Los médicos de la sanidad pública madrileña están en huelga. Protestan por los planes del gobierno autónomo para privatizar la gestión de algunos hospitales de la Comunidad de Madrid. El eslógan que más se oye entre los trabajadores de la sanidad pública madrileña es, más o menos: «no a la privatización de la sanidad».
Estoy de acuerdo con las protestas de los médicos. No estoy de acuerdo con la privatización que pretende hacer el gobierno madrileño, pero por las formas, no por el fondo. No se puede acometer ningún plan de reforma sin que los ciudadanos tengamos un estudio claro y preciso de por qué se utiliza un método y no otro, sin que podamos saber con detalle, aquellos a quienes nos interesa, cómo se utilizan los recursos públicos.
He leído el Plan de Sostenibilidad del sistema sanitario madrileño y es de vergüenza ajena. Utilizan un dato vago de costes por habitante de las camas hospitalarias para justificar privatizaciones de la gestión sin dar ningún tipo de detalles sobre cómo se obtiene ese dato, qué diferencias se tienen en cuenta entre unos hospitales y otros, cómo se derivan los pacientes de unos centros a otros, qué inversiones se han realizado en unos hospitales y otros, qué tipos de enfermedades tratan, dónde están los médicos con más años y experiencia, en qué núcleos de población se incardinan (de mayor o menor edad media)… en fin. Me da vergüenza pensar que nuestro dinero se gestiona con esta falta de profesionalidad.
El consejero Lasquetty dice que tiene estudios serios que avalan sus decisiones, pero se niega a enseñarlos. ¿Mande usted? ¿Encarga estudios con el dinero de todos los madrileños para mejorar la gestión de la sanidad pública madrileña y luego se niega a enseñarlos? ¿Se cree usted que estos estudios son de su propiedad? El bochorno por la desfachatez se añade a la vergüenza.
Yo estoy convencido de que puede haber una gestión privada de la gestión pública en algunos sectores. Un grupo de profesionales que forme una sociedad sin ánimo de lucro puede dar un magnífico servicio, pagado también con dinero público, para determinado tipo de enfermedades. Pequeños grupos de médicos o grandes hospitales, pero siempre sin ánimo de lucro y perfectamente transparentes. La gestión privada y la competencia no son siempre demoníacas, pero, a la vez, tiene que quedar claro que la salud no es un negocio con márgenes, excedentes y plusvalías. No puede haber ánimo de lucro, más que para los profesionales que trabajan en la propia sociedad, que pueden llegar a tener sueldos muy elevados si sus pacientes privados están dispuestos a pagarlos.
También estoy convencido de que la sanidad pública puede ser gestionada de forma nefasta. conocemos bien cómo se gestionan las empresas públicas en este país. Los políticos meten sus manos hasta el fondo, ponen a sus amigos en puestos de dirección, los ponen a dedo por todos lados y eso no lo consideran corrupción. Hasta los directores médicos de pequeños centros públicos de atención sanitaria son cargos puestos a dedo por los políticos en demasiados casos, tanto en Madrid, como en Andalucía y Cataluña, zonas de las que tengo mejor información. no es una cuestión de qué partido gobierne. Conozco casos tanto con el PP, como con el PSOE como con CiU.
No es cuestión de pública o privada. Puede ser pública, privada y mixta. La cuestión clave es bien o mal gestionada, con buenos gestores o con malos gestores, con intereses económicos para empresas de amigos o sin intereses económicos de empresas de amigos. La pública no es mejor que la privada si no hay transparencia absoluta. Y no la hay.
Hay dos aspectos más, imprescindibles para tener una buena sanidad. El primero es tener una buena selección de profesionales. La oposición es un método horroroso para elegir profesionales. No sólo médicos. Profesores, administrativos, notarios… tener memoria y saber aprobar un examen no tiene relación alguna con ser un buen médico. Los métodos de selección para la función pública tienen que cambiar en nuestro país.
El otro aspecto imprescindible son los indicadores de calidad. Una buena gestión de la calidad del trabajo de todos los médicos es imprescindible. La calidad nos permite medir el resultado de nuestro trabajo. Invertir tiempo y dinero a medir la calidad es imprescindible para gestionar los recursos y la salud de los ciudadanos de forma óptima.
Es imprescindible que los políticos saquen sus manazas de la gestión pública. Los políticos tienen una ideología que debieran separar absolutamente de sus intereses personales, profesionales y de los de sus amigos de partido. Hasta que no consigamos esa gestión profesional imprescindible, el resultado será mejorable, tanto si es empresa pública como si es privada.
(En los últimos párrafos hay muchos «imprescindibles». No quiero prescindir de ni uno de ellos. 🙂 )