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Me llama Fernando Poveda —Responsable de Comunicación Renault&Alpine— a principios de febrero y me dice que va a inscribir tres Renault 5 E-Tech en el EcoRally de la Comunitat Valenciana, que se disputará a finales de mes. Me llama para invitarme a participar con uno de sus coches. Mi primera respuesta es: «No. Gracias Fernando. Pero no». Mi experiencia con varias organizaciones de los EcoRallyes y con las Federaciones de automovilismo —española e internacional— es tan nefasta, tan horrorosa, que se me han quitado las ganas de correr EcoRallyes para siempre.

Sin embargo, Fernando Poveda es mucho Fernando. Es, probablemente con mucha distancia y salvo alguna excepción, el mejor Jefe de Prensa de todas las marcas españolas de automovilismo con las que tengo relación. Le apasionan los coches, conoce la información de su producto al dedillo, si le preguntas algo y no lo sabe, se preocupa por saberlo de forma inmediata y de contestarte. Que yo sepa, nunca se ha dedicado al periodismo de coches, pero entiende perfectamene nuestra profesión, se desvive por hacerla más fácil y porque la información que llega a nuestros lectores, el único motivo por el que tiene sentido nuestro trabajo, sea lo más rápida, precisa y ágil posible. No es un relaciones públicas que va siempre con una sonrisa falsa dibujada en la cara.

Una competición entretenida

Al contrario, Fernando no para de sonreir, pero de forma natural, porque le apasiona saber y porque le apasiona hacer bien su trabajo. Es una joya casi única en el panorama actual, salvo por alguna otra excepción. A mí, que ya estoy cerca del retiro, me apetece cuidar a los buenos responsables de comunicación. Por el bien de los lectores, que es el único motivo por el que tiene sentido este trabajo, si lo realizas con honestidad.

Por estas razones, decirle que NO a su oferta me generaba desasosiego. Pero la realidad es que no me apetecía nada participar en un ECOrally, debido a la presencia de delegados y representates de la FIA y de la RFEdA, que tratan con displicencia y hasta con mala educación en algunas ocasiones a los participantes.

Por otro lado, si no fuera por estos inconvenientes, siempre me apetecería participar en ECORallyes, porque es una competición entretenida, porque el ambiente entre los participantes es bueno y porque competir es divertido. Además, me lo proponía Fernando y me proponía nada menos participar con un R5, un coche que todavía no había conducido.

Piloto y copiloto

Con tantos motivos a favor de participar y con tan pocos a favor de no participar —pero que te quitan tanto las ganas— me inventé una fórmula que a mí me apeteciera y que no sabía si Fernando iba a aceptar. Hablé con él y le dije: «Fernando, acepto participar en el ECORally, pero con una condición: voy de copiloto, que no lo he hecho nunca, y tú vas de piloto».

No recuerdo cuánto tardó Fernando en contestar y para mí sorpresa la respuesta fue afirmativa. «Reto aceptado». No había vuelta atrás. Manos a la obra. Montamos la sonda entre los dos —la sonda permite medir los giros de la rueda y de esta forma asignando un diámetro u otro a la rueda, puedes ajustar con precisión la medida establecida por el organizador en cada tramo—, probamos que funcionaba correctamente y nos dirigimos al rally.

A Fernando le tocó pasar sin acompañante el proceso de verificación obligatorio.



En las verificaciones, a las que yo no pude asistir debido a que tenía trabajo en Madrid ese jueves, a Fernando le tocó recibir los comentarios groseros y maleducados habituales del delegado técnico de la FIA con los participantes que él no conoce o que no sé por qué motivo le parecen merecedores de sus invectivas groseras. Esta vez me lo ahorré, pero no me explico este maltrato a los participantes. ¿Qué sería de los ECOrallyes si no hubiera participantes? En fin, algún día escribiré sobre esto. Qué pena me da que una disciplina deportiva tan entretenida vaya asociada a estos momentos tan desagradables para los participantes. Pero, además, no me explico las razones de esos comportamientos.

¡La Guardia Civil!

El viernes por la mañana empieza el rally y me noto oxidado. Nunca había hecho las funciones de copiloto, pero muchas veces había hecho de copiloto desde el asiento del conductor, porque en 2018, cuando participé en el Campeonato Internacional FIA, corrí varias pruebas con copilotos locales inexpertos y, en aquellos rallyes, yo manejaba a la vez el coche y los instrumentos de medida. Pero ocho años son muchos años y aunque repasé las instrucciones, cometí varios errores antes de empezar. Para colmo, antes de llegar al primer control horario, alcanzamos a una furgoneta de la Guardia Civil en la carretera que conducía al tramo. Era una carretera con buen piso, sinuosa pero amplia, y con el límite de velocidad fijado a 90 km/h.

Fue un placer compartir el fin de semana con el resto de pilotillos y copilotillos que participamos con el R5. ¡Gracias a todos, armada amarilla!

Para nuestro dolor, durante los cinco a seis kilómetros que fuimos detrás de la Guardia Civil, todo el trazado estaba pintado con una línea blanca y continua en el centro y la furgoneta de la Guardia Civil no superaba los 50 km/h. Para nuestro dolor, como ya he dicho, y también para nuestra desesperación penalizamos antes de empezar ese primer tramo con un minuto de retraso. ¡¡Antes de empezar!!

Íbamos al rally sin ninguna aspiración de obtener un resultado u otro. Así que salimos al primer tramo tan tranquilos a pesar de la penalización. Rápidamente me di cuenta de que Fernando conducía muy bien para conseguir buenos resultados en regularidad y que conocía el coche al dedillo, por lo que si yo lo hacía bien, podíamos hacer un buen resultado. No le dije nada, aunque me apetecía, porque de nada iba a servir. Sólo le decía que estaba conduciendo muy bien y que todo iba perfecto.

El mismo viento que viene de frente y de costado, y nos frena, es el que nos da la energía para movernos. El cable a través del que nos la transmite es subterráneo y no se ve.

Sin embargo, los tiempos no salieron. Durante 14 controles seguidos fuimos más o menos un segundo retrasados. Tardé demasiado en ajustar nuestra posición y el final del tramo lo hicimos de nuevo razonablemente bien.

Un tramo de dos horas

Salimos al segundo tramo sin conocer los tiempos del primer tramo. Ni siquiera sabía si ya estaban publicados, pero tenía demasiado trabajo con no perderme en el tramo de enlace y con ajustar las horas del aparato de medición para preparar el siguiente tramo. ¡Un tramo de casi 73 kilómetros y dos horas de duración! Mi esperanza era hacer muy bien este tramo. Viendo como conducía Fernando y lo concentrado que estaba, era necesario que yo no me perdiera y que llevara las mediciones en su sitio para hacerlo bien. En un tramo tan largo, las diferencias podían ser determinantes.

Una de las mayores dificultades para el copiloto es calibrar cuántos metros de diferencia suponen recortar una curva.

Al terminar el tramo, estaba convencido de que lo habíamos hecho muy bien. Soy un iluso. En muchos momentos fuimos por delante y en otros por detrás. No conseguí situar el coche nunca en la posición correcta. Fernando llevaba el coche en los metros que yo le decía. No era un problema de conducción. Era un problema de que hay algo que no hago bien, pero no soy capaz de saber qué es. Hay varias posibilidades, pero analizando los datos, como no conozco a qué punto de cada tramo corresponde cada penalización, no soy capaz de extraer conclusiones útiles. Saber que lo hago mal no es sufiente para encontrar el camino de cómo hacerlo bien.

Un buen copiloto

El sábado pasamos buena parte del día en la carretera. Disputamos siete tramos entre mañana y tarde, si bien un tramo se anuló.

La tónica fue parecida al día anterior. En algunos intervalos de los tramos conseguíamos muy buenos resultados pero en otros algo se descabalaba. No hicimos ningún tramo en el que yo me haya quedado completamente satisfecho de mi trabajo. En el último tramo del rally quedamos los terceros, que es un buen resultado, pero perdimos el tramo a causa de que nos retrasamos en los últimos controles. ¿Por qué? No lo sé.

En la imagen aparece en el puesto del conductor Pedro García, que fue copiloto de varios de los mejores pilotos del certamen nacional de rallyes en el siglo pasado. A su lado Rafa Cid, gran piloto y periodista de AutoHebdo, e hijo de uno de los primeros pilotos españoles en puntuar en una prueba del Campeonato del Mundo de Rallies.

Sea como sea, la experiencia ha sido maravillosa. Correr de copiloto me ha gustado mucho. En uno de los primeros tramos del sábado notaba un pinzamieto en el estómago. Estaba nervioso y concentrado. Sabía que teníamos posibilidades de hacerlo muy bien. Fernando es capaz de luchar por cualquiera de las mejores posiciones. Es capaz de combinar una conducción eficiente con mantener a raya el índice de regularidad. Tiene cabeza y capacidad para llevar el coche por su sitio. Necesita un buen copiloto. En esta especialidad, el copiloto es más importante que el conductor. No tengo duda.

Muchísimas gracias, Fernando. Ha sido un placer competir a tu lado. Me lo he pasado de maravilla. Y muchas gracias al resto de participantes de la armada amarilla.

¡Competir en un R5!

Yo nunca competí con un R5 en su época. Soy demasiado joven para eso, jajaja. Cuando corrí carreras en las Copas Renault fue la época del SuperCinco. En mi casa tampoco hubo un Renault 5. Pero mi cuñado, el marido de mi hermana mayor, a quien le gustaba mucho conducir rápido, pasó del Seat 600 a un Renault 5 TS. Recuerdo aquel coche con veneración. Yo todavía no tenía carnet de conducir cuando se lo compró y por supuesto nunca me dejó conducirlo. En aquella época los coches no se prestaban. Se decían disparates al respecto.

Me subí muchas veces a aquel R5 TS, que tenía los reposacabezas integrados en los asientos delanteros, que supongo que llevaba cinturones de seguridad, aunque nadie se los pusiera nunca y hablo de memoria me suena recordar que tenía la increible potencia de 72 caballos, aunque me parece que algo falla en mi memoria, porque quizá fueran 81. Más creo que no.

Alvaro Sauras, director de AutoFácil y profundo conocedor de la tecnología eléctrica de los coches y su copiloto Fernando Pina, director de la comision técnica de AUVE, también de la armada amarilla.



Nunca dormí dentro de aquel R5, pero la mayor aventura que viví en un R5 fue la noche que dormimos, o intentamos dormir, seis personas en su interior. Tres delante y tres detrás. Hablo también de memoria. Creo que era un R5 TL, de color verde pera limonera. Íbamos seis, dispuestos a dormir en tienda de campaña y cuando ya teníamos la tienda plantada y empezaba a oscurecer, se puso a diluviar. La tienda se convirtió en una piscina a los pocos minutos y no nos quedó más remedio que ir en busca del coche. Seis, fuimos seis, los que pasamos la noche diluviando dentro del coche. A mí me tocó en el asiento trasero, detrás del conductor. En el otro asiento delantero, se sentaron dos, uno encima del otro, y así pasaron la noche. El pobre que estaba debajo todavía debe de tener dolor en las piernas. Tres, en el asiento de atrás, dormimos hasta con amplitud. Cuatro era imposible meterse.

Mira que me gusta conducir. Pero el placer fundamental que recibo de los coches no es conducirlos, sino que me lleven a diferentes sitios, a disfrutar de la vida, junto a las personas que quiero.

Memoria en los genes: el R5 tiene gancho.

Renault España ha llevado tres R5 para inscribirlos en este rally. Todos éramos participantes desconocidos para el público, pero hemos sido los más solicitados por la población de Castellón. Estaba convencido de que se debía a nuestra sin par fermosura, pero finalmente me rendí ante la evidencia de que nuestros apolineos cuerpos y turbadora mirada no era la causa de tanto arremolinamiento. El R5 tiene mucho gancho entre las personas mayores, entre las jóvenes y también entre los niños. Algo así como si la memoria de su imagen se retransmitiera de generación en generación.



Su línea atrapa. De eso no me ha quedado duda. En los próximos meses veremos si la pasión que despierta el R5 entre los viandantes se traduce en ventas. Si un estímulo quizá atávico que nos lleva a la niñez de nuestros padres y abuelos, permite superar las barreras que existen ante la compra de coches eléctricos y con coches eléctricos atractivos y a precios menos disparatados la penetración de los eléctricos alcanza cotas significativas.