En el kilómetro 454 de la A6, bajo la lluvia, un camión se ha puesto a adelantar, obligándome a frenar en una subida. Es una maniobra habitual de los camioneros. La entiendo. Un coche frena y acelera con mucha facilidad, pero un camión, cuando ya tiene la inercia, si lo obligas a frenar lo desbaratas. En llano y en bajada todos los camiones van a la misma velocidad y, aunque a veces se adelantan, las maniobras en esas circunstancias se eternizan, con un perjuicio alto para todos los demás conductores.
Así que el camionero se ha puesto a adelantar, obligándome a frenar considerablemente, pero no tenía alternativa. Si esperaba a que yo pasara tenía que frenar él, porque estaba todavía demasiado lejos como para dejarme pasar antes de iniciar su maniobra. O frenaba él o frenaba yo. Así que he frenado tranquilamente, mucho, porque iba muy despacio, pero tranquilamente, sin riesgo y con tiempo (en alguna ocasión te obligan a dar frenazos de dejar los neumáticos en el asfalto) y me he puesto detrás de él, que ha adelantado con celeridad porque su diferencia de velocidad con el otro cambión era también considerable. Inmediatamente después de adelantar ha vuelto a su carril de la derecha.
Me ha parecido una maniobra muy bien hecha, aunque yo tuviera preferencia y me haya obligado a frenar.
Tanto me ha gustado su maniobra que a pesar de que me ha cortado el paso y de que me ha hecho frenar, una vez le he adelantado he encendido los cuatro intermitentes para darle las gracias. He dudado de si iba a entender por qué le daba las gracias, porque ni me ha dejado pasar ni ha tenido ningún detalle especial conmigo. Yo le daba las gracias por haber hecho la maniobra tan bien, con rapidez, dejándome espacio para frenar con seguridad aunque el asfalto estuviera muy mojado, en definitiva, por haberlo medido todo tan bien y para decirle que estaba de acuerdo con su maniobra aunque yo tuviera preferencia. Dudé antes de presionar el botoncito, porque explicar todo eso con un destello de los intermitentes no parecía posible.
A saber por qué, sin embargo, cuando he puesto los cuatro intermitentes me ha respondido con una ráfaga de luces, como si me hubiera entendido. Bajo la lluvia, se me ha puesto la piel de gallina.