He conducido el Golf GTI bajo la lluvia, con el asfalto siempre entre mojado y muy mojado, con unos Bridgestone Potenza S001, en medida 225/40 en llanta de 18 pulgadas. Me gusta conducir en mojado, pero no son las mejores condiciones para saber cómo va un coche de estabilidad, de agarre, de reacciones, especialmente si la carretera es estrecha y desconocida.
Esta vez, las sensaciones se han quedado fuera. Y no sé si es por culpa del coche («No creo en la culpa» dice una escritora que conozco. ¿En la de los coches tampoco?), de la lluvia o de mis manos. Probablemente la causa sea un conjunto disjunto de factores internos y externos.
A mí, que me gusta conducir bajo la lluvia, el agua en el asfalto me genera dificultad para analizar las reacciones de un coche. Sobre todo porque el agarre es cambiante y hay que conducir con otra distancia que sobre seco, para evitar sorpresas.
Lo envenenado de este Golf es que incluso sobre agua resulta facilísimo de conducir, el motor no pone en apuros al chasis en ningún momento. Se conduce más o menos como imagino que se conduce un coche de radio control (no tengo ni idea de cómo se conducen) más por sensaciones visuales que por sensaciones del cuerpo. Todo es limpio y diáfano, pulcro y perfecto. Esterilizado. Impoluto. Da la impresión de que se conduce un coche de 100 caballos menos, como digo en el texto de impresiones de conducción que he escrito en km77.com.
Hemos llegado a un momento en la conducción de los coches en los que la relación con la máquina se produce a través de intermediaros, como esas operaciones médicas por laparoscopia, realizadas con robots. En el Golf GTI hay volante y pedales, pero parece que uno conduzca a distancia. Y no es que la dirección dé poca información de lo que ocurre en la carretera, porque no es cierto. Es que todo parece irreal.
En los Porsche 911, que todo el mundo sabe que adoro, sucede lo mismo, pero en el Porsche, con su historia y con sus caballos, uno quiere creer que no es mentira. Y se lo cree. En el Golf GTI, una sensación parecida a la del 911, pero con 200 caballos menos, resulta una sensación huésped. De otro. Te bajas del coche y no sabes si los has conducido o no, posiblemente porque la velocidad por la que es capaz de pasar por las curvas, incluso con el asfalto mojado, sin dar trabajo al conductor y con una suspensión tan cómoda, es irreal.
Es posible que los coches estén llegando a un punto de perfección que los convierta en máquinas. Lo peor. Hasta ahora eran criaturas caprichosas, salvajes, necesitadas de comprensión y cariño. Ahora van a su aire. El conductor les importa un zigzag. Te dejan solo y no se sienten responsables. Hace 20 años, con un coche de 230 caballos y tracción delantera, más te valía vendarte las muñecas y los ojos. Los tirones de la dirección, las pérdidas de tracción y la querencia por el precipicio eran sus recursos para que no los abandonaras. Ahora, al conducir el GTI, la velocidad se queda en un suceso ajeno al conductor y deja sensación de vacío.
El Volkswagen Golf GTI es un cochazo si lo que nos importa es la capacidad de pasar por una carretera con rapidez, comodidad y bajo consumo. Pero también lo es cualquier Golf con motores de 100 caballos menos. La diferencia de velocidad en paso por curva no debe ser muy alta, porque cualquier Golf pasa a velocidades inauditas, y la diferencia de sensaciones no lo es.
El Golf GTI es un monstruo de la ingeniería. Seguro. Conseguir llevar un cohete con la facilidad que se conduce el tren sin conductor que circula por el aeropuerto de Madrid es un desafío y un logro estupefaciente. Sí. Pero. No se trata solo de velocidad. Se trata… ¿De qué se trata? Con un GTI solo puede tratarse de ser feliz. Y este GTI es tan amable, que resulta demasiado bueno para ser amado.
Les pongo dos vídeos. El primero es el origen de mi desconcierto.
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=-8fCySmIL8c?rel=0&w=640&h=360]
El segundo muestra como suena a baja velocidad y algún detalle más.
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=tqxOPfo6FY0?rel=0&w=640&h=360]