A mis años nunca había conducido un Panther. Y, lo peor, no sabría decir qué es lo más parecido a un Panther que he conducido en mi vida. ¿Quién me lo ha prestado? Mi amigo Txema Foronda, grande entre los grandes.
Lo primero que hicimos fue ponerle gasolina sin plomo, porque desde hace muchos años no hay gasolina con plomo en las gasolineras. Pero el Panther no tiene el motor preparado para funcionar con gasolina sin plomo. Recuerdo, hablo de memoria y no aseguro que sea exactamente así porque mis neuronas ya no son lo que eran, recuerdo, decía, que el tetraetilo de plomo de la gasolina con plomo servía para engrasar las válvulas de admisión y escape y que los motores no preparados para funcionar con gasolina sin plomo tenían problemas en las válvulas.
Gasolina sin plomo
Ponemos gasolina de 95 octanos y un aditivo que no sé en qué consiste, no le pido el bote a Txema, pero posiblemente sea un compuesto que incluya tetraetilo de plomo. Esa imagen me retrotrae a los principios de la década de los 90, cuando se abandonan los motores de mezcla pobre, llegan los catalizadores, en las gasolineras hay gasolina con plomo y gasolina sin plomo, y me recuerda la de cantidad de catalizadores que no funcionaron nunca porque como no había gasolina sin plomo en todos las gasolineras muchos conductores echaban gasolina con plomo… en fin, años de transición. Como ahora, con los coches de combustión a los eléctricos, pero sin tanto cambio.
En la misma gasolinera Txema me dice, “Venga, condúcelo”. Txema es así. Le deja su coche a cualquier pelagatos que se le acerca a preguntar. “¿Seguro?”. “Seguro”
Ya me ves a mí intentando subir al coche. No es como un SUV, desde luego. Se ve en las fotos. La distancia que separa el suelo del lugar en el que se ponen los pies dentro del coche es considerable. No en altura, sino en horizontal. No resulta complicado entrar, pero intuyo que para salir la maniobra requiere contorsionismo. Como si me oyera, Txema me dice:
— Para salir, lleva el asiento hasta el tope trasero.
No debí de entrar con mucha dignidad.
Acomodo el asiento a lo que entiendo que me resultará mejor y pongo los espejos centrales e izquierdo en su sitio. No le digo a Txema nada del espejo derecho, porque no lo necesito con el coche descapotado.
Tracción en las ruedas posteriores, claro
Con el giro de la llave suena el motor inmediatamente. Ya estaba caliente por el recorrido hasta la gasolinera. Los pedales son pequeños pero están en una buena posición vertical para conducir con las piernas estiradas. El único problema en mi caso es que con las piernas estiradas el volante me queda un poco lejos y como la dirección está dura, en el primer giro que hago para salir de la gasolinera constato que tengo que conducir con las piernas un poco dobladas para llegar bien al volante y los pedales verticales ya no me quedan tan cómodos.
Salgo despacio. Es un coche desconocido para mí. Los coches con los que yo empecé a conducir tenían ese mismo tacto, sin dirección asistida, sin ayuda en los frenos, con un cambio lento y de recorridos largos y con esos neumáticos finos y de mucho balón. También eran de tracción trasera. Pero el coche con el que yo empecé a conducir tenía menos distancia entre ejes, era más corto, tenía mucha menos potencia y sobre todo mucho menos par motor.
La respuesta del motor es magnífica en todos los regímenes, por la inmediatez en la respuesta y por la potencia con la que responde también a pocas revoluciones. Curiosamente, me recuerda al tacto de un motor eléctrico.
¡Dale!
Txema me lleva a una carretera con buen piso y curvas de todo tipo en subida y en bajada y me avisa de que si acelero en apoyo el coche se puede cruzar. No me imagino qué puedo hacer con un coche tan largo* cruzado en una carretera como esa y no me atrevo a acelerar con decisión de ninguna de las maneras. Txema me anima a que corra más, pero no me siento con confianza. La dirección es dura, si bien en las curvas se aligera, y tiene una cosa magnífica: se nota fielmente lo que ocurre entre las ruedas, el coche y el asfalto. Cada centímetro de deslizamiento, cada piedra o bache, casi diría que hasta la rugosidad del asfalto, se notan en el volante. Esas sensaciones se han perdido.
Poco a poco voy acelerando más, me voy animando y tal como conduzco yo el coche cuando acelero lo que noto es que le cuesta entrar en las curvas. Necesito frenar más hasta el vértice del giro para meter el coche en la curva si quiero acelerar pronto, aunque no quiero excederme no vaya a ser que el coche se cruce si acelero con él demasiado apoyado. Cada vez acelero más y el coche no se mueve de atrás. Basta con abrir la dirección a tiempo para que el coche tenga una respuesta efectiva, rápida y no demasiado difícil.
Cada vez aprieto más los frenos, apuro más las frenadas y acelero más a la salida de las curvas, por lo que llego más rápido a la curva siguiente. El coche es muy divertido de conducir. Si no fuera tan largo si no tuviera tanta distancia entre ejes* entraría mejor en las curvas. Pero a mí lo que me gusta es conducir y adaptarme a las características de cada coche. Me da igual ir muy rápido o muy despacio. Lo que me gusta es intentar sacar la mayor efectividad de cada coche. Si estuviera en una carrera quizá me cabreara si me sacaran 5 segundos por kilómetro. No lo sé. Pero hace muchos años que no participo en carreras.
Olor a frenos
Cada vez más lanzado, llega una bajada y empiezo a pisar los frenos en serio. Empieza a oler a zapata. Se lo digo a Txema. “A los frenos no les pasa nada. ¡Dale.” Sigo dándole zapatilla. Si el dueño me anima a que le pise, yo le piso. Hasta ahí podíamos !llegar. Me lo estoy pasando como cuando era un niño pequeño en los autos de choque. Cuando detengo el coche, una columna de humo sale de las ruedas delanteras. Arranco con rapidez y voy despacio para que los frenos se enfríen. Ya no fuerzo el ritmo. Dejo que el coche se recomponga mientras Txema y yo disfrutamos del aire en la cara. Pienso en lo divertido que eran los coches hace unos años. Cuando probaba el Renault 21, por ejemplo, que no era un coche divertido en sí mismo, pero que únicamente, por la diferencia de llevar un motor de gasolina o uno diésel, la respuesta en curvas era totalmente diferente. No por la respuesta del motor, que también, sino por la agilidad y precisión del eje delantero.
Ya no existen esas diferencias. Todos los coches, hasta el de menos precio, tiene una respuesta casi idéntica en curva. Hay matices, por supuesto, y sobre todo si haces una maniobra de esquiva brusca, con frenada incluida, unos coches se aplastan al suelo y otros se levantan de atrás y se convierten en más difíciles de controlar. Pero tiene que ser una maniobra imprevista, rarísima. En condiciones normales, todos los coches responden de forma muy similar. Con mayor o menor agarre, sin duda, debido en buena parte a los neumáticos, pero nada que ver con las diferencias de hace 30 años.
Nostalgia
Me quedaría con el coche de Txema. Antes de bajar, coloco el asiento en su posición más retrasada para que me quepan las piernas por el vano de la puerta sin tener que meterme la rodilla en la boca. No hace falta que recuerde lo que me dijo Txema al entrar. Si no llevo el asiento hasta su posición más atrasada no tengo capacidad física para salir.
Gracias Txema. Snif. ¡Qué bonito es conducir!
Felicidad para todos. Para Txema un poquito más. Por dejarme su coche y por enseñarme tanto.
*El coche no es largo y no tiene mucha distancia entre ejes. Se trata de mi sensación, porque vas sentado muy retrasado con relación al eje delantero, pero por detrás de ti queda muy poco coche. Me lo dijo Txema cuando le envié este texto. La longitud del coche es de solo 3,85 metros y la distancia entre ejes de 2,55.