Ayer fui a uno de los «pre-estrenos» de la película «Los abrazos rotos». Me pareció una película vacía y mira que está llena de contenido.
Uno de los problemas de las tramas, cuando se producen demasiadas casualidades y coincidencias, es que cada secuencia y consecuencia se convierte en noticia, no en relato. Cada acto de amor, de venganza, de envidia… requiere normalmente de una película para ser explicado, para que nos creamos que al personaje le sucede lo que le sucede, vive como vive y decide como lo hace.
En este abrazo roto, lo que está roto es la película. Esta forma de unir pedazos puede valer para una comedia, pero queda deslabazado, roto, cuando se pretende indagar en la vida de las personas.
No digo que no merezca la pena verla. A mi juicio, siempre merece la pena ver una película de Almodóvar. Ésta también. Me gusta Almodóvar. En sus entrevistas se advierte que mira bien, que percibe los detalles que tantas veces pasan desapercibidos y lo cuenta bien. En algunas de sus películas, esa capacidad es manifiesta.
Me parece muy difícil hacer cine. Esta película es un buen ejemplo. Almodóvar tiene el oficio y el conocimiento necesarios para hacer grandes obras. Lo demuestra muchas veces, en diálogos, en planos y en guiños. No basta con eso. Además hay que abrazarlo todo y convertirlo en una historia bien ligada, en la que el espectador pueda captar lo que sienten los personajes o entenderlos.