Fiat 500 y 500C (2016) | Impresiones de conducción
La suavidad de los mandos de conducción —especialmente del volante—, la agilidad al maniobrar y la buena respuesta del motor 1.2 de 69 caballos hacen del Fiat 500 una buena alternativa para desplazarse por ciudad. A estas aptitudes se unen la buena visibilidad hacia delante y hacia los lados (pero no tanto hacia atrás), un consumo bajo y una suspensión bien ajustada, que ayuda a convivir con los habituales resaltos del entorno urbano y el asfalto mal conservado. La amortiguación no es blanda en compresión pero tampoco seca en los baches y deja que la carrocería se balancee moderadamente en curvas fuertes.
Con el mismo motor hemos probado la versión 1.2 GLP, que dispone de dos depósitos de carburante para emplear indistintamente gasolina y GLP. En esta información específica contamos los detalles.
Fiat introdujo ligeros cambios en la amortiguación al actualizarlo en 2016, aunque no dio detalles al respecto. Con ellos dijo que aumentaba el confort de marcha. También cambió los discos de freno de las versiones menos potentes por unos de mayor diámetro. Una apreciación que hicimos de diferentes unidades probadas de los primeros Fiat 500, era que la estabilidad en frenadas fuertes era mala, tanto en línea recta como en curva. Este asunto mejoró pero no ha sido totalmente solucionado con el paso de los años. Al pisar el freno a tope, la trayectoria del coche no se mantiene totalmente estable y es necesario sujetar bien el volante y hacer pequeñas correcciones para compensar los movimientos del eje trasero.
No obstante, nunca llega a ser inquietante. En caso de llegar a comprometer el agarre y que se produzca un derrape en el eje trasero, el control de estabilidad actúa intesamente con rapidez. Además, no puede ser desconectado.
Circulando a una velocidad media real de 120 km/h en nuestro recorrido de consumo habitual, necesitó 6,5 litros de gasolina cada 100 km, una cifra intermedia respecto a la de otros competidores que hemos probado. Sin embargo, ha sido uno de los modelos, con menos de 70 caballos de potencia, más veloces de nuestras mediciones, empleando 13,6 segundos en acelerar de 80 a 120 km/h. Solo es superado por el Peugeot 108 1.0 VTi de 68 CV (13,4 s) —tabla comparativa de prestaciones—.
En ciudad es donde mejor se desenvuelve porque el motor tiene potencia suficiente para mover con agilidad la carrocería desde prácticamente ralentí. No es un motor «perezoso» a bajo régimen, como puede suceder con el de un Renault Twingo. Tiene un sonido agradable y nunca excesivo, y el manejo de la palanca de cambios, de recorridos cortos, precisa y bien ubicada en la consola central, hacen agradable su conducción. A partir de 55 o 60 km/h se puede engranar quinta velocidad sin que se perciban vibraciones al acelerar suavemente. El consumo en ciudad es normal. El sistema de arranque y parada del motor es opcional —465 euros— y funciona bien, sin apenas percibirse y sin actuar inoportunamente.
En el salpicadero del Fiat 500 hay un botón que activa la función City, que reduce la resistencia al giro del volante. No es una función que considere imprescindible a la hora de maniobrar, porque sin ella activada la dirección ya está muy asistida y requiere muy poco esfuerzo. La diferencia de dureza es pequeña. La pantalla de instrumentación de cinco pulgadas es opcional. Ya estaba disponible en el anterior 500. La información es suficiente en cuanto a cantidad, pero no en cuanto a facilidad de interpretación. Está muy agrupada —imagen—, los diales que indican las revoluciones del motor y de la gasolina no son intuitivos, por lo que creo que es más recomendable la instrumentación clásica de aguja.