Un periodista le decía al otro cuando me acerqué a saludarles:
— Lo que no puede ser es que un físico haga de periodista. No puede ser que sea él quien cuente las cosas.
— ¿Por qué?— me atreví a preguntar ante la contundencia de la afirmación.
— Porque los que hemos estudiado periodismo tenemos que defender lo nuestro. Igual que nadie puede operar si no es médico, nadie debería poder hacer de periodista si no tiene el título.
— Ya. ¿Tiene sentido que si yo quiero que me opere a mí alguien que no es médico el Estado lo prohiba? ¿Tiene sentido que si yo quiero para mi cuerpo que me opere un veterinario que el Estado lo prohiba? ¿Tiene sentido que si yo quiero que me defienda en un juicio alguien que no es abogado el Estado lo prohiba?
— Pues claro, si no esto sería jauja. Cada uno podría hacer lo que quisisera.
— ¿Y por qué no va a poder hacer uno lo que quiera cuando se trata de su cuerpo, de la defensa de su libertad o de la información que lee? Por qué no puedo decidir yo como lector leer a quien me dé la gana, como paciente a la pesona que me opere y como ciudadano al abogado que me defienda?
— Por que la ley no lo permite.
— Ah, claro. Lo que yo propongo es que cambie la ley. Si dejamos que el Estado, la mayoría de la sociedad, decida por nosotros qué nos conviene más para nuestros asuntos particulares, les damos legitimidad para que cualquier día decida qué novio o novia nos conviene, con quién podemos casarnos y con quién no, qué religión debemos tener, qué estudios y qué carrera debemos realizar…
— No, no. Eso es diferente.
— ¿Por qué es diferente?
— Porque lo es.
En pleno siglo XXI, con esta facilidad de optar por alternativas que nos da internet, queremos defender nuestros privilegios limitando la posibilidad de decidir del resto de los ciudadanos. Queremos conformar la sociedad mediante leyes en lugar de adaptar las leyes a los requerimientos cada vez más diversos de una sociedad heterogénea.
Yo nunca estudié periodismo. Tampoco medicina. Pero haré de médico y de periodista cada vez que una persona mayor de edad solicite mis servicios. Hasta de abogado si fuera necesario.
Mi ejemplo de que el Estado limite a los adultos con quién casarse no es una ocurrencia extemporánea. En mucho lugares impide a los hombres casarse con hombres y a las mujeres casarse con mujeres. En España, de hecho, nadie se puede casar con dos mujeres ni con dos hombres. Así, porque a la mayoría le peta.