Tokio no es una ciudad silenciosa. Tiene mucho tráfico en algunas zonas y en algunas zonas comerciales en los altavoces dirigidos hacia la calle suena la música de forma estridente. No sólo hay sonidos sonoros. También los hay visuales. En algunas zonas la gente se viste de forma estrambótica, especialmente los jóvenes. Adolescentes y no tan adolescentes vestidas de muñeca y hombres que suenan estrafalarios. En Tokio hay sonido, muchos sonidos, pero poco ruido. Algún bocinazo extemporáneo, inverosímil, que se sumerge pronto en la ausencia de ruido.
En algunos lugares la ciudad sí es silenciosa. Lo es por la limpieza, ostentosa en las calles y en el metro, que contribuye a la ausencia brutal de ruido. El silencio de los pasajeros en el metro, todos concentrados en sus móviles, alguno quizá con cascos. La escritura ininteligible también contribuye al sosiego. Las estaciones de metro están numeradas y con carteles en inglés. En los trenes las instrucciones y avisos los dan siempre también inglés. En un inglés brillante y limpio que facilita la tranquilidad.
Las obras en la calle se hacen con un cuidado y rigor excepcionales. He visto enumerar los adoquines que se retiran para colocarlos posteriormente en idéntica posición. Una pequeña excavadora situada sobre la acera no hacía ruido. O era eléctrica o estaba muy bien insonorizada.
En la torre denominada “tree” el conglomerado de gente que queríamos subir hasta la última planta para ver Tokio desde las alturas era ingente. Organizados en varias colas diferentes, sólo se oía de vez en cuando la voz de los trabajadores que apremiaban a los visitantes para que se colocaran delante de los ascensores.
Desconozco si hay manifestaciones en Tokio. Supongo que habrá. Me encantaría verlas. No me imagino a los japoneses gritando eslóganes ni jaleando a su equipo de fútbol. Sin embargo es posible que se transformen como ocurre con tantas personas aparentemente civilizadas.
Mi sensación es que los japoneses odian molestar a los otros. Odian generar tensión. Nadie me lo ha dicho, pero lo intuyo. Todo está en perfecto orden. Las colas para comprar la última novedad pueden ser larguísimas y pobladas. Sin embargo no se ve a nadie atosigando al de delante, parece como si todos vivieran con la tranquilidad de que nadie se colará. Son colas infinitas y sosegadas. Apostaría que si alguien se colara los japoneses ni siquiera se molestarían.
Pensarían que acababa de aterrizar un extraterrestre.
Nuestra guía nos contó con tranquilidad detalles de su vida familiar y también, con mucha gracia, cómo los empujadores profesionales en el metro se encargaban de embutir por la mañana a los viajeros en los trenes para aprovechar mejor el espacio de los vagones. Contaba cómo te puedes echar una siesta apoyado en la espalda de otra persona y que no hace falta que sujetes el bolso porque queda apretado y sujeto entre la multitud. “Los japoneses generalmente somos bien educados –decía–. No en el metro por la mañana”.
El mayor ruido en Japón se produce cuando los japoneses hablan en inglés. En general, me cuesta mucho entenderlos. Por este motivo, cuando se oye un inglés como el del metro, claro y diáfano, genera sosiego.
Durante el mes de enero pasé 3 semanas en tierras niponas y sin duda lo que más llama la atención es el orden. Todo demasiado ordenado, todo demasiado limpio, todo demasiado estético. Todo, además de útil/delicioso, tiene que ser bonito/tener buena presentación. Otro mundo por completo.
Después de pasar por otras ciudades, llegar a Tokio fue un completo shock. Esperaba una ciudad grande, pero no tan imponente. A mi, simple y llanamente, me acojonó.
Hablando exclusivamente de los coches, creo que en 3 semanas debí de ver uno o 2 que podría decir que estaba sucio. Curiosamente el claxon como si no existiera. Creo que no llegué a oír ninguno. Por otro lado, no sé si podría ser tu caso, pero a nosotros más de una vez no nos llevaron por delante en los pasos de peatones de milagro porque para ellos, salvo que haya semáforo, es como si no existiera.
Es un mundo fuera del mundo. Aunque admiro enormemente una sociedad tan civilizada en muchos aspectos, tanto orden daba una sensación de irrealidad que me llegaba por ratos a ser incómoda, de que realmente hay algo que no va bien.
No niego que volvería otras 3 semanas (o más) porque es algo digno de ver, pero tengo unas sensaciones encontradas tremendas.
Ahora Japón. Moooola el reporterismo que Vd. practica.
Allá por el verano se me estropeó la bocina del coche. Por una cosa o por otra, he ido dejando el ponerme con ello, de modo que hace ya meses que conduzco sin claxón. Al principio me costó, sustituyendo la bocina por improperios que, con la ventanilla subida, resultaban perfectamente inútiles a la par que poco ejemplarizantes para las criaturas que habitualmente transporto… de modo que ahora ni toco el claxón (porque no tengo) ni insulto (por los pasajeros pequeñitos). Zen total.
Dentro de un par de meses tengo que pasar la ITV y una de las cosas que piden es tocar el claxón, así que tendría que ir pensando en solucionarlo… De hecho, he llegado a pensar en dar con la avería, resolverla y volver a reproducirla al salir de la ITV. Uf, ¡qué pereza!
citando a Arnold: sayonara, baby
Esto no hace más que incrementar mis deseos de viajar a Japón. Lo he planificado varias veces, pero por un motivo u otro nunca se materializó. No dudo que algún día iré. Espero que sea lo suficientemente pronto como para no dejar de sentir las mismas «ansias» que tengo ahora.
Les recomiendo la lectura uno de los blogs de uno de los españoles en Japón… http://www.kirainet.com .
Saludos.
Espero que disfrute de su estancia Javier, en mi caso nunca un País me ha enganchado tanto. Estuve casi un mes la primavera pasada, y nada más llegar, ya estaba pensando en el siguiente viaje, no sé si este año o en 2015.
Gracias por el enlace, Posero.
saludos
No conoco Tokio. No he estado en Japón en mi vida. Hablo con tanto conocimiento de causa, como el que puede tener una ballena sobre el cultivo del maíz.
Sin embargo, la sociedad japonesa me parece enferma. Sexualmente reprimidos y a la vez pervertidos. Consumistas hasta lo patológico. Individualistas como ellos solos.
etc.
Lo dicho. Una sociedad enferma. Prefiero mil veces pertenecer a una sociedad como la nuestra, mediterránea, muchísimo más madura en cuanto a que sí cree en sí misma como sociedad, contra la sociedad japonesa que más bien es una suma de individuos.
Lo dicho. Opino sin saber, pero es lo que me dicen mis prejuicios.
Emprendeitor, yo no sé si es una sociedad enferma o no, no la conozco lo suficientemente bien como para juzgarla de una forma u otra, pero creo que nuestra sociedad no es tan madura como vd comenta. pero tambien es una opinión subjetiva, claro.
Lo que le aseguro es que yo aquí no dejaría a mis hijos de 7 años ir solos en metro o tren de cercanías al colegio, sin la supervisión de un adulto quiero decir, y eso es algo que allí veía contínuamente.
saludos
Numerar. Poner número a las cosas es numerar. 😉
Sí que hay manifestaciones. Haga memoria.
Las ha visto en los telediarios. Aunque no se enseñen todas las mareas blancas ni las infinitas manifestaciones puramente laborales que hay en España, sí que habrá visto las manifestaciones japonesas contra la intervención de sus fuerzas de «autodefensa» en Afganistán. O en favor de la «japonesidad» de los perejiles de turno, disputados a tres bandas con los estados chinos de China continental y los chinos de China insular.
Japón no es solo Tokio. Viaje al Norte. Aléjese de la capital. Pero, recuerde, por la costa Oeste, la más alejada de Fukushima y su central modelo Garoña.
#5 don Emprendeitor, envidio la madurez y la consciencia de la sociedad en que Ud. vive. Yo en Madrid no la veo por ningún lado. Y cuando he viajado por otros lugares de España, donde he tenido contactos puntuales, reiterados y también familiares, tampoco he visto mucha más madurez. Si acaso, senectud concentrada.
Y no le hablo de la evidente irresponsabilidad política o económica, sino de la escasa consciencia, entendida como el conocimiento de uno mismo. Vivimos en un estado de «adolescencia» social. Los españoles casi siempre nos criticamos desfavorablemente, nunca vemos lo positivo que tenemos y rara vez lo aprovechamos. Y, en ocasiones, incluso creemos los piropos que nos echan ocasionalmente, aunque sean falsos.
Por ejemplo, no somos creativos, sino hábiles en la improvisación, que no es lo mismo. Y eso, que podría ser una ayuda para mejorar nuestras vidas, no lo aprovechamos. Creativos han sido una serie larga de españoles cuyas creaciones han sido olvidadas, cuando no denostadas.
¿El primer ser humano occidental que voló con una máquina más pesada que el aire? Un burgalés.
¿El primero en construir un motor de pistones con todos ellos en un solo bloque, en lugar de soldar pistones separados? Un suizo, pero en España y con capital barcelonés.
Y así podríamos seguir con ingenieros (con y sin título) que idearon enlaces de radio, submarinos con capacidad militar, ordenadores multiprocesador y otras muchas cosas.
Pero aquí seguimos con la tontería de que los españoles solo inventamos cosas a / con palos (chupa chups, fregona, mileurista-hipotecado vitalicio, becario s XXI…) Y sacando las banderas por un par de copas de balompié que nadie recordará dentro de 50 años.
Pienso en los japoneses cuando voy a recoger a mi hija al cole. Pienso, claro, en lo lejos que estamos de su comportamiento social y en lo groseramente que presumimos de ser campechanos y desordenados, descuidados y divertidos. A nosotros nos preocupa molestar a los demás, lo hacemos tanto como podemos.