Bentley Mulsanne (2016) | Impresiones de conducción
El Mulsanne, especialmente en el caso de la versión de batalla extendida, es un vehículo concebido para viajar principalmente en las plazas posteriores, y lo cierto es que se nota nada más echar a rodar. Además de por todas las atenciones citadas en el apartado de Impresiones del interior, también es así por el soberbio nivel de comodidad y silencio y sobre todo, por la elevada sensación de aislamiento del exterior que se vive a bordo. En estos aspectos, el Bentley es netamente superior a los Audi A8, Mercedes-Benz Clase S y BMW Serie 7, vehículos de lujo mucho más modernos pero con menos atención por el detalle y más pequeños (aunque también mucho más asequibles y avanzados tecnológicamente). Posiblemente, los Rolls-Royce Ghost y Mercedes-Maybach Clase S se parezcan más al Mulsanne en estos aspectos, pero no los hemos probado y, por lo tanto, no podemos establecer una comparación directa.
Para la suspensión del Mulsanne, Bentley ha utilizados muelles neumáticos en ambos ejes y unos amortiguadores controlados electronicamente con tres niveles de ajuste predefinidos (Comfort, Bentley y Sport) seleccionables mediante un mando destinado a tal fin en la consola (imagen). Las diferencias entre los tres niveles son muy sutiles y tienen en común un ajuste muy blando en el que prima el confort por encima de cualquier otra cualidad. Prestando mucha atención sí se puede percibir que, al seleccionar el modo más firme, la carrocería se mueve ligeramente menos al tomar curvas o rotondas, pero en ningún caso se puede calificar de «deportiva», como podría dar a entender la denominación «Sport».
El Mulsanne de batalla extendida es un vehículo muy voluminoso y extremadamente pesado (mide 5,82 metros de longitud y su masa es de casi 2800 kilos), y se nota en casi toda circunstancia. En autopista o vías rápidas no supone un inconveniente, pero en ciudad, vías de circunvalación o carreteras estrechas, sí hay que estar más atento de lo normal para, por ejemplo, detener el vehículo a tiempo ante un imprevisto (es necesario pisar el pedal de freno con fuerza para obtener una buena deceleración), girar a tiempo para doblar una esquina (la dirección es lenta y pesada) o mantener el vehículo entre las líneas que delimitan el carril (su anchura, incluyendo los retrovisores, supera los dos metros).
Pero a pesar del peso y el tamaño, el Mulsanne es un coche muy rápido gracias a un motor muy potente y con un rendimiento muy bueno (tiene 513 CV y 1020 Nm de par máximo; ficha técnica). Su funcionamiento es extremadamente suave y empuja con mucha fuerza desde practicamente el ralentí, aunque el lapso de tiempo que pasa entre que se pisa el acelerador y el coche comienza a ganar velocidad es bastante grande. Su sonido, sin ser estridente, denota potencia y me ha parecido bonito y plenamente acorde con el tipo de vehículo.
En esta ocasión no hemos podido medir las prestaciones del Mulsanne, pero según Bentley, la variante de batalla extendida es capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 5,5 segundos y alcanzar 296 km/h de velocidad máxima. El consumo medio homologado es 14,6 l/100 km, aunque en condiciones reales de circulación, es fácil ver cifras cercanas a los 20 l/100 l en el ordenador de viaje. A pesar de ello la autonomía no es especialmente reducida porque el depósito de combustible tiene 96 litros de capacidad.
La caja de cambios automática del Mulsanne juega un papel fundamental en la percepción de suavidad de funcionamiento y refinamiento general que transmite el vehículo. Es de tipo convertidor de par, está fabricada por el especialista ZF y tiene ocho relaciones, relaciones que se suceden entre sí sin que el conductor y los pasajeros apenas adviertan más que un pequeño cambio en el ruido del motor: no hay tirones ni vibraciones en ningún momento. Es posible realizar los cambios de marcha de manera manual mediante unas levas que hay tras el volante (de metal auténtico; imagen), aunque dado el excelente funcionamiento en modo automático y la fuerza que proporciona el motor con independencia de la marcha seleccionada, rara vez necesitaremos acudir a ellas.
Pero si hay un aspecto en el que el Mulsanne no sobresale en absoluto frente a sus alternativas (e incluso frente a vehículos mucho menos costosos) es en los sistemas de seguridad y ayuda a la conducción. Únicamente tiene un detector de vehículos en el ángulo muerto de los retrovisores, un programador de velocidad activo, unos faros adaptativos de ledes o un sistema de cámaras que generan una vista cenital del vehículo. Bentley no ofrece, ni opcionalmente, un sistema de alerta por cambio involuntario de carril, uno de aparcamiento semi-automático o un head-up display.