Una de las desventajas de hacerse mayor es que cada vez hay menos cosas que ocurren por primera vez. Recuerdo perfectamente, a saber por qué, cuando, en parvulario, la señorita Concepción nos enseñaba las letras. Por primera vez aprendí que el sonido «a» se correspondía con un símbolo que se dibujaba uniendo los vértices de una cuadrícula hasta formar un círculo y al que se le ponía un rabito. Eso era la letra «a», que no se parecía en nada a la letra «a» que aparece aquí representada. El colegio era maravilloso. Aprendías a leer y a escribir. Luego leías en casa, despacio, cada cosa que veías. Luego preguntabas el significado de muchas palabras a tus padres y de otras aprendías mal lo que significaban, porque creías que quienes las decían querían decir una cosa y era otra. algunas de ess confusiones se arrastran bastante tiempo. eso me ha pasado siempre. Algunas confusiones me han imepdido entender explicaciones posteriores, porque entraban en colisión, pero esa es otra historia.
Después llegaron los números. La pasión por los números. Contar cosas, sumarlas, multiplicarlas y hasta dividirlas. Todo era excitante. Luego llegó la física. Aquello sí que era increíble. ¡¿Que una canica de hierro y una bolita de corcho del mismo tamaño llegaban al suelo a la vez si las tirabas desde arriba de la Torre de Pisa en el mismo instante?! ¡¿Que si las soltábamos a la vez en el vacío una pluma tardaba lo mismo en caer que una canica de hierro?! ¡¿Que no pesaban lo mismo, pero caían a la vez?! Y el barómetro de mercurio y el principio de Arquímedes, gracias al cual flotaban los barcos. Aquellos años fueron todos increibles. ¡¡¡Que la luz tenía velocidad!!!
A la vez, tenías compañeros y compañeras de clase. Jugabas con ellos o no, te enfadabas y discutías con ellos, o no. Y sacabas mejores notas que ellos, o no. Poco a poco ibas aprendiendo, sin darte cuenta de que aquello iba a ser imprescindible para tu vida. Los ríos, las montañas, las capitales, las sílabas, las letras las palabras, los verbos, los empujones, las peleas, las bromas a los profesores, los adjetivos, la fuerza. La primera vez que estudié el concepto de fuerza fue en segundo de BUP, en un libro de tapas azules del catedrático del instituto que se llamaba Pérez-Botella. ¡¡El concepto de fuerza, qué cosa más increible!! Y nuestra profesora no sabía explicarlo. No sabía explicar nada. Aquello era todo luminoso y ella no conseguía descubrirnos nada.
Seguí aprendiendo toda mi vida, pero más que aprender cosas nuevas prefiero intentar entender mejor lo que creo que ya sé. Los matices. Sin inercia. Una de mis preguntas preferidas es «¿Y esto qué significa?» ante frases aparentemente fáciles. Tantas veces decimos cosas que parecen sabidas pero que las decimos sin parar a pensar qué significa eso que repetimos.
Con el paso de los años, muchas cosas suenan a conocidas. La emoción del primer beso, que seguramente la desperdicias porque en aquel momento no querrías que fuera el primer beso, sino el de un experto besador o yo qué sé qué. El primer trabajo, la primera llamada de teléfono en el primer trabajo. Recuerdo lo que me costó llamar a un cliente por primera vez en mi primer trabajo serio. La emoción y el miedo de la primera vez se va perdiendo. Aprendemos, o nos acostumbramos, a hacer cosas y lo que hacíamos con cuidado y con miedo lo automatizamos. Tomamos decisiones rápidas con pocos datos, porque parece que no hay tiempo para pararse a pensar.
Por suerte para mí, toda mi vida he tenido muy mala memoria y siempre he tenido que reestudiar, repasar para recordar, reaprender. No me fío de mis conocimientos y tengo que repasar todos los datos en cada ocasión. Con el paso del tiempo esa falta de memoría se ha agudizado y ahora ya ni siquiera tengo facilidad para recordar números y magnitudes, algo en lo que siempre había podido confiar. El tiempo pasa y lo que más recuerdo es la niñez y la primera juventud.
Sin embargo, uno de los recuerdos que tengo nítidos fue el desembarco de la marca Daewoo (marca de Corea del Sur) en España. Fue en el año 1994 o 1995. En aquella época yo trabajaba en Intereconomía, una radio especializada en información económica. Recuerdo haber leído, aunque nunca lo confirmé porque nunca realicé una información sobre sus cuentas, que el presupuesto en publicidad y comercilización de Daewoo en los doce meses siguientes a su llegada a España era de 10.000 millones de pesetas, unos 60 millones de euros. Era un dinero que venía directamente de Corea del Sur y que inundó las campañas publicitarias en España. De la noche a la mañana, Daewoo estaba en cada rincón. No conocíamos los modelos (aunque yo probaba algunos coches en aquella época, estaba centrado principalmente en informar sobre economía), pero la marca Daewoo se hizo conocida de un mes para otro.
Años después, en 1997 y 1998, mientras trabajaba en Bloomberg en Londres, informaba de la crisis asiática y de cómo se desangraba el won, la moneda coreana, en los mercados de divisas. No me extrañaba nada. Recordaba aquellos años en los que Daewoo había desembarcado en España, con aquel desembolso que yo sostenía que era inasumible, porque no se iba a poder amortizar nunca. Recuerdo de aquella época la sensación de superioridad con la que pensaba en Corea y a los coches Daewoo. Cuando por fin probé uno, en el año 96, constaté que era un producto claramente inferior a lo que producíamos en Europa y que sólo se podrían vender a bajo precio (eran coches baratos) y por tanto sería siempre imposible recuperar el desembolso inicial.
A principios de 2000 iniciamos la actividad en km77 y poco a poco empezamos a probar coches coreanos. Por aquel entonces, todavía eran coches baratos en todos los sentidos. Recuerdo perfectamente el primer Kia Rio que conduje en los primeros años de este milenio. Me recordó al Seat 127 que conducía a finales de los 70, recién estrenado el carnet de conducir. Los Seat 127 iban muy bien y el Rio también iba muy bien. Y era muy divertido de conducir. En mi recuerdo, el tacto era idéntico. Un tacto de hacía 20 años.
Desde entonces, paso a paso y sin demasiado ruido, Hyundai y Kia se han colocado entre las marcas que mejores coches venden en España. No sólo en relación calidad/precio, sino desde un punto de vista amplio. Desde la calidad de sus acabados y ajustes hasta el excelente y bajo consumo de sus coches eléctricos. Hyundai y Kia, a la chita callando, se han colocado entre las marcas que hay que tener en cuenta casi siempre ante una opción de compra.
Ocurre, además, que Corea del Sur no ha despegado únicamente por la calidad de sus coches. En electrónica de consumo han dado un hachazo en los mercados mundiales y desde hace unos años son jugadores punteros en artículos de alta demanda.
Desconozco los motivos de la fortaleza coreana. Desconozco si sus métodos de trabajo son exportables a Europa, si su creatividad es congénita y exclusiva o si su capacidad intelectual y laboral sobresale a la de cualquier otro país. Lo que sí sé es que su crecimiento en los últimos 20 años ha sido envidiable. Es posible que no tengan algunos o muchos de nuestros lastres, pero de lo que sí estoy seguro es de que me avergüenza saber tan poco de un país que ha sido capaz de tanto.
El último motivo por el que miro a Corea del Sur con envidia, ha sido un hecho nuevo y desconocido en mis 58 años de vida. La peste del siglo XXI, el coronavirus SARS-CoV-2, cuya facilidad para infectar y hacer caer a los seres humanos ha derivado en la Covid-19, una pandemia con efectos desconocidos en la historia reciente. Siempre decimos que la humanidad se autoregula mediante plagas y guerras. No parece que por su tasa de mortalidad la Covid-19 vaya a afectar significativamente al número global de habitantes del planeta, pero sí es posible que desencadene algún cambio en el modo de vida.
Por lo que he leído, en la mayoría de países hemos actuado de forma similar para enfrentarnos al SARS-CoV-2 : confinamientos de toda la población en diferentes territorios y el aislamiento social para evitar contagios. En corea del Sur, por lo que he leído, han realizado una gestión social basada en datos, con una aplicación móvil desde el primer momento, con identificación del grupo de riesgo de cada ciudadano, con pruebas masivas de infección en los ciudadanos y mediante distintivos que permiten conocer la situación de cada uno de forma inmediata. Entiendo que este sistema de gestión, además de conseguir buenos resultados en la gestión sanitaria, también ha permitido gestionar mejor la actividad de los ciudadanos para que el impacto en la economía sea menor que el previsto en España y Europa.
El ratio de muertes por coronavirus, por cada 1000 habitantes, es muy elevado en España. El virus ha entrado en muchas residencias de ancianos y probablemente el número de infecciones entre peronasa de más edad sea porcentualmente mayor que en otros países. Obviamente, no es más que una conjetura. La realidad puede ser muy diferente. Y ese, a mi juicio, es el principal problema que tenemos en nuestro país. No hemos actuado de forma metódica y ordenada para recabar datos. Y, sin datos, es imposible gestionar con acierto.
He leído, aunque no tengo la confirmación de si es cierto, que el gobierno coreano ponía la aplicación que utilizan en Corea para la gestión de la Covid-19 a disposición de todo país que la solicitara. Si es así, ¿Por qué no la aprovechamos desde el primer momento?
Un amigo me dice que esa aplicación, si no se realizan tests, no sirve de nada. Tiene razón que es menos útil, pero que no podamos hacer tests no significa que no podamos hacer nada. Con esa aplicación (o con otra diseñeda específicamente) se puede conocer y asignar una probabilidad de pertenecia a cada nivel de riesgo a cada ciudadano. Sólo esa clasificación de la ciudadanía y su distribución geográfica, relacionadas con el número de camas disponible con respiradores en cada zona ya permite anticipar necesidades y tomar decisiones.
Nunca dejamos de aprender. Y a los 58 años todavía quedan muchas cosas que hacer por primera vez. En ocasiones, como ésta, la vida nos pone cosas nuevas delante de sopetón. Es cierto que había avisos de que un virus podría ser una amenaza brutal para nuestra forma de vivir, pero esas amenazas inciertas nunca convocan el esfuerzo de mucha gente, por la imposibilidad de precisar el momento.
Para mí, ahora, es mucho más bonito tratar de entender cosas de las que llevas 50 años oyendo hablar, y de las que todavía entiendes poco, porque cada cosita nueva que entiendes recoloca un poco mejor tu entendimiento del mundo. Me sucede con los besos. Me parece mucho más bonito tratar de entender los besos de hace 40 años y sus consecuencias que dar nuevos besos. Espcialmente ahora, que los nuevos besos pueden desencadenar efectos secundarios como meteoritos.
Ante cualquier conjetura mi abuela siempre tenía un refrán a mano con el que resolver la coyuntura. De ella se me ha quedado un buen repertorio del refranero español que raramente falla.
En Corea han estado mas espabilados por aquello de que «cuando las barbas de tu vecino veas cortar…» Quiero decir que en Corea y Japón previeron que el virus podía extenderse y se prepararon para ello. Siempre es «mejor prevenir que curar»
En Occidente es que somos unos tibios, pero sobre todo unos gilipollas. Por aquello de no alarmar, de mantener el estado de derecho, o cualquier otra chorrada, nos ha pillado el toro.
No obstante llevo como un mes diciendo que alguien se está forrando con este tema y no soy yo. Mucha casualidad me parece que el Dieselgate, los eléctricos, el pulso de Rusia por el petróleo a los paises de la OPEP, lo que vamos a tener que pagar de la factura que nos va a suponer pasar el virus y otras índoles vengan tan de golpe.
Seré un conspiranoico y un populista, pero si yo fuera un banco o un fondo de inversión (y esta gente se gasta burradas en estudios de cómo evolucionará la enfermedad) hace un mes me estaba frotando las manos por cada día que pasa que un país no tomase contramedidas. y, por supuesto, calladito.
No se qué están haciendo pero no paran de hacer….ahora esto…
«Gorras con visera de plástico suplen la falta de mascarillas en Corea del Sur»
Parece que tienen claro que hay que usar mascarillas…aquí no está claro….
Igual lo que tenemos que aprender de Corea del Sur es a ser receptores de ingentes ayudas extranjeras no fuera a ser que Best Korea la pusiese en ridículo y a tener una economía fuertemente dirigida por un régimen dictatorial centrado en convertir el país en una potencia exportadora de bienes manufacturados. Todo muy ortodoxo.
Quizás de un modelo socio-económico que se traduce, entre otras cosas, en la mayor tasa de suicidios entre los países medianamente desarrollados, en un consumismo exacervado, un gran aislamiento social y un grado de felicidad subjetiva de sus ciudadanos también muy por debajo del que hay en el resto de países no tercermundistas. Esto ya es mas ortodoxo, ciertamente, pero también facilita enormemente la posibilidad de controlar una epidemia.
Lo de la app, puede que si o puede que no, puede ser eso, puede ser una sociedad con menor índice de interacción social de partida, puede ser que los criterios para atribuir causa de muerte difieran… Sin un estudio serio que vaya mucho mas allá del «me ha dicho un conocido que…» todo es hablar por hablar.
Veo que Toyota, Suzuki , Hyundai han cedido coches de prensa a sanitarios. ¿Tendrán estos tiempo de opinar sobre los coches que conducen? Seguro que muchos modelos son híbridos y sus conductores es la primera vez que tocan esa tecnología. O los actuales sistemas de seguridad.
#YoCedoMiCoche
No conozco muy bien Corea. Creo que para conocer bien un país es necesario residir ahí al menos 1 o dos años, hablar mínimamente la lengua y empaparse de la cultura relacionándose con muchas personas del país.
No obstante, he trabajado durante 10 años para una empresa coreana y he visitado el país en 5 ocasiones.
Si hay algo que realmente les distingue de la cultura occidental, y que comparte en cierta medida con otros países de su entorno es su capacidad de sacrificio. Ha sido fundamental para levantar al país de la miseria en la que le sumió su guerra civil. Los coreanos son trabajadores abnegados. Y eso se les inculca desde pequeños. De hecho, al igual que en España, no queda nadie en edad activa que haya vivido la guerra.
Es evidente que el crecimiento económico también ha sido protagonizado por un puñado de empresas que han crecido al amparo del proteccionismo estatal y que les ha posibilitado dar el salto al mercado exterior con una fortaleza inusitada. El caso de Daewoo es uno de esos, pero hay más, Hyundai, Samsung son otros Chaebol (buscar en wikipedia, preferiblemente la entrada en inglés) que han constituido grandes conglomerados industriales que aquí conocemos por sólo algunos de los productos que producen. Basta una visita a Corea para ver maquinaria pesada y de construcción de cualquiera de esas tres marcas por todas partes. Cada vez más gente en España es consciente de que Samsung es propietaria del astillero más grande del país, que fabrica 50 barcos al año. O lo que es lo mismo, entrega las llaves de un barco cada semana. En este foro, es de sobra conocido que Samsung comercializa coches en el mercado doméstico, con motorizaciones de Renault. Lo que tal vez sea menos conocida, sea su división de construcción civil, que llevó a cabo el levantamiento de la torre Burj Khalifa; que también posee un banco y una aseguradora, que una de sus empresas construye vasijas para reactores nucleares, o que el consorcio Samsung al completo genera entre el 21 y el 24% del PIB del país. Supongo que eso viene a ser más que el Banco Santander, BBVA, Repsol, Inditex y Telefónica juntos.
Con todo y con eso, hay una cosa aún más llamativa de la cultura coreana, y que sí les diferencia de otros países como China, Japón o Taiwan. Es su exacerbado sentimiento de pertenencia a un colectivo, el de coreanos. No es un sentimiento de patriotismo como podemos ver en otros países como EE.UU. Se trata de que la prosperidad individual sólo se entiende a través de la prosperidad colectiva. Un coreano siempre ayudará a otro coreano en cualquier parte del mundo. En su escala de valores, el país está por encima de los demás. Si uno le pregunta a cualquier español, que ordene la importancia que tiene para él la familia, el trabajo y España, todos tenemos claro cuál es la primera elección de todos los españoles. En Corea pasa exactamente lo mismo. Todos los coreanos SABEN que absolutamente todos contestarán que en primer lugar está Corea, en segundo lugar el trabajo (como forma de contribución individual al país) y por último la familia (a la que la mejor forma de ayudar es a través de la prosperidad del país).
Una vez se entiende esto, y sin conocer los detalles de las medidas que ha tomado el gobierno para combatir la epidemia, me queda claro que al gobierno coreano le basta con apelar una única vez al sentimiento de pertenencia al colectivo, para que cualquier sacrificio individual se haya seguido a rajatabla. Si el gobierno pide que cada ciudadano se descargue una app y registre datos que se consideran privados, en pos del bienestar general, tengo claro que el 99,9% de los ciudadanos lo harán sin rechistar. Y probablemente el 0,1% restante sean personas sean en su mayoría personas sin hogar, presidiarios u otros casos marginales. Eso contrasta frontalmente con lo que hemos visto en España durante los primeros días del confinamiento, donde aún son muchos los que salen a correr, pasean la mascota durante horas, o tiran una bolsa de la basura en un contenedor a 5 km. de su domicilio (todos casos reales).
Resumiendo, tenemos muchas cosas que aprender de Corea del Sur, pero probablemente las más importantes no sean la gestión de la crisis que han hecho sus autoridades – que podrá haber sido más o menos apropiada, pero sin duda exitosa – sino el anteponer el bien común a los intereses particulares. España es un gran país, muy generoso y con un gran sistema sanitario. Prueba de ambas cosas es que año tras año encabezamos el ranking mundial de trasplantes. Sin embargo también somos un país de pillos. Si todo el mundo está en casa y las calles están desiertas, ¿por qué no puedo salir yo a dar una vuelta, ya que no puedo contagiar a nadie? En ese sentido España apenas ha cambiado de la que se retrataba en la novela picaresca.
Sea cual sea la solución tecnológica que se implante en España para contener la propagación, especialmente una vez se supere el pico de contagios y se vayan retirando las medidas de restricción, su éxito dependerá más de la disciplina individual, que de la funcionalidad de la app en si misma. Y ahí, a los españoles aún nos queda un gran camino por recorrer.
Y de Taiwán también:
https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2762689?resultClick=1
La transparencia para empezar.
A lo comentado por 5 Käfer y 6 Luis añado que en ambos países tenían amplia experiencia en el SARS de hace 20 años, y que en general hay una cultura de cortesía y distancia en el sector servicios que ayuda a implementar estas medidas. Añadiría a ese grupo de paises Singapur y Japón.
España tiene, en comparación, malas cartas para esta situación, con nuestra cercanía constante, la vida social activa de muchos abuelos, una cierta inclinación a la desobediencia (pero también a la valentía), y con un gobierno actual irresponsable (guste o no).
Eso sí, basta ya de decir que China también lo ha gestionado bien. Este problema viene de China, de su corrupción (por no cerrar mercados que ya intentaron clausurar en el SARS del 2002), de su absurdo intento de silencia este problema, y sobretodo de sus mentiras constantes : «el virus no se transmite de persona a persona», «el virus no pasará a otras regiones» «el virus no es letal» «no hace falta aislar ni cerrar fronteras» «el virus viene de EEUU», etc. etc. etc.
Parece ser que Singapur ha desarrollado una app con el mismo propósito, pero su eficacia es mucho mayor, al inferir los contactos entre usuarios por Blutooth en lugar de GPS.
https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2020-03-26/singapur-app-coronavirus-covid19-smartphones_2516539/
También de Islandia…
https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2020/04/15/5e969fa721efa0242d8b45da.html
Pruebas masivas en fecha temprana
Aislamiento de ellos y su entorno
43% asintomáticos…