Este fin de semana le he hecho 1100 kilómetros al Volkswagen Golf de km77.com. El Golf de los 100 000 kilómetros (y de este viaje inolvidable), ahora que hace muy pocos. Va por los 209 000. Lo conservamos porque es un coche que nos permite desplazarnos por los alrededores de Madrid para ir a recoger coches de prueba, o para ir a reuniones o… para lo que sea. Este fin de semana, que llovía, me lo he llevado lejos, a disfrutar y a conducir como antaño.

La última vez que lo conduje bajo la lluvia, las escobilla del lado del conductor ya estaba tocada.  (Es el limpiaparabrisas del que hablo en este vídeo) Examiné la goma y estaba rota. A esas horas del mediodía encontré un Aurgi abierto y me sorprendieron con la posibilidad de comprar únicamente la escobilla estropeada, la del lado del conductor. Me costó unos 15 euros. No sabía que podían comprarse por separado.
La compré, la instalé con el adaptador que suministram, y salí de viaje. Son escobillas adaptables a varios modelos de coche diferentes y cada una lleva un adaptador propio. Para el Golf VI lleva un adaptador que encajaba bien. En ciudad, en el atasco, el limpia barría correctamente, pero en cuanto salí a la autovía y puse el coche a 120 km/h la zona inferior de la escobilla no barría bien. No me molestaba y barría mejor que la escobilla vieja, por lo que lo dejé.

Lo dejé más o menos hasta el kilómetro 120 de mi recorrido, en el que una ráfaga de viento que llegó a la escobilla cuando estaba en su posición más cercana a la vertical, hizo que saliera volando. Me quedé sin escobilla, bajo el diluvio, con un camión recién adelantado, el cristal lleno de agua y el hierro rascando el parabrisas. Volví a mi carril mirando a través de la zona derecha del parabrisas, más o menos a ciegas, y acelerando para distanciarme del camión antes de encontrar un sitio para parar. Cuando por fin me paré (en un sitio seguro, entre uno y dos kilómetros después del percance) y di la vuelta, ya no encontré la escobilla. Habían pasado coches en dirección contraria y en la propia. Y por si fuera poco, veía más bien mal, por lo que quizá la escobilla estuviera en algún sitio, pero desde dentro del coche y sin poder darle al limpiaparabrisas, era imposible verla. Así no podía seguir el viaje.

Probablemente instalé mal la escobilla, aunque en el proceso de montaje sonó un clic que a mi juicio indicaba que todo estaba en su sitio. No lo sé. Salió volando por una ráfaga de aire. Nunca sabré si fue un mal montaje o un adaptador defectuoso.

Por una de esas fortunas del destino, para no perder tiempo, después de cambiar la escobilla metí la vieja dentro del coche y salí de viaje. Así que tuve una solución fácil. Coloqué la escobilla vieja e hice los 400 kilómetros que me faltaban hasta el destino. A los pocos kilómetros dejó de llover y llegué sano y salvo y con el parabrisas moderadamente limpio.

A la mañana siguiente fui al concesionario Volkswagen que hay en la Avenida de Roma de Tarragona, mi destino. En el concesionario me atendió un hombre amable que me informó de que antes sí era posible comprar una sola escobilla, pero que ahora únicamente podían adquirirse de dos en dos.

Las compré y el conjunto me costó casi 40 euros. Las cambié, me fui a comer a un restaurante y a la salida de la comida (calçots inefables) el cielo me regaló lluvia para que estrenara mi limpiaparabrisas nuevo.

¡Qué ilusión poder estrenarlo y qué placer que limpiara tan bien! Quería seguir conduciendo sólo para disfrutar el barrido de las escobillas nuevas. Era casi peligroso, porque miraba más el cristal que la carretera. Mi hermana, que venía conmigo en el coche, me dijo: «Te hace tanta ilusión estrenar los limpiaparabrisas como a mí estrenar algo de ropa». Quizá sesa cierto. Hubiera seguido conduciendo toda la noche para disfrutar la limpieza impecable de esos limpiaparabrisas nuevos. Como un niño.