He conducido las versiones 535i de 306 CV (gasolina) y 530d de 245 CV (Diesel) —esta última, en septiembre de 2012, fue reemplazada por una de igual denominación pero 258 CV—. La sensación que he tenido es que cualquiera de los dos tienen la fuerza suficiente como para viajar con una reserva de aceleración grande en casi cualquier circunstancia. Salvo que se pise el acelerador a fondo, algo que apenas he probado, no hay mucha diferencia entre ir a los mandos de uno o de otro, porque su respuesta es parecida.

Tampoco hay una diferencia grande de suavidad; el 530d tiene una cierta vibración en el volante cuando el motor funciona al ralentí, pero una vez que comienza la marcha, la suavidad de funcionamiento es, a mi juicio, equiparable en ambos modelos. Para la mayor parte de los conductores, la mayor diferencia entre uno y otro será de consumo: en recorridos parecidos con el 535i era muy difícil bajar de unos 11,0 l/100 km y con el 530d era posible consumir poco más de unos 9,0 l/100 km.

El funcionamiento del cambio de marchas automático me ha dejado una impresión sensacional. Lo mejor es que puede seleccionar marchas con gran rapidez (aunque el motor tenga que reducir muchas marchas seguidas) y porque tiene mucha capacidad para ir la mayor parte del tiempo en la marcha más adecuada. Por ejemplo, para permitir que el motor dé cierta retención, en una pendiente pronunciada no engrana marchas largas.


El Serie 5 Gran Turismo tiene una gran estabilidad lineal en carreteras rápidas y, como los motores son potentes, es fácil mantener una elevada velocidad.

En carreteras de curvas hay conductores que pueden llegar a notar que los asientos van más altos que en un turismo normal; no es que la carrocería balancee mucho, lo que ocurre que los ocupantes notan más la fuerza lateral en las curvas.

La mayor diferencia que he notado en el Serie 5 Gran Turismo, respecto a las mejores berlinas de este tipo es que, a más de unos 140 km/h, en el Serie 5 Gran Turismo se viaja con un ruido aerodinámico algo mayor.