No hemos ganado. No. Y la segunda posición no nos sabe a victoria. Ni a Loren ni a Javier ni a mí.
Quizá si hubiésemos empezado cuartos y si hubiésemos remontado hasta el segundo puesto nos sabría a victoria. No lo sabemos. Pero empezamos primeros (Tramo 1 y Tramo 2). Durante varias horas estuvimos primeros y… en esas horas lo único que piensas es que el rally es muy largo, sí, que puede pasar de todo, sí, pero que vas primero y que tu resultado en los dos primeros tramos no ha sido por casualidad. Acabar el día sabiendo que sólo te separa una décima de los primeros ayuda a pensar en cómo ganarles. No. Un segundo puesto no sabe a victoria. Pero es objetivamente un buen resultado y Loren dice que «hoy» (día después de terminar el rally) le sabe mejor que ayer.
En una de las múltiples conversaciones en el coche Javier decía: «Estoy contento, sí. Pero no. No hay ningún motivo para que nos ganen. Lo curioso es que no me entristece perder. Lo entiendo perfectamente. Ellos lo han hecho mejor, nosotros nos hemos equivocado (y es bueno que nos equivoquemos) y por lo tanto hemos perdido. Me parece razonable y lógico y no me entristece. No no me entristece, sino que disfruto con la lucha. Lo único que ocurre es que me molesta no ganar. Me molesta mucho no ganar, porque no hay ningún motivo por el que no podamos ganar.»
Empezamos muy bien. Empezamos ganando por mucho. La primera mañana, con frío, lluvia y niebla el resultado fue perfecto. En el primer tramo apenas penalizamos. Sin embargo, por la tarde, con un sol precioso que se reflejaba en el mar, el resultado fue mucho peor y perdimos todo lo conseguido por la mañana (Tramo 3 y Tramo 4). Cuando llegó la noche estábamos en segunda posición, a una décima del primer puesto.
A la mañana siguiente, había una disputa sorda entre Loren y Javier. Yo no decía nada. Javier, antes de irse a dormir, le había enseñado a Loren lo que nos había ocurrido en el segundo tramo de la tarde. Cómo nos acercábamos a los tiempos cuando corregíamos la distancia y cómo nos íbamos alejando progresivamente de esos tiempos a medida que transcurrían los kilómetros. Hasta que volvíamos a ajustar las distancias. Nuestras penalizaciones durante todo el tramo, traducidas a un gráfico, tenían forma de dientes de sierra. Estaba claro que nuestra velocidad era equivocada, porque nos íbamos alejando progresivamente del «cero».
Con ese dato meridianamente claro, Javier decidió que teníamos que encontrar «el calibre bueno». Y para eso, Loren y Javier tenían que hacer pruebas y acertar o equivocarse. Como somos un equipo con poca experiencia, lo normal es que nos equivocáramos. Loren, que es más conservador que Javier, siente rechazo al riesgo. Prefiere fiarse de un calibre que sabe que no es el exacto a probar y cometer grandes errores.
La disputa era sorda. Javier reflexionaba dentro del coche: «Tenemos que aprender, Loren. Y para aprender, tenemos que equivocarnos. Ayer por la tarde no cambiamos nada. Nos equivocamos. Lo que no podemos hacer hoy es seguir sin cambiar nada. Vamos a aprender del error de ayer. Vamos a volver a equivocarnos. Pero haciendo pruebas y experimentos«.
Loren no contestaba. No decía que no. Estaba de acuerdo con que el equipo tenía que aprender. Pero equivocarse «a conciencia» me parece que es superior a sus fuerzas.
También tuvimos mala suerte. El primer tramo del día, al principio, coincidía con el tramo que había estipulado la organización para calibrar el coche. En principio eso era una ventaja, pero tuvimos muy mala suerte porque encontramos mucho tráfico en el recorrido que sirve para calibrar y tuvimos que hacer eses, adelantamientos y desviarnos de nuestra línea ideal. Así que cuando llegamos al punto de medición, sabíamos que el dato era poco preciso. A partir de allí, seguimos equivocándonos y el primer tramo del día fue un auténtico descalabro. Nos sirvió para aprender, pero nos apartó definitivamente de la lucha por la victoria.
El segundo tramo del día, el tramo sexto del rally, fue un martirio dentro del coche. Yo notaba la tensión. Mis dos humanos preferidos experimentaron todo el rato, Javier le pedía datos a Loren para hacer cálculos, pero Loren no entendía bien qué datos le pedía Javier, porque además de buscar los datos tenía que estar pendiente de la referencias y de que no nos desviáramos demasiado. Javier hacía cálculos, le pedía a Loren que hiciera cambios. Yo podía ver la cara de sufrimiento profundo que ponía nuestro copiloto. Javier también sufría, creo que porque veía sufrir a Loren y el objetivo no era sufrir, sino aprender. Fue un momento duro. Loren se contuvo. Ambos, poco a poco, se van conociendo bien. Javier notaba que Loren no quería hacer nada de lo que estaban haciendo. No quería experimentar de esa manera. Aquello le parecía una tortura. Pero él estaba decidido a que no pasara ni un tramo más sin aprender. Y ese aprendizaje no puede hacerse entrenando, porque nadie te da referencia de tiempos reales. Hay que hacerlo en carrera.
Cuando terminó el tramo sexto, salieron los tiempos del tramo quinto (Tramo 5). Después de la tortura del tramo sexto (Tramo 6), llegó el mazazo del tramo quinto. En ese momento confirmamos que habíamos perdido el rally. Después del recorrido de enlace, repetimos el tramo quinto, el primero del día, esta vez como tramo séptimo. La segunda plaza no parecía en peligro, salvo que volviéramos a hacerlo muy mal y que nuestros competidores lo hicieran muy bien.
En la segunda pasada por el tramo quinto (ahora séptimo) volvimos a hacerlo muy mal. Pero en esta ocasión fue por mala suerte. Cometimos un error (todavía no sabemos cuál es), pero en una parte del tramo nuestros tiempos se desviaron enormemente del cero. Algo hicimos mal. Pero llegando al final del tramo volvimos a ajustarnos.
Al terminar este tramo, con todos los datos que teníamos de los tramos anteriores y con los tiempos que habían salido, hicimos cálculos y tomamos una decisión. Todavía no sabíamos que nuestra segunda plaza estaba en peligro, pero quedaban dos tramos y tomamos una decisión para esos dos tramos.
Salimos al tramo octavo y a medida que pasábamos por las referencias veíamos que no íbamos demasiado desviados. Unos metros arriba en unas ocasiones y unos metros abajo en otras. Todo bien. Terminamos el tramo y sólo terminarlo supimos que los terceros clasificados habían salido al octavo tramo una décima de segundo por detrás de nosotros. En el séptimo tramo (Tramo 7) habíamos repetido exactamente la misma penalización que en el tramo quinto (la suma total de las penalizaciones), pero por motivos muy diferentes.
El camino de regreso al parque cerrado, después del tramo octavo, fue otro martirio. Creíamos que el tramo octavo lo habíamos hecho bien, pero el equipo portugués que venía empujando por detrás había marcado dos «scratch» consecutivos en los últimos tramos, con dos tiempazos, y estaba claro que habían dado con la tecla. Teníamos el consuelo de que perder el tercer puesto parecía imposible, pero no queríamos perder el segundo.
Finalmente, muy cerca ya del parque cerrado, salieron los tiempos del octavo tramo (Tramo 8).
¡¡Habíamos marcado el «scratch» y con un tiempazo!!
Las lágrimas se asomaron a los ojos de Loren y Javier. Igual que el día anterior, después de marcar los mejores tiempos en los dos primeros tramos, la emoción fue enorme. Habíamos sufrido, habíamos trabajado, nos habíamos equivocado y habíamos aprendido. Estábamos emocionados y felices. El apretón de manos entre Loren y Javier, sentados en mi regazo, selló una vez más la fortaleza de este equipo que es inexperto, pero que tiene unas ganas infinitas de aprender y de hacerlo bien.
Sólo quedaba un tramo. Un tramo muy fácil en el paseo marítimo de Oeiras. Por mal que lo hiciéramos, en este tramo era imposible equivocarse mucho. Era imposible que perdiéramos la segunda posición. Javier, sorprendentemente, sintió un cosquilleo en el estómago antes de la salida. Sintió nervios por primera vez en todo el rally. Los había sentido antes, la semana anterior, pero una vez dentro del rally no había notado nada especial, salvo tensión, concentración y muchísima hambre durante todo el fin de semana.
Loren, en cambio, estaba tranquilo. Loren, que sí había notado nervios en la mañana del segundo día, cuando el equipo íbamos sólo a una décima de la primera posición, estaba tranquilo a falta de un solo tramo, casi de paseo, por el paseo marítimo.
Un tramo prácticamente recto y muy fácil de conducir y de medir. No lo hicimos ni muy bien ni muy mal, pero conseguimos también la primera posición que nos convertía en el equipo que más tramos había ganado (Tramo 9). No es un consuelo, pero sí una satisfacción.
El abrazo de Loren y Javier cuando se bajaron, justo delante de mí, me hizo sentir bien. Les he visto sufrir mucho en los tramos en los que estaban perdidos. Es el primer Rally FIA en el que participamos y un segundo puesto trabajado y sufrido como lo hemos sufrido, será un recuerdo irrepetible.
Desde mi sitio en el parking cerrado pude contemplar con gran emoción cómo mis compañeros subían al podio, en ese merecido y luchado segundo escalón, con Eneko y Marcos en el primero. Unos rivales muy duros con los que nos llevamos muy bien, aunque eso de que Eneko me llame «ruedas finas» no me gusta mucho, ni a él que me metiera yo con su «ballena japonesa». Sonó el himno español (en una versión muy larga) y les entregaron unas enormes copas, junto con unas botellas de champán, y os podéis imaginar que nadie terminó seco, pues Eneko abrió su botella y nos regó a todos inmisericordemente.