Bentley Continental GT Convertible (2019) | Impresiones de conducción
El GT Continental Convertible V8 es un coche para pasear. Y también es un coche con el que ir rápido.
Durante una conducción relajada se disfruta de una calidad de rodadura muy alta. A bordo de este Bentley el asfalto parece menos rugoso de lo que es y los baches menos abruptos. Llega a sorprender cómo supera los pasos de peatones sobreelevados. Los que tienen un perfil alto parecen más bajos y los que son bajos, casi ni se notan. Las manos del conductor apenas reciben vibraciones cuando sujeta el volante, incluso a ralentí son mínimas.
El motor pasa desapercibido si la demanda de potencia es poca. Si se acelera poco, aumenta la entrega de potencia manteniendo la discreción. Está ahí y devuelve lo que se le pide. Sin estridencias, con suavidad, en silencio. Pero si se le pide guerra, la da. El característico gorgoteo de un motor de ocho cilindros sale a relucir de entre todos los sonidos que llegan a los oídos, como si en una orquesta todos los instrumentos, menos uno, disminuyesen su participación en la melodía. No es un solo, porque el solo se ejecuta cuando se selecciona el modo de conducción Sport. Una válvula en el escape deja paso extra a la salida de gases, el sonido se incrementa e, incluso llegan a oírse unos leves petardeos cuando se levanta bruscamente el pie del acelerador. A techo abierto, la conducción por una carretera de curvas es adictiva ya solo por los sonidos de motor, escape y de las válvulas de descarga de los turbocompresores aliviando el exceso de presión.
Durante la conducción deportiva el cambio automático de ocho relaciones saca a relucir una de sus virtudes: es posible que no sorprenda que, durante una conducción normal, la selección de marchas sea de tal suavidad que pase desapercibida salvo que se mire el cuentavueltas o se esté atento al ruido del motor. Pero que los cambios de marchas sigan siendo igual de suaves en una conducción rápida es digno de mencionar. Da igual que suba marchas o que las quite. Ni un solo tirón. Una consecuencia de esa delicadeza es que la trayectoria del Continental GT Convertible no se ve alterada. Además, es una caja de cambios muy rápida. No sé decir si más o menos que otras rápidas como la PDK de Porsche. Quizás la de Bentley sea más lenta pero la diferencia, de haberla, no tienen ningún tipo de consecuencia en la conducción.
Este cambio tiene dos modos de funcionamiento automáticos —normal y deportivo— además del manual mediante la utilización de las levas que hay en la columna de la dirección (que no son de un material «noble» sino del mundano plástico, eso sí, recubierto con un vistoso cromado a juego con muchas piezas del interior). Las levas son pequeñas y giran solidarias con el volante. El modo deportivo sirve para conducir a un ritmo ágil, pero se queda corto si la conducción busca el máximo rendimiento. En esta circunstancia lo mejor es elegir las marchas a voluntad.
Esta generación me ha parecido claramente más ágil que la anterior y me ha dado más confianza para buscar sus límites. Tiene una ventaja clara en el peso (2335 kg en vez de los 2545 de antes). También se puede conducir con mayor precisión porque la dirección y la suspensión lo permiten. Las sensaciones en el modo Sport y en el confort son notables.
Los frenos, frenan. Sin más. No he podido medir sus prestaciones durante la toma de contacto, pero para mi gusto les falta un poco de «chicha» si se hace uso intensivo de toda la potencia del motor, aunque han aguantado bien el trato exigente que les he dado durante parte de la prueba. Opcionalmente se pueden pedir unos de discos carbocerámicos. Los neumáticos del coche que he conducido son Pirelli PZero de distinta medida según el eje: 275/35 ZR22 delante y 315/30 ZR22 (los de serie van en llantas de 21”).