Los gobernantes llevan muchos años emperrados en que los ciudadanos dejemos de beber y de fumar.
«Fumar y beber es muy caro» —arengan las autoridades dedo en ristre. «Las enfermedades producidas por el tabaco y el alcohol le cuestan mucho dinero a la sanidad pública».
Como los políticos hacen siempre las cuertas a corto plazo, se olvidan de los efectos secundarios que toda medicina tiene. Para eso está el FMI:
«Corremos el riesgo de que vivamos demasiados años. Los Estados no tendrán dinero para pagar las pensiones de poblaciones tan envejecidas» —advierten desde el FMI con la vara de medir edades.
A mí en este galimatías me gusta el chiste del doctor: «No sé si va a vivir más, pero se le va a hacer muy largo».
La solución es evidente. Lo dice hasta Krugman: «¡¡¡Gasteeeeeen ustedes. Gasteeeeen!!!!».
«Sr. Krugman, Sr. Krugman, pero es que si gastamos mucho ahora no nos va a quedar nada para mañana y ¿quién va a pagar nuestras pensiones, nuestros alquileres y los intereses de nuestra deuda?»
El Sr. Krugman no responde. Yo sí.
Me ha costado horas de calculadora, pero con la ayuda de los dedos he sido capaz. He encontrado la solución.
Gastemos mucho, que la paradoja es muy vieja. «Cuanto más se gasta más rico se es». Gastemos para solucionar el corto plazo, con impuestos muy altos. Lo pasaremos bien y nos olvidaremos de que no hay futuro. Es más. No sólo lo olvidaremos. acabaremos con él.
Recostémonos en nuestros triclinium, comamos, bebamos y fumemos. Alcohol obligatorio para los menores de edad. Abajo con los prejuicios que nos matan lentamente. Acabemos de una vez por todas. ¡Paguemos muchos impuestos, seamos felices y no nos preocupemos por el mañana!
Alea jacta est.