Tenía yo 12 años cuando volvía un día a casa entusiasmado.
— ¡Papá, papá! He visto una jugada en un partido de tenis (al lado de casa) que no la hubiera hecho ni Manolo Santana.
Mi padre parecía tener la respuesta preparada.
— Claro —me dice—, yo también he hecho jugadas que Manolo Santana no hubiera hecho nunca.
Le miraba atónito. No me podía creer que mi padre se creyera que hacía jugadas mejores que las de Santana, el mejor jugador de España y uno de los mejores del mundo.
— Lo que pasa es que al revés sucede mucho más a menudo. Santana hace muchísimas más jugadas que yo no soy capaz de hacer y nunca seré capaz de hacer.
Mi padre, como su hijo, no es un ser humano especialmente inteligente. Pero en ocasiones piensa bien. Aquí estuvo rápido.
Lo recuerdo ahora porque hace tiempo que me planteo que deberíamos buscar sistemas de organización sin líderes. Por muy buenas jugadas que haga el mejor líder, entre todos los demás somos capaces de hacer muchas más jugadas mejores que las suyas. Por muy bueno que sea el mejor científico, entre todos los demás somos capaces de tener ideas que le pueden servir. Por muy bueno que sea un periodista…
Una sociedad adulta no debería necesitar líderes. Tampoco a nadie que la dirija. Necesitamos hacernos pensar unos a otros y tener mecanismos de decisión suficientemente rápidos, para no depender de un cerebro o de un conjunto de cerebros limitado. Supongo que ese es el reto de la humanidad. El poder ejecutivo no debería concretarse en un presidente de gobierno y unos ministros. Esa es una organización del pasado, en la época de internet. Necesitamos sistemas sociales P2P, desestructurados, matriciales, en red, sin fronteras. El reto es organizarlo y que sea eficiente.
Sin líderes y sin fronteras, las personas se podrán organizar por grupos para configurar diferentes Estados y pertenecer a varios. Con los afines en materias laborales se organiza el Estado del trabajo y con los afines en asuntos de vida social, otros Estados. Tenemos que encontrar soluciones para que no sea necesario referir los Estados a un territorio físico. Los Estados serán redes flexibles, supongo que con estructuras supraestatales para garantizar el orden de unas mínimas leyes comunes, el máximo denominador común, de todos los diferentes Estados.
La idea no es crear castas, sino redes. Redes de civilización.
No habrá ni españoles, ni franceses, ni libios. No sé si habrá selecciones de deporte. Y no sé si ese obstáculo puede ser insalvable.
Seguramente sea más difícil superar el problema de las selecciones que la gestión de elementos directamente relacionados con el territorio y la convivencia, como el agua, el tráfico, o la policía.