El problema no es dejar medio millón de euros en el garaje, solos, sin vigilancia. Bueno quizá sí lo sea, pero no es el único. El mayor problema es dejar el medio millón de euros en una caja que mide 5,73 metros de largo y dos de ancho, que no cabe en ninguna de las plazas de garaje para coches «normales» que hay por el mundo.
En km77.com hemos tenido un Maybach 57 S. Casi tres toneladas de peso, más de 600 CV y un par máximo de 1000 Nm. Lo hemos tenido durante dos días, una noche. Lo hemos conducido casi todos los redactores y yo lo he llevado durante la sesión de fotos. El mayor alivio ha sido devolverlo, porque no es nada fácil tener un coche así. En la más ancha de nuestras plazas de garaje no cabía de largo. Si lo aparcábamos, no dejábamos salir al coche de la plaza vecina.
Me lo llevé a un aparcamiento público. Antes de colocarlo en ninguna plaza hablé con el vigilante, le conté que era periodista y que era un coche para un reportaje, muy caro, de medio millón de euros, que por favor me dejara aparcarlo en un lugar cerca de la garita para que pudieran vigilarlo durante la noche.
Lo rescaté a la mañana siguiente sano y salvo y nos fuimos a hacer fotos. José Antonio, el fotógrafo, trabajó con la intensidad de siempre. La concentración se le nota por lo fuerte que respira cuando piensa. Y por las carreras que se da. Aquí está en pleno trabajo:
Esta foto me la hizo él. ¿Quién si no?
La podríamos titular «Medio millón de Euros en apoyo» . Desde dentro, no me daba la sensación de que el coche se inclinara tanto. El Maybach 57 tiene un botón con tres posiciones para regular la dureza de los amortiguadores. Por carreteras con buen asfalto, la diferencia entre las diferentes durezas apenas se nota. La carrocería balancea siempre igual. Aun así, la estabilidad es muy buena. La mayor dificultad en carreteras estrechas con curvas es su tamaño, no su estabilidad.
Contaremos más cosas sobre el Maybach. Aquí y en km77.com (KaEme, como le llaman muchos periodistas, según me dicen).
En la M-30 (primer anillo de circunvalación a Madrid) un grupo de jóvenes en un Ford Focus naranja (quizá fuera ST, pero no puedo asegurarlo) fueron a mi lado durante un buen rato. Yo los veía por el rabillo del ojo, sin despistarme. Antes de desviarse, el conductor hizo sonar la bocina suavemente. Le miré un instante. Con gestos ostensibles y una amplia sonrisa decía que me lo cambiaba.
Espero que tuviera una buena plaza de garaje.