Bajo de casa y estoy en el centro de Madrid, repleto de personas detenidas en la acera de cualquier cruce de calles, con un mapa en las manos, el cuerpo y la mirada en diagonal.
Pregunto: May I help you? o Vi posso aiutare? Alguna vez también en español.
Las reacciones son bonitas. La sorpresa inicial se da siempre.
La duda, el análisis de la situación se resuelve con rapidez. Desconfían siempre y contestan con rapidez. El «no, gracias» es tajante, casi inmediato. El sí, más elaborado.
Cuando van en grupo, el sí suele ser la respuesta, incluso precedido antes de algún no. Nunca es sí. Es buscamos esto, o dónde estamos.
No soy capaz de hacer un análisis por sexo. Sí que sé que es normalmente frecuente que me encuentre con grupos de mujeres, de cualquier edad, y es poco frecuente hombres que viajen en grupo, salvo si son chicos jóvenes.
La gran mayoría se deja ayudar. Me gusta hacerlo. A continuación, cuando se relajan, en ocasiones me preguntan por sitios para comer bien. No sé responderles porque requiere más tiempo. Nunca sé sus presupuestos ni qué buscan. A veces me demoro e intento aconsejar.
No me resulta violento preguntar. Estoy acostumbrado. Me parece divertido. A algunas personas les molesta que les pregunte. No tengo duda. Me meto donde no me llaman. Algunas lo agradecen enormemente, porque están desorientadas y no se atreven a preguntar por el motivo que sea.
Me gustaría saber cómo se van a sentir antes de interrumpir. Mi impresión, después de indicarles el camino y de irme tranquilamente, es que no se creían que alguien les preguntara para ayudarles sin más, que no era para pedirles una propina o para robarles la cartera.
El otro día me respondieron «No».
Respuesta errónea. Sí le podía ayudar.
Yo lo hago algunas veces. Pero es normal que la gente desconfíe; a mí también me han preguntado alguna vez, y lo primero que he hecho es mirar al «voluntario» a ver si me daba buena impresión o no. También depende del sitio en el que esté.
Pues cuando me he ofrecido a ayudar a algun despistado siempre me han aceptado, aunque claro, siempre han sido españoles.
Salu2!!;)
Hace unos meses, en Londres, una mujer que yo diría tendría más de 70 años (y con unos ojos azules realmente espectaculares) se ofreció a ayudarnos a mi novia y a mí. Supongo que la estampa de dos turistas con sendas maletas y un enorme mapa abierto la enterneció. Nos sirvió de mucha ayuda y por añadidura hizo que nuestros prejuicios del carácter de los ingleses cambiasen nada más bajar del autobús.
Saludos.
Es ud. un ciudadano ejemplar. Que bien, es un buen ejemplo.
Dos preguntas, si tiene a bien responderlas: ¿desconfïa generalmente de los ofrecimientos altruistas? y ¿se considera turista o viajero? ¿En que circunstancias se sentiría uno u otro?
Tómese un bocata de calamares a mi salud y en detrimento de la suya 🙂
Me ha gustado mucho esta entrada, me ha alegrado. Pienso que flota un descontento malhumorado que afecta a la mayor parte de la población. Nos hemos vuelto desconfiados, recelosos, temerosos. Vemos una amenaza oculta en todos los sitios. Todo parece ser potencialmente dañino. Todos somos delincuentes presuntos que tenemos que demostrar nuestra bonhomía a cada instante.
Si nos acercamos a unos adultos para preguntar una indicación, tenemos que abordarlos de tal manera que no piensen que vamos a robarles. Si en un parque a un niño se le escapa la pelota con la que juega, no se la devuelves no sea que alguien piense que buscas algo patológico con el niño. Si es una mujer, raro será que no piense que quieres violarla.
Tanto amarillismo periodístico, tanta víscera de titular, tenemos una población alarmada, crispada y al acecho.
Con lo fácil que es vivir y lo raro que lo hacemos.
JM
Muchas gracias por el artículo Javier. Aunque no puedo ser muy objetivo porque me recuerda usted muchísimo a un excelente amigo, tanto por lo socialmente ejemplar de su comportamiento, como por su posterior análisis siempre tratando de entender y explicar todo lo mejor posible.
Recuerdo que hace algunos años cuando vivía en un piso de estudiantes también me pasó algo relacionado con el comportamiento social y la seguridad. En la cola de un supermercado, cuando al llegar mi turno me disponía a pagar, me fijé de que lo que sujetaba bajo el otro brazo junto a la carpeta no era un libro sino una tableta de chocolate. Sorprendido, exclamé un «¡lo siento! sin elevar la voz y entregué la tableta a la cajera. -«Mira qué majo» dijo la señora de al lado. Pero, y esta es la cuestión, el resto de la fila se calló. Está claro que algunos se callaron por timidez, y otros porque no se enteraron, pero… ¿se callarían algunos también porque pensaron que yo «no había sido muy listo»?… Al llegar a casa se lo comenté a las tres chicas y al chico que compartían piso conmigo, e inmediatamente una o dos personas también pensaron que yo «no había sido muy listo»… (¡Qué tontas! ¿verdád?). El caso es, y este es el primer dato, que tras varios días dándole vueltas al asunto llegamos a la irrefutable -universo muestral de cinco compas y cuatro amigos- conclusión de que alrededor del cincuenta por ciento de la población hubiese actuado como yo, lo que significa que el otro cincuenta por ciento se hubiese quedado la tableta sin decírselo a la cajera. Además, y este es el otro dato, cada cincuenta por ciento pensaba que prácticamente todo el mundo era como ellos; es decir, que los que hubiesen devuelto la tableta argumentaban que «los que roban» son solo unos pocos, y los que se la hubiesen quedado decían que prácticamente nadie la hubiese devuelto.
Un saludo.
Es una entrada que va muy bien para robarle la cámara o la cartera a alguien.
O para ligar, o lo que sea. El caso es sacar algún beneficio.
May I help you? Pues toma, te pego el palo.
Personalmente soy partidario de la selección natural. Un tipo con cara de despistado y un mapa en la mano en mitad de la calle, o bien no es un tipo muy listo (más bien es imbécil), o bien proviene de alguna sociedad en exceso inocente.
El caso es que es una víctima casi segura de cualquiera.
Por lo tanto, es un tipo que merece alguna lección de seguridad ciudadana.
Son los típicos que caen víctimas de las típicas niñas rumanas muy monas y simpáticas que piden firmas para ayudar a minusválidos y tal… que vienen 3 ó 4… y cuando el turista está firmando… plas, le birlan la cartera.
A ver si se espabilan, hombre, se quejan de falta de seguridad ciudadana, pero vienen con un cartel en la frente que dice «soy tonto, róbame».
Como ven, no soy partidario de ayudar a nadie que no lo pida. Si quieres ayuda, mínimo esfuerzate en pedirla.
Opino que ofrecer al que no pide no es de buenos ciudadanos, ni de malos ciudadanos. Simplemente, es de memos.
Pero, por supuesto, es sólo mi opinión.
Prosigo…
Los cacos tienen en vosotros unos grandes colaboradores.
En eso los guiris son como las palomas (esas sucias ratas voladoras), les acostumbras a que los humanos son buena gente que a veces les echan miguitas… se acercan confiadas… y una vez, esos amables humanos resultan ser de la brigada municipal encargada de masacrar por motivos sanitarios unos cuantos cientos de ellas.
Oh my god!, qué buena gente hay en este país, que nos ayudan sin pedirlo…! qué simpáticos!…. uy, mira ese señor nos está haciendo señas de que llevamos una rueda pinchada… qué amable… vamos a parar aquí en el arcén de la autopista, uy, y él también se baja… nos querrá ayudar…. qué majo…
(toma, bolso y cámaras fuera… o directamente sin coche. Por inocentón. Por creeros que todos son como aquel chico del «maiaigelyu»).
Los ladrones de autopista tienen mucho que agradeceros.
Es paranoico pensar que todo el mundo procura causarnos algún mal. Sociedad patológica, infeliz, desconfiada.
Creo, por otro lado, que latitudes a parte, esto es propio de las grandes concentraciones urbanas, creo que las pequeñas poblaciones resultan más humanas.
El progreso no parece posible sin grandes concentraciones.
¿El progreso produce desconfianza?. ¿Homo homini lupus?.
Ya tiene para otra entrada, Sr. Moltó.
JM
Lea usted algo sobre la novela picaresca, y verá que este tema no proviene del progreso, sino de la propia naturaleza humana, y se desarrolla principalemente cuando en en un mismo lugar físico coexisten unos seres que disponen de lujos y los muestran sin una mínima precaución, con otros seres que apenas disponen de nada.
Cuando todos somos moderadamente ricos, todos somos buenos.
Cuando todos somos rematadamente pobres… todos nos ayudamos.
Cuando muchos no disponen de un mínimo mientras otros tenemos de sobras, empieza a desaparecer esa bonhomía.
Por cierto, ni patológico, ni infeliz… desconfiado, bastante.
Algunos acusaban de algo parecido a Casandra: «anda, anda, serás desconfiada… tá claro que los griegos nos han regalado el caballo porque en el fondo son buena gente».
Veo que su pensamiento se sustenta sobre la novela picaresca, el manifiesto comunista y el pesimismo antropológico.
Vaya revoltijo.
JM
Y Homero, no olvide usted a Homero.
Por cierto: comunista será su tía de usted… (con perdón).
Como dijo otro… el Marxismo es una ideología totalmente respetable… siempre y cuando nos estemos refiriendo al de Groucho Marx.
El otro es una patraña.
¿Homero el rapsoda griego u Homero el vómito amarillo de Matt Groening?.
JM
Ambos son buenos referentes.
Aunque Homer (la o la usan sólo en latinoamérica) me parece, en el fondo, mucho más sabio.
Emprendeitor, un tipo con cara de despistado y un mapa en la mano no es un imbécil. Es un tipo que busca llegar a un sitio y no sabiendo cómo, opta por consultar un mapa, que para eso sirve.
Mire casualmente ayer una pareja de guiris, mapa en mano, me preguntaron una dirección. Se lo dije lo mejor que pude. Eso si, no llego al nivel altruista de presentarme voluntario a ayudar. Tanto por què a veces la gente de se lo toma mal, como se piensa que eres un caco o algún tipo se psicopata.
La única excepción para que me presentase voluntario sería que fuese una pedazo de hembra del norte sóla y desvalida. Sino que es espavilen! Y sino que apliquen el dicho: preguntando se va a todas partes.
Chestor… el del mapa, que lo consulte mientras está sentado en la cafetería, o en un sitio más discreto.
Un guiri, con cara de guiri y con un mapa abierto en plena ciudad, es como un ciervo con una diana en un Coto de Caza.
Suscribo lo dicho por Joan de la guiri.
Pero ya decía yo en mi primera aportación, que lo correcto y adecuado es ofrecer ayuda siempre que se pueda sacar del/la guiri algo a cambio (una cámara de fotos, la cartera, un kiki…).
Y es que me parece una descortesía ofrecer ayuda sin pretender sacar nada a cambio.
Aunque bien pensado se me plantea un dilema… porque tampoco me parecería correcto ejercer una competencia desleal para con nuestros entrañables cacos.
emprendeitor, no sé si usted no viaja nunca, o tiene memoria fotográfica. Si es lo primero, le animo a que lo haga, y si es lo segundo, me da envidia (porque puede aprenderse un mapa al centímetro, sin que se le olvide ni una sola calle).
No es eso.
Es que mi mujer me prohibe sacar el plano. Si se puede doblar y consultar de un vistazo como el que no quiere la cosa, vale. Si no, si hay que meterse en un bar cada 100 metros para consultarlo, se mete uno. Pero el plano desplegado en la calle, ni-de-co-ña.
Es la conclusión de haber crecido en la ciudad. No hay que dar muestras de debilidad. Es como en la sabana. Los leopardos atacan a las gacelas que visiblemente están más débiles.
No des muestras de debilidad, porque van a ir a por tí.
Dos tipos van por la sabana y se cruzan con un león… uno de los dos se agacha y se cambia rápidamente sus botas por unas zapatillas deportivas. El otro le dice «que te crees tú que así vas a correr más que el león». El primero responde «no me hace falta correr más que el león, me basta con correr más que tú…».
Pues es parecido. Hay cacos que están ojo avizor. Mejor que elijan otra víctima que parezca más pardilla.
El recelo como leitmotiv cotidiano de nuestros actos es lo que convierte a un individuo normal en la clase de desecho social que hace insoportable la coexistencia pacífica.
Por si fuera poco, sumen el razonamiento perverso de que la muestra de debilidad es el acicate plausible para el abuso futuro y me doy cuenta de que, en algún momento, el límite máximo de indeseables que soy capaz de soportar se sobrepasó. Me debí despistar. Nunca he soportado a los que se aprovechan de la debilidad ajena. Soy totalmente intolerante con esos. Los que así piensan me merecen el mayor de los desprecios.
La semana pasada, paro a comer en el area de Logroño. A la salida, una rueda con un navajazo en el flanco. Mientras espero la grúa, se me acercan unos ingleses que habían tenido también pinchazo, se les acercaron 2 simpáticos señores diciendo lo de «May I help you?», les ayudaron a cambiar la rueda y les limpiaron todo el equipaje, incluyendo money y pasaportes.
Yo tuve mucha suerte, ya habían hecho el negocio y sólo tuve que tardar el doble en el viaje por lo de la rueda de repuesto de emergencia.
Así que lo que dice Emprendeitor me resuena que no veas. Ofrecer ayuda sin ser pedida lo encuentro una falta de respeto. Quien necesita ayuda, la pide.
Pues yo sigo sin entender su aversión a consultar un mapa en la calle. Por su razonamiento de que la gente se aprovecha de usted sí o sí, es posible que los camareros de los bares que cada 100 metros visitaría usted le quisieran clavar un extra por guiri.
Aunque entiendo la actitud defensiva de muchos, sigo de acuerdo con el comportamiento del Sr. Moltó por varios motivos. Algunos de los que no lo están quizás no hayan considerado la posibilidad de que al indicarles la dirección correcta y permitir que guardaran el mapa, el Sr. Moltó evitó que les robaran un poco más tarde. Incluso puede que el futuro ladrón, viendo que no había trabajo, pensara en poner una tienda de mapas.
Si realmente no necesitaban la ayuda, la molestia de rechazarla no me parece muy distinta de contestar la hora a quien nos la pregunta. No me parece una falta de respeto. A quienes sigan sin estar de acuerdo les animo a que lo prueben empíricamente. Ofrezcan su ayuda, elijan, si pueden, a la persona más atractiva, y cuéntennos después cómo les fue. Cómo de buena o mala fue la experiencia. Vaya como vaya, les deberé una por haberse atrevido a intentarlo.
A mí me gusta ir por mi ex ciudad como un turista despistado. Hay quien se inquieta si va conmigo, con una neurosis semejante a la de Emprendeitor (no soy psicólogo, quizá neurosis no sea la palabra adecuada). Pero nunca he tenido ningún problema. Se puede ser turista y feliz sin ser tonto. Se puede abrir un mapa sin descuidar la cartera. Me resultaría muy agobiante vivir en estado de perpetua sospecha, aunque yo también he crecido en una ciudad y no pequeña. Ahora bien, esto no es una lección. Es mi caso y lo que me va bien. No hay conclusiones ni lecciones, por lo que a mí respecta.
Cuando estuve en Noruega me sorprendió no «inútiles» que resultan allí los mapas. Tan pronto despliegas uno ante tí, no transcurren más de 30 segundos antes de que un amable lugareño, te aborde con la única intención de ayudar.