Clase B—.
La principal diferencia es la ausencia de ruido procedente del motor. Éste sólo se escucha ligeramente en el habitáculo, con el equipo de sonido desconectado, cuando se acelera con decisión. Es un silbido que recuerda al sonido que produce un avión al despegar —cuando éste está a cierta distancia—. No es nada molesto y casi imperceptible.
El motor eléctrico acelera con fuerza desde el primer momento, lo que permite salir desde parado y circular en tráfico urbano con gran soltura, mayor que una versión Diesel o de gasolina de similar potencia. Tiene una buena respuesta en carretera, aunque puede faltarle algo de fuerza para realizar adelantamientos en poco espacio.
Tiene una función para dar la máxima aceleración. Al final del recorrido del pedal del acelerador hay un segundo tope («Quick-Down») que permite obtener toda la potencia del motor. En ese momento, el Clase B F-CELL gana velocidad con rapidez.
Cuando se maniobra a baja velocidad, el motor eléctrico utiliza exclusivamente la energía almacenada en la batería de iones de litio. Si no es suficiente, se conecta automáticamente la pila de combustible para incrementar la fuerza del motor.
El conductor puede comprobar cuánta energía va consumiendo gracias al indicador ubicado en la parte derecha del cuadro de instrumentos. Muestra la información en una escala de 0 a 100 kW. Es una esfera similar a la del contrarrevoluciones del resto de versiones del Clase B salvo porque va pintada en dos colores —verde y rojo—. La zona verde está dividida en dos: por debajo de 0 kW que indica que la batería se está recargando —en fases de deceleración— y de 0 a 60 kW. A partir de ahí comienza la zona roja.
Normalmente, el motor eléctrico funciona entre 20 y 60 kW, aunque si se pisa el pedal del acelerador con decisión llega a 80-90 kW. Una vez superado el segundo tope del pedal («Quick-Down»), el motor funciona a más de 90 kW aunque, en el recorrido que realicé con el Clase B F-CELL (66 km), no logré que la aguja llegará 100 kW, siempre se quedó justo antes.
Tras un trayecto de 166 km por autovías y carreteras de doble sentido a ritmo tranquilo pero con algunas fuertes aceleraciones, a una media de 67 km/h, el indicador del depósito de hidrógeno del Clase B F-CELL —una pequeña esfera ubicada a la izquierda del cuadro de instrumentos— estaba ligeramente por debajo de la mitad de su capacidad. El ordenador de viaje indicaba que quedaba 1,34 kg de hidrógeno y la autonomía era de 115 km. El consumo medio en ese recorrido fue de 1,33 kg/100 km, por encima del valor medio dado por Mercedes-Benz (1 kg/100 km).