Si en el cuerpo de Pedro Sánchez estuviera mi cerebro, el objetivo principal que tendría Pedro Sánchez es suturar la fractura que divide a la sociedad española. Los españoles vivimos enfrentados como si de un Madrid-Barça se tratara. La rivalidad y la agresividad en la sociedad es enorme. Una lucha de clases ficticia, porque los enfrentamientos son normalmente entre personas de la misma clase.
No sé dónde radica el origen de este enfrentamiento, que es histórico. No sé si tiene que ver con nuestra forma de ser, con el clima, con nuestra pasión por la rivalidad o por algún atavismo poco estudiado. Todos estamos convencidos de estar en posesión de la verdad absoluta y no dudamos de que los que piensan de forma diferente a la nuestra siempre lo hacen por maldad, por ignorancia o por egoísmo rancio y cortoplacista. Es posible que en otros países ocurra lo mismo, pero, a nosotros nos debe preocupar este país.
La división, o conmigo o contra mí, la violencia verbal e incluso física en los gestos, no tiene justificación alguna, porque la inmensa mayoría pertenecemos a la misma clase, a la clase trabajadora, por cuenta propia o por cuenta ajena, con dificulatades para llegar a fin de mes.
Y, además, tenemos que convivir. Estamos obligados a convivir. En el ascensor, en el metro, en el supermercado, paseando por la acera o circulando en coche. Todos tenemos familiares que piensan de forma diferente a la nuestra, personas a las que tenemos cariño y con las que preferimos no hablar de política para no tener enfrentamientos. Es sorprendente, porque discrepar enriquece, conocer otros puntos de vista bien argumentados ayuda a pensar más y mejor y a caminar juntos en el descubrimiento de ideas mejores para todos. Sin embargo, ese tránsito en búsqueda de la mejora parece inviable. O conmigo o contra mí.
Yo me considero radical de derechas y radical de izquierdas. Radical de derechas porque considero que el mercado perfecto es una herramienta magnífica, sin parangón, para mejorar la competitividad. El mercado perfecto es imposible, porque la información nunca es simétrica y la competencia infinita una quimera. Pero un buen mercado, un mercado con buena información y con elevada competencia, es una herramienta muy poderosa. El problema es que esos mercados son escasos. Normalmente, ni la competencia es amplia ni la información suficientemente compartida. Por ello, es imprescindible un Tribunal de la Competencia que vigile y denuncie y una ley que regule cuando el mercado no tiene el nivel de perfección mínimo.
También me considero radical de derechas porque considero que la competencia es muy beneficiosa para mejorar los procesos y las empresas y por tanto es beneficiosa para los ciudadanos, que podemos disfrutar de esas ventajas cuando se consiguen. La competencia forma parte del mercado, pero la separo para recalcarlo.
Otro motivo por el que ahora se me encuadra en la derecha es mi defensa de la austeridad (cuando yo era joven y Pedro Sánchez acababa de nacer, ésta era una bandera de la izquierda). Defiendo la austeridad porque el consumo empobrece. Genera rentas, pero devora la riqueza. El consumo, el déficit presupuestario desbocado, es pan para hoy y hambre para mañana (odio las frases hechas, Pedro Sánchez, te pido disculpas mientras utilizas mi cerebro por escribir ésta. Pero no encuentro otra más gráfica y breve).
Soy radicalmente de izquierdas porque estoy absolutamente en contra de los privilegios de cuna y de los privilegios en general. Y también porque estoy firmemente convencido de que una sociedad fuerte es una sociedad que cuida a los débiles. Y en una sociedad hay muchos tipos de débiles.
Sin embargo, también tengo claro que cuidar a los débiles entraña peligros. Es relativamente sencillo hacerse pasar por débil. La sociedad del bienestar, tal como la conocemos ahora, es inviable y por tanto tenemos que ser muy selectivos (pero mucho) con la forma en la que destinamos los recursos para proteger a los débiles. Muchas personas no débiles reclaman protección, en perjuicio de los débiles verdaderos.
Las personas «de derechas», en general, califican a las de izquierdas de ignorantes, bobaliconas y utópicas. Las personas de izquierdas encasillan a las de derechas en el monopolio de los privilegioss, el egoísmo rancio cortoplacista y en el aprovecharse del prójimo.
Todo son estereotipos y prejuicios. La realidad no tiene nada que ver con esos clichés que tanto abundan. No hay superioridad moral ni intelectual de un bando o de otro. Muchas veces los fines son hasta parecidos, lo que diferencia más son lo métodos.
Claro que en España hay clases. Está la clase de quienes tenemos calefacción y la de quienes no tienen calefacción. La clase de quienes no tenemos problemas para alimentarnos y la clase de quienes sí tiene problemas para alimentarse. La clase de los ricos muy ricos no es una clase. Es un grupúsculo reducido, que no perjudica a nadie, aunque muchos piensen lo contrario.
Lo único que perjudica a los demás el es consumo, porque los recursos son escasos. Acumular dinero no perjudica a nadie. El dinero, paradójicamente no es escaso. Por eso, sólo sirve para caprichos. Lo que es escaso es la riqueza, que tiene poco que ver con el dinero en propiedad de unos y de otros. Estos ricos, que tienen tanto dinero, poco pueden hacer con él. Por ejemplo, no pueden dormir en dos camas una noche, no pueden calentearse con el doble de calefacción, no pueden cenar dos veces. construir casas y palacios puede ser una inversión o un consumo disparatado. Ir a esquiar en avión, un derroche insopo9rtable para el planeta. Pero que dejaran de hacerlo y que repartieran el dinero no serviría para que hubiera más gente con calefacción. el reparto de las rentas no es reparto de riqueza. (Disucsión larga y difícil que sólo apunto).
Izquierdas y derechas están plagadas de estereotipos. Pero nos pegamos unos y otros porque estamos en posesión de la verdad y nos afiliamos a un partido como quien se hace socio de un club de fútbol y lo defiende hasta la muerte, por mucho que cambie el entrenador y todos los jugadores. Ser de un club de fútbol es en realidad ser socio de cuatro paredes, porque el resto cambia constantemente. Con política ocurre algo parecido. Nos adherimas a una ideología o a unas siglas y el resto de siglas son el enemigo.
Si Pedro Sánchez llevara mi cerebro durante unas horas, se esforzaría como nadie en coser esta grieta que nos separa a unos y otros y que se agranda y ahonda. No sólo la grieta de izquierdas y derechas. También la de los independentistas y de los unionistas. Todas las ideologías, las creencias y la ilusiones tiene que poder ser defendidas por todos los ciudadanos, sin que hacerlo suponga un estigma.
Pedro Sánchez tiene una oportunidad única. La forma en la que ha llegado a la Moncloa se la brinda. Necesita del apoyo de todos los otros partidos para construir en beneficio de todos. Si lo sabe gestionar (mejor con su cerebro que con el mío), si él quiere y si los demás le dejan. Si no hacen todos una política pensando únicamente en el beneficio de su equipo, de su partido, de sus siglas, tenemos una oportunidad histórica para acercar y no alejar, para suturar y no herir, para abrazarnos y no apuñalarnos.
Para suturar y para confraternizar es necesario realizar gestos y tomar medidas.
Lo primero, son los gestos. Las medidas, para que de verdad unan y tiendan puentes, deben de ser trabajadas con todos. Pero los gestos son unilaterales.
Aunque a mi juicio es beneficioso para nuestro país que el gobierno del PP haya sido derrotado en el Parlamento (en cualquier país democrático, una sentencia como la del caso Gürtel obliga a castigar políticamente a un gobierno si no dimite), también estoy convencido de que en el gobierno del PP había buenos gestores. ¿Es necesario desaprovecharlos? ¿Es imprescindible formar un gobierno totalmente nuevo, sin aprovechar a nadie de los que había?
Al contrario de lo que dicta el instinto, aprovechar a algunos de los buenos gestores del gobierno anterior supondría una muestra de fortaleza y no una muestra de debilidad. Tras unas elecciones en las que un partido resulte claramente ganador parece más difícil mantener a parte de un gobierno anterior. Sin embargo, en la situación actual, sería un gesto que supondría un primer paso en el buen camino de la concordia y el entendimiento, porque todos los ciudadanos somos de primera, tanto los que votamos a un partido como los que votamos a otros y tanto los que tenemos calefacción como los que no la tienen.
Estoy seguro de que también sería bueno incluir en el gobierno a algún representante de Ciudadanos y de Podemos y de otros partidos. Por muchos motivos. Todos estamos en el mismo país y todos nos tenemos que entender con todos y entre todos.
* * *
Espero que sean falsos los artículos que se han publicado en varios medios en los que se afirma que el PP no va a colaborar en la transmisión de poderes. Si fuera cierto, denotaría una falta de responsabilidad infinita y demostraría que los ciudadanos del país que han gobernado no les importamos un cascabel. Espero que sea mentira y que los gobernantes del PP se esfuercen por realizar una transición excepecional, en beneficio de todos, también de ellos y del PP.
De acuerdo en casi todo, me ha rechinado la palabra «unionistas», que yo sepa aun no se ha separado nada, más bien diría «constitucionalistas». En cuanto a la nota al pie, haga el favor de no publicitar falsas noticias, de momento, la transmisión está siendo modélica.
Este titular de El Confidencial:
Sánchez abrirá su Gobierno a otros partidos en segundos escalones y rescatará Igualdad
https://www.elconfidencial.com/espana/2018-06-04/pedro-sanchez-gobierno-escalones-rescatara-igualdad-alto-comisionado-cuentas-generalitat_1573515/
Pide imposibles por y para este mi querido país.
No estoy de acuerdo en que la «lucha de clases» sea ficticia. Desde mi punto de vista, la «clase propietaria» a lo grande (fincas rústicas o urbanas, industrias y comercios multinacionales, explotaciones agrarias o mineras, laboratorios I+D, bienes inmuebles o de equipo, vehículos, activos financieros que invierten en actividades económicas privadas o públicas de todo tipo-sanitarios, educativos, militares, infraestructuras,…-), siempre ha sido una minoría social con una influencia política muchísimo mayor que la «clase trabajadora» (propietaria como mucho de alguna vivienda, terreno cultivable, taller o comercio pequeño,…). Ese desequilibrio político entre grandes propietarios, y trabajadores y pequeños propietarios, es el origen de la «lucha de clases».
En occidente, el mercantilismo feudal, en manos de la aristocracia, poco a poco se convirtió en mercantilismo burgués, y como nos enseñaron Adam Smith, Marx,… los sistemas económicos que no estaban suficientemente supervisados y vigilados por las administraciones públicas, de forma transparente, tanto para evitar abusos en la fijación de precios y salarios, como para garantizar unos servicios públicos básicos (fuerzas de seguridad del estado, saneamiento de aguas, recogida y tratamiento de residuos, sanidad, educación,…) terminaban convirtiéndose en oligopolios y monopolios ineficientes y anticompetitivos (ya sean privados en mayor medida -sistemas económicos más o menos «capitalistas»- o públicos -sistemas económicos más o menos «socialistas» o «comunistas»-), que sólo servían para enriquecer y mejorar la calidad de vida de la «clase propietaria» (oligarcas privados o burócratas), a costa de la «clase trabajadora».
Por tanto, la «res publica» no creo que deba ser nunca «muy de derechas», beneficiando excesivamente a los propietarios respecto a los trabajadores, ni «muy de izquierdas», haciendo justo lo contrario, ya que ambas formas de poder suelen tener resultados nefastos. Comprendo que haya representantes políticos «más de derechas» y «más de izquierdas», pero para gobernar, legislar o juzgar, prefiero personas que no sean «muy de derechas» ni «muy de izquierdas», y sobre todo, que tengan unos conocimientos históricos, filosóficos, científicos, humanísticos,… suficientes para enfrentarse a los manidos «argumentos» de los colectivos más radicales de ambas clases sociales, y así impedir que los ricos abusen de su riqueza, o que los pobres abusen de su pobreza, para tratar de perpetuarla en ambos casos, sin hacer esfuerzo alguno a lo largo de su vida o de sus herederos.
Saludos
Hombre D. Javier, ya tardaba ud en hacernos los honores con sus imposibles cotidianos. XD
Debería presentarse a las elecciones con ese programa que ha expuesto, partiría ud la pana… Mientras tanto en ejpañijtán vamos a seguir a lo nuestro, yo ya he hecho acopio de palomitas, porque el señor Sánchez lo tiene mal, la verdad. De momento quienes le han aupado con sus votos a la presidencia están ya tarifando tras ver con quienes ha formado gobierno.
Desengáñese D. Moltó, esto de la politica es para navajer@s expert@s no para idealistos eclécticos como ud.
Mejórese y siga descubriéndonos como vivir desestresados gracias a los eléctricos, se le da mejor, créame.
¿Los «ricos muy ricos» un grupúsculo que no perjudica a nadie?
Eso es que no sabe quien es el Sr. Mittal, el propietario de Arcelor Mittal, la empresa que domina la siderurgia en este planeta.
No hace daño a nadie, hasta que decide cerrar plantas industriales porque los europeos, tras dos milenios y pico de revueltas y revoluciones, hemos arrancado a nuestros tiranos unos imprescindibles derechos de ciudadanía, nuestra participación política, nuestra seguridad en el trabajo, nuestra asistencia sanitaria a los lesionados y enfermos por causa laboral, nuestra jubilación, nuestro derecho a cobrar el trabajo a un precio que nos permita vivir con la dignidad propia de un ser humano, de una persona. Cierra plantas en Europa porque ser libres nos hace «recursos» mucho más caros que los trabajadores chinos, que carecen de todos estos derechos y viven peor.
En ese momento Mittal perjudica a los europeos que deja en el paro, sin gastar en el comercio local y sin contribuir al sostenimiento general de nuestra sociedad (las carreteras hay que mantenerlas). Y perjudica a los chinos que emplea porque los empresarios marxistas-maoístas del PCCh le dejan usarlos sin las mismas condiciones que se exige en Europa. Hasta que los pobres chinos hagan otra revolución y se libren de la casta empresarial con carné del partido que les oprime, claro.
¿Compitamos por precios hasta entonces?
Claro, para que el Sr. Mittal gane más y vuelva a pagar de su bolsillo todos los gastos de una boda de su sobrina, incluyendo el transporte de los invitados de las dos familias (extensas) desde la India (porque Mittal es ciudadano indio) a Barcelona para satisfacer el capricho de la sobrina que se casó aquí. Mientras los barceloneses seguían en crisis laboral, empresarial, inmobiliaria y quién sabe cuántas más. Por cierto, que Mas fue invitado a esa boda de las mil y una noches. Ese independentismo tan independientemente independentista como para querer seguir en la OTAN, la ONU, la UE, el FMI y el club de BDSM y decidir tan poco como Rajoy, y que además nos humilla a todos los españoles, catalanes o no, ante los «ricos muy ricos», los dueños de todo.
¿Que no perjudican a nadie?
Pregúntele a cualquiera de los informáticos que le rodean si el poder monopolístico de Gates (nieto ya de millonarios) no ha retrasado el desarrollo de la Informática al menos un decenio. Precisamente al destruir la competencia y, después, al tomar malas, pésimas decisiones. De no ser por Torvalds, ahora tendríamos pantallas azules en los ordenadores móviles con batería escasa que usamos para What-ass, la publicidad de Führerberg en _su_ FuckBook y hacerme esperar a mí en la cola del supermercado porque la niña que había delante (qué cuerpo, oigan) no sabe usar la calculadora del móvil con el que paga para llegar al gasto mínimo del dichoso descuento del carro ful. 40 € de miCENSURADOda y la bobina pelabaudios solo cogía unas chocolatinas gringosas, en lugar de unas lonchas de jamón 100 % ibérico de bellota, como nuestros dioses prerromanos mandan y nos permiten nuestros sueldos de protestones contra los que hacen huelga para que Mittal no se saque los mocos en otro barco más grande a costa de ellos.
¡Ay, si no considerase indigno de mí comprar mujeres de las que se venden por un contrato matrimonial! (La mujer plebeya más rica de España hasta 1936 lo dijo y yo no discuto a las mujeres).
Falsos necesitados…
Déjame que le cuente una historia. ¿Cuántas son las empresas españolas, de las grandes, de las muy grandes de verdad, están ahí porque viven agarradas a la mamandurria de la obra pública, de la ubre del crédito del BCE a la banca privada, de la cornucopia de intermediar con la deuda que los españoles ovinamente permitimos que nuestros políticos nos hagan pedir y pagar, del abdomen hinchado de miel de las hormigas negras, muy negras de Seguridad y Defensa del Estado contra todos los enemigos implacables que nos rodean?
Pese a tanto beneficio a costa del Estado/embudo de la pasividad de la ciudadanía, resulta que muchas de ellas han llegado a tener pérdidas, a despedir millares de empleados, a vender filiales y partes de sí mismas. Y, en el último caso, a vender los inútiles dueños sus acciones a Blackrock y similares, que ahora dominan el IBEX. (Por no hablar del abordaje de un barco cántabro a otro barco que hacía aguas, gracia a una patente de corso de Bruselas, trjm, trjm).
Pues bien, hay por ahí un profe de Ciencias (sin método científico) Económicas que dice que eso no pasaría si a las empresas en pérdidas el Estado les echase una mano (otra más) pagando la parte de la nómina que la empresa no pueda pagar.
¿Se imaginan ustedes que Ferrovial, Codere, Indra y todas las empresas que han declarado pérdidas un año (para hacer uno o más EREs con protección legal) los contribuyentes, que sí llevan bien sus empresas y no pierden dinero (Ud. mismo, Sr. Moltó), tuviesen que dar más dinero (o parte del que ya dan) por culpa de unos malos ejecutivos elegidos por su pertenencia a la familia del dueño (Rafael Catalá), por su pertenencia a una familia del régimen (Abril Martorell) o por cualquier otra causa no ligada a su rendimiento como gestores?
¡Rojos! ¡Bolcheviques! pensarían ustedes si el Gobierno hiciese eso.
Pues no.
Naranjas. Ciudadanos. Es la propuesta de Garicano y de Rivera para ayudar quien sabe si a La Caixa o al Banco de Sabadell, el ideólogo del «Podemos de derechas».
Pues aún sin eso, hay falsos necesitados a nivel empresarial. Los que en lugar de pagar los cursos de Formación y PRL de sus empleados reciben subvenciones por hacerlos. Las grandes empresas que en Madrid, no en Andalucía sino en Madrid, recibieron fondos públicos para la formación de sus empleados sin dar formación alguna y que, al ser descubiertos, se hicieron los discapacitados intelectuales y devolvieron el dinero, habiendo solo una persona encausada judicialmente. De eso no se habla ni la centésima parte que de lo de los EREs _DE_EMPRESAS_ de Andalucía. Porque, claro, las de Andalucía eran Delphi y empresas pequeñas hechas por familiares testaferros de ciertos políticos de dos ciertos partidos de toda la vida de Dios. Mientras que lo de Madrid es algo constante que llevan disfrutando las grandes empresas que se benefician del denostado Estado desde que Miguel Primo de Rivera empezó a tirar kilómetros de asfalto por España. Y, claro, quien manda manda y los partidos vienen, van y hasta se prohíben (todos) cuando la gente decide participar democráticamente más allá de votar cada cuatro años.
¿Buenos gestores en el PP? Seguro, alguno tiene que haber.
Por ejemplo, el alcalde de Lugo, que desprivatizó el servicio de limpieza o recogida de basuras (no recuerdo) porque la empresa lo hacía más caro que el municipio, que en 2008 ya no podía pagar tan caro el servicio. Puro sentido común, porque sin IVA, ni IAE, ni beneficios ni salarios de gestores que muchas veces no hacen nada útil, te ahorras una pasta. Y al fin y al cabo se trata de barrer la calle y recoger basura. No hace falta emprendimiento ni innovación ni repartir a los barrenderos por las calles necesita financiación ni una gran logística. (Lugo es algo más pequeño que Los Ángeles y quizá también que París, aunque sea mucho más bonito con sus viejas murallas y el mercado de libros de su hermosa plaza).
Pero no encontrará buenos gestores en los ministerios. Mientras la deuda pública bajaba en muchos municipios y autonomías, los ministerios seguían con déficit, aumentando la deuda pública pese al ahorro de aquellos.
Ser buen gestor… Eso es un mito de la propaganda de los que no saben gobernar, solo administrar. Porque administrar no es gobernar.
El buen gobierno es hacer las cosas más adecuadas a cada momento y circunstancia. En un barco el capitán gobierna, decide el rumbo, la velocidad y las acciones que sean necesarias para cumplir esos objetivos. Y el cocinero administra las raciones para que duren todo el trayecto. Vea usted la diferencia entre el gobierno y la simple gestión.
Olvídese de los propagandistas de uno y otro bando. No repita lo mismo que machacaron los panegiristas de Churchill, Roosevelt, De Gaulle, Stalin y Mao, por decir solo las vacas sagradas de la Historia desastrosa de los torpes vencedores de la última guerra mundial. Los historiadores le contarán todos los fallos de todos ellos, la inexplicable confianza de Stalin en Hitler, la estúpida testadurez de Winnie reincidiendo en la estrategia indirecta en escenarios nada fáciles para la ofensiva, como los Dardanelos, Noruega o Italia, el terrorismo de los bombardeos masivos de la población civil alemana en lugar de arrasar las escasas fábricas de rodamientos que hubiesen paralizado la máquina de guerra en unos pocos meses, tal y como confesó Speer, el ministro de armamento alemán, extrañado porque nunca les diesen la puntilla tras los ataques iniciales a esas fábricas.
Pues con los políticos españoles pasa lo mismo, solo que con temas mucho más sencillos.
¿Qué problema es la educación de los niños españoles para un gobierno? Se copia el sistema educativo finlandés, pero el viejo, que los fineses ya están cambiando a uno aún mejor (que lo prueben ellos). Se copia algo bueno que ya funciona y nos dejamos de esas tonterías tan de nuestros políticos de si los niños tienen que estudiar solos o con las niñas o si tienen que memorizar educación para la ciudadanía de la que resultan acosadores digitales o mover la cabeza en la madrasa durante las clases de religión católica apostólica y romana con túnica praetexta y caligae en lugar de nuestros maravillosos sagum. Que somos de un moderno que tira de espaldas, con nuestro ministro castellanizando catalanes, pese a ser descendiente de flamencos (Wert) o Su Gracia Serenísima, el Señor Barón de Claret, ministro de Educación y portavoz del Gobierno, con sus antecedentes familiares en la milicia, el partido y, cómo no, en la Compañía Telefónica Nacional de España.
Pues así con todo. ¿La mochila austríaca? Pues claro, se traduce la ley laboral austríaca al castellano y se publica en el BOE. Y la ley de libertad de expresión sueca. Y las mejores de cada sitio. El Acta Patriótica estadounidense y las de control de natalidad de la República Popular China si hace falta, que no sé si serán buenas o no, pero se cumplen.
Y luego sales a la calle y ves a los españoles. Y te das cuenta de que no tenemos los mismos empresarios, ni los mismos trabajadores, ni los mismos ciudadanos que en esos países. Y que copiar sus leyes no serviría de mucho. Porque aquí casi nadie cumple las leyes si no le obligan. Porque la política no se arregla en un parlamento de espaldas a la gente, sino que la tienen que hacer las personas en el día a día de su consumo, de su trabajo, de su ahorro, de su comportamiento no económico, en su relación con los demás. Y entonces verán que un seguro de 17 millones de trabajadores más los jubilados es mejor que un seguro con menos clientes. Dando igual que sea público o privado, si no fuese porque las empresas ponen límite al gasto médico según lo que hayas pagado y, muy importante, la enfermedad que contraigas. Y el público no lo hace porque tiene mayor potencia económica y no anda buscando el beneficio de los propietarios, sino la utilidad para los asegurados, que somos los que realmente pagamos.
Pedro Sánchez no hará nada.
Como no lo harán Rivera, Iglesias ni, una vez jubilado el perezoso de Pontevedra, el cuco que termine echando del nido a las restantes gaviotas del Partido del Pueblo (solo porque a Fraga no le dejaron registrar el nombre Alianza Nacional y tuvo que cambiarlo por Popular). La gente es la que tiene que cambiar. Y, visto lo visto entre los jóvenes, nos aguardan varias generaciones de seguir la partitura que nos quiera interpretar el Google / Amazon / Über alles de turno en este nuestro planetario Hamelin, amen de nuestros patrios enladrilladores del cielo.
¿Alguno de ustedes circula siempre respetando los límites de velocidad? ¿Siempre? ¿Alguno ha ido a juicio contra una empresa, contra el Estado, contra un vecino? Pues si no se respetan ni se usan las leyes del Reino, cómo van a influir las leyes, lo único que hacen los políticos en nuestra vida. Salvo robando, claro, a través del Estado en favor propio y de los poderosos que se aprovechan de nuestra pasividad.
Pero si es por conversar de algo…
Hablemos de mujeres.
Yo «sigo» a Rosa de Luxemburgo:
«El feminismo es para las señoras, no para las trabajadoras».
Sí, ya me estoy ajustando el casco corintio, las grebas y el linotórax. El hoplón ya lo llevo a la espalda para protegerme mientras huyo de la turba iracunda de montypythoníacas lapidadoras que quieren igualar a sus hijos con sus hijas, pero no con las hijas de las dueñas de la empresa a la que compran la ropa, por ejemplo).