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Medio millón de Euros en el garaje (y IV)

Maybach 57 S

El propietario de un Maybach va sentado en el asiento trasero. Por definición. Si le gusta conducir, no se le ocurrirá ponerse al volante de un Maybach, por más que tenga 600 CV de potencia y una fuerza capaz de arrastrar un tren. No. El dueño de un Maybach bien podrá tener en el garaje un Mercedes-Benz SLR McLaren , o cualquier otro deportivo, para disfrutar, quizá en su circuito particular. En el Maybach irá de señor, con un cojín de hilo de oro en los pies, descalzo. Probablemente no lo conduzca nunca.

Desde atrás, en diagonal al conductor para bajar siempre por el lado de la acera, puede desplazar el asiento delantero, con los mandos situados en la puerta, a su derecha. Con otro botón, también pude variar la posición de su asiento, para dar mayor o menor inclinación al respaldo. Sitio para estirar los pies hay de sobra. La piel de los asientos, los materiales de las puertas, el tapizado de los techos es de calidad excepcional. Ambiente de lujo para el trayecto diario.

Entre los dos asientos están las repisas con los vasos y las copas de champán. Equipo de música, dos luces de lectura de mapas para leer sin cansancio durante la noche, un paraguas de lujo en el maletero y una pantalla en el respaldo de los asientos delanteros para ver películas o el navegador. Unas ventanillas con cristales muy gruesos de serie (en el caso de que no vayan blindados) aísla muy bien del ruido exterior. La suavidad del motor y el aislamiento acústico hacen el resto. Con el motor al ralentí es casi imposible percibir si el motor está en marcha o apagado.

Desde el asiento del conductor, el Maybach pierde encanto. Para que funcione hay que hacer lo mismo que en el resto de los coches, acelerar, frenar y girar el volante. Una ordinariez. El atractivo está en no tener que conducirlo.

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