Cuando oigo un ruido habitualmente pienso si le sorprendería a Carlos V o no. Carlos V nunca oyó el abrir y cerrar de una cremallera, ni el pasar de las páginas de un libro impreso, ni el ruido de un mixto al prender. ¿Oiría alguna vez Carlos V el brindis de dos copas de cristal o tuvo que beber siempre el vino en recipientes metálicos o cerámicos?
En ocasiones voy en mi scooter ciudadana y pienso cuánto me hubiera dado Carlos V por darle la mía en exclusiva para él, para llegar a tiempo a la Batalla de Pavia, o para su viaje desde Laredo a su retiro de Yuste. De nada le hubiera servido un scooter por caminos de sin desbrozar. Pero sí una moto de campo. ¿Cómo serían los caminos de la Europa de aquellos tiempos?
En las novelas y escritos, apenas se habla de los ruidos. Algunos novelistas (pesados) se empeñan en describir los paisajes, las casas, y los vestidos, pero no recuerdo a ninguno que describa los sonidos. En algunos casos se menciona el gran ruido del mercado, o del pasar de los caballos. ¿Cómo sonaban las espadas de los Tres Mosqueteros? Por las películas nos hacemos alguna idea de cómo suenan las espadas que les ponen ahora, pero en el libro de Dumas, el autor no da indicios que permitan ni siquiera fijarse en eso. No es solo cuestión de Dumas. En general, el sonido está ausente de las novelas. Leo Fortunata y Jacinta, que transcurre por la calles en las que yo vivo por la actualidad, y soy incapaz de saber cómo sonaban la Plaza Mayor y las calles adyacentes hace 150 años. Ni siquiera sé cómo sonaban los pasos con aquellos zapatos sobre aquellos pavimentos. Lean este párrafo de Vargas Llosa de La Fiesta del Chivo. Todo lo que ocurre en él es ruido, todo está rodeado de ruido. Sólo hay ruido. Se podría haber escrito sólo como ruido.
Nos acostumbramos a los ruidos y no les prestamos atención. Las botellas de vidrio cuando se vacían y chocan en un contenedor, los motores de explosión, el neumático contra el asfalto, los aviones volando, la lavadora al centrifugar, la llave en la cerradura, los goznes de una puerta, el griterío del mercado, los voceros de los periódicos, la imprentas y telares.
Tenemos idea de cómo sonaba la música, pero no sabemos nada o muy poco de los sonidos de hace 500 años. Quedan sonidos iguales, pero la mayoría parecen nuevos.
Algunos sonidos son predecibles, al menos no sorprenden. O dicho de otra manera. Una vez suenan, parece obvio que corresponden a su origen. El sonido de dos botellas al chocar o al romperse, o el de dos copas de vino al brindar, o el de lavar la ropa en un fregadero. Son sonidos predecibles. Sería bonito, para aprender la teoría de conjuntos que me enseñaban en el colegio, que hubieran puesto elementos y sonidos y que al escuchar un sonido supiéramos a qué elemento corresponde y con qué operación intermedia (rotura, frotamiento, cocción, colisión …)
Me da la impresión de que cuando conocemos un elemento, podríamos deducir sin demasiado error qué sonido le corresponde, incluso sin haberlo oído nunca. No creo que un niño se sorprenda la primera vez que oye un vaso al romper, un plato o una botella. Es posible que se asuste, pero intuyo que lo reconoce (los padres podrán dar más información sobre esto).
Al revés, no ocurre. Es imposible pensar en una botella sólo por el ruido que produce cuando se rompe si uno no la ha visto nunca antes. Incluso cuando vieras la botella no tendrías por qué reconocer que ése es el elemento que ha producido ese ruido. (Hipótesis: La percepción de los sonidos y los elementos no está sujeta a relación biyectiva 🙂
No estoy seguro de qué ocurriría con el disparo de los cañones ni con los primeros motores de explosión. ¿Qué pensaban las personas la primera vez que vieron y oyeron un coche avanzar ante ellas? ¿Qué hubiera pensado Carlos V si hubiera oído un caza despegando, ya en el cielo, a sus espaldas, aunque antes hubiera leído que había aparatos voladores que corrían más que los pájaros más veloces? ¿Qué hubiera pensado si se hubiera girado y lo hubiera visto avanzar a esa velocidad? ¿Hubiera entendido que ese ruido estaba relacionado con ese monstruo volador? ¿Qué hubiera pensado si hubiera oído el repiquetear de una máquina de escribir, bajo manos expertas, y al acercarse hubiera visto un papel con un largo texto escrito sobre la mesa?
Carlos V era el Emperador, pero era muy pobre. No oyó los sonidos de la abundancia. Ni los coches, ni las motos, ni los aviones, ni las máquinas de escribir. Se enteró de que el ejército Imperial había ganado la Batalla de Pavia y que tenían detenido a Francisco I casi un mes después de que ocurriera. Nunca oyó el sonido de una llamada de teléfono. Desdichado.
Hay una película llamada «La Conversación» que es uno de los tratados sobre el ruido y los sonidos más alucinantes que hay. De hecho, asistir al proceso de postproducción de una película actual es una de las formas más alucinantes de asomarse a lo que supone el sonido en nuestra vida real y el poco caso que le hacemos, al menos a nivel consciente. Personalmente, siempre me ha fascinado el trabajo de los diseñadores de sonido en películas de ciencia ficción donde tienen que crear de la nada el sonido de cosas que nadie sabe cómo sonarían. ¿Un sable láser? ¿Un escudo de fuerza? ¿Sonarían siquiera? El caso es que a día de hoy todos tenemos interiorizado el sonido de los sables láser de Star Wars y «sabemos» como suenan.
Nuestros nietos escucharán cosas que a nosotros nos parecerían alucinantes y dejarán de escuchar otras (seguramente los motores de combustión) que a nosotros nos parecen «normales». Pese a estar relativamente extendidos ya, todo el mundo se sigue sorprendiendo cuando se sube a un Prius y se mueve sin hacer ruido, aunque sea unos pocos metros. ¿Alguno recuerda cómo sonaba un ordenador de esos de 512Kb (ventiladores, transistores, transformadores) y cómo suena a día de hoy una tablet (Nada)?
Saludos
Hola Javier y todos:
Algunos de nosotros perdemos a veces el tiempo a través de la plataforma audioboo creando las audiovinanzas que no son otra cosa que grabar algo con el teléfono y lanzarlo a audioboo y a twitter para que los demás traten de adivinar lo que es, algo similar a tus adivinanzas del retrovisor del coche.
Siempre fui un enamorado de los efectos especiales de sonidos, claro, por razones obvias, quizás en otra circunstancia me gustarían los efectos especiales de imágenes. De pequeño iba por los sitios grabadora en mano tomando escenas que después usábamos como efectos de sonido en una especie de radioteatros que creábamos (lástima de no conservar ninguno de ellos). Otros sonidos los creábamos artificialmente, plásticos para generar el sonido de un incendio colosal, granos de maíz golpeados con los dedos para crear pasos sobre la grabilla, etc.
Lo seguro es que cuanto más nos alejemos en el tiempo de la actualidad, menos ruidos podremos escuchar. Es muy posible que si pudiésemos ir al pasado, esa falta de ruido acabase por incomodarnos.
Otra cuestión es la música. Ahora tenemos música por todos lados, en todos los sitios hay música, en nuestros teléfonos, en las tiendas y grandes superficies, en el coche, en todos lados. Antes la música se escuchaba en el teatro si se tenía suficiente dinero para poder ir a tales sitios o cuando tú o tu madre o tu hermana cantábais al realizar cualquier trabajo.
Por cierto: en la época de Julio César en la vieja Roma, se prohibió el tránsito de carros en el centro de Roma durante el día, ya por entonces tenían problemas graves de congestión rodada y de ruido producido por las llantas de los carros sobre el adoquinado de las calles principales de la ciudad.
Un siglo después el poeta Juvenal escribía quejándose amargamente del tremendo ruído que condenaba a los romanos a un insomnio perpetuo.
Así que vemos que las cosas siguen siendo iguales pese a que hoy nuestro mundo es mucho más ruidoso que antes.
Salud.
Detesto que ciertas cadenas de radio sigan en pleno siglo XXI sin emitir en estéreo en la FM, Cadena SER por ejemplo.
De Cien Años de Soledad de Garcia Marquez para explicar la primera vez que una señora ve de un tren:
-Ahí viene -alcanzó a explicar- un asunto espantoso como una cocina arrastrando un pueblo.
En ese momento la población fue estremecida por un silbato de resonancias pavorosas y una
descomunal respiración acezante.
Un poco mas:
Deslumbrada por tantas y tan maravillosas invenciones, la gente de Macondo no sabía por
dónde empezar a asombrarse, Se trasnochaban contemplando las pálidas bombillas eléctricas
alimentadas por la planta que llevó Aureliano Triste en el segundo viaje del tren, y a cuyo
obsesionante tumtum costó tiempo y trabajo acostumbrarse. Se indignaron con las imágenes
vivas que el próspero comerciante don Bruno Crespi proyectaba en el teatro con taquillas de
bocas de león, porque un personaje muerto y sepultado en una película, y por cuya desgracia se
derramaron lágrimas de aflicción, reapareció vivo y convertido en árabe en la película siguiente.
El público que pagaba dos centavos para compartir las vicisitudes de los personajes, no pudo
soportar aquella burla inaudita y rompió la silletería. El alcalde, a instancias de don Bruno Crespi,
explicó mediante un bando que el cine era una máquina de ilusión que no merecía los
desbordamientos pasionales del público. Ante la desalentadora explicación, muchos estimaron
que habían sido víctimas de un nuevo y aparatoso asunto de gitanos, de modo que optaron por
no volver al cine, considerando que ya tenían bastante con sus propias penas para llorar por
fingidas desventuras de seres imaginarios.
Lo que se oye se «siente» más que otros estímulos perceptivos, si nos atenemos a las lenguas de origen latino: se dice «sentir» por «oir» al menos en castellano, en catalán, en portugués, en francés, en italiano…
Así que el ruido, en efecto, o el sonido, si queremos evitar el significado de ininteligible atribuido al ruido, es muy importante. Su relación metonímica (el todo por la parte) con sentir quizás se deba a que el oído es el sentido menos limitado por la dirección que comparten emisor y receptor (a diferencia de la vista), es un sentido de 360 grados.
El sonido tiene un indudable valor de alerta, pero los relatos se fijan en escenas y las escenas son por encima de todo visuales. Las artes plásticas, anteriores a la literatura, son visuales. El sonido es muy valioso, pero no tan descriptivo como la luz que llega a la retina…
Podrías, proponer, Javier, un concurso de relatos hechos solo de sonidos. Al fin y al cabo, Cortazar escribió esto y se le entiende perfectamente: “Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé!”
El texto de Cortázar es parte del famoso capítulo 68 de Rayuela.