Zapatero y Rajoy, Rajoy y Zapatero. Los dos. Los dos. Los dos dijeron y dicen que no les gustan las medidas que toman, pero que no les queda más remedio. Vergüenza de presidentes.
¿Por qué no te queda más remedio? ¿Porque te lo impone alguien o porque consideras que es la medida menos mala?
Si te lo impone alguien y te parecen medidas perjudiciales para la economía de los españoles, dimite en beneficio de todos, convoca elecciones y propón alternativas mejores a ver si consigues el respaldo de los votantes.
Si te parecen las medidas menos malas, en ese caso y si eres de verdad un presidente que asume la presidencia, explícalas, muéstranos que son las menos malas, haznos comprender que son necesarias, conviértelas en tu bandera y defiéndelas con pasión porque cualquier otra alternativa será peor. No te excuses, que no hay motivo.
Los dos presidentes se quitan responsabilidad. Se muestran a ellos mismos como unos peleles o unos desgraciados. Hablan de la realidad como si les fuera ajena, como si no fuera asunto de su responsabilidad. Quisieran que viniera alguien a salvarnos o a iluminarnos. Una pesadilla.
Me pongo de ejemplo porque me resulta fácil y porque así no comprometo a nadie.
A mí me gusta despedir a gente cuando es bueno para mi empresa. Me gusta hacerlo, porque estoy convencido de que es beneficioso para la mayoría. Muchos me preguntarán ¿pero no preferirías no tener que despedirlos? Y yo contestaré ¿Pero de qué me estás hablando…, de mis preferencias? Entonces, si hablamos de mis preferencias, te diré que yo preferiría que la riqueza fuera ilimitada, que nadie tuviera que trabajar, que no hubiera hambre en el mundo y que todos fuéramos felices.
Pero gestionar no consiste en poner velitas y cartas a los reyes magos. Consiste en tomar decisiones, siempre las menos malas, porque en los deseos siempre hay posibilidades mejores, pero no son la realidad.
Me gusta bajar los sueldos cuando sé que es lo mejor (lo menos malo) para todos. Me gusta tomar medidas impopulares cuando estoy convencido de que nos hacen más fuertes y permiten asegurar el trabajo de la mayoría. Lo mismo que me gusta subir los sueldos y tomar medidas populares cuando estoy convencido de que son las mejores para todos. ¿Por qué me va a disgustar despedir a alguien o reducirle el sueldo si esa medida beneficia a la mayoría?
Analizo, evalúo y decido. Y hago lo que más conveniente (lo que más me gusta, por tanto) en función del objetivo que pretendo conseguir. Y lo cuento y lo explico. Y seguro que hay quien no lo entiende y quien quisiera que yo fuera un rey mago capaz de asegurar la riqueza y el trabajo eterno de todos. Pero no lo soy. Tengo que decidir y ejecutar y buscar las mejores soluciones o las menos malas, que son las mismas, para intentar conseguir los objetivos que pretendo.
Tenemos unos presidentes que creen en una bondad ideal e irreal, que hace buenas o malas unas medidas, independientemente de la realidad que les rodea. Necesitamos presidentes convencidos de lo que hacen si pretendemos salir de este magma fofo y ardiente que nos rodea.
El objetivo que parecen pretender estos presidentes que tenemos, estos presidentes de chichinabo, es que la mayoría los catalogue como buenas personas, ganarse el cielo de su pueblo, y que nadie les declare responsables. Que juzguemos a los otros, a la realidad sobrevenida, al maestro armero. Para tener presidentes así nos vale cualquiera. Hasta mi perro, que no tengo. Un perro que siempre lame a todo el que se le pone a tiro y mueve la cola pase quien pase por su lado.
Señores presidentes, ustedes gestionan nuestros recursos, el de todos los ciudadanos. O tienen las ideas claras y actúan con convencimiento o apártense. O son capaces de agarrar la bandera de las medidas que ejecutan y actúan con convencimiento o retírense.
Ejecutar a medias, con complejo de culpa, escondiendo la realidad, debería estarles prohibido, aunque los amenazaran con cien mil bazucas. Asuman la responsabilidad y equivóquense, pero gobiernen con convencimiento. Con dignidad.
Su indignidad es escarnio para todos. Para ustedes mismos y para nosotros, por haber elegido tan mal.