Ford patrocina la vuelta ciclista a España y me invita un día a seguirla. Que te invite Ford a seguir la vuelta no significa que te pague los gastos, que también. Significa que te lleva donde nadie más te puede llevar. Te lleva, por ejemplo, entre los tubulares de los ciclistas en un Mondeo con el techo descubierto para que escuches el resuello de los escapados, que rebufan a tu rebufo.
Para llevarte entre los tubulares de los ciclistas, no vale cualquier conductor. Llevo muchos años pidiendo ser el chófer del director de la vuelta durante una etapa. Ahora sé que es imposible. A nosotros nos llevaba en el coche Antonio Sánchez, ex-ciclista del Amaya Seguros, Artiach y Saeco. Los conductores de otros coches también son ex-ciclistas mayoritariamente. Santi Blanco, Melchor Mauri, Dori Ruano…
Salimos de Vilanova i la Geltrú por delante del pelotón neutralizado. La respiración de los ciclistas pegada a nosotros. Antes de que se cumpla la hora de carrera, dirección hacia Igualada y Andorra, Antonio nuestro conductor dice casi para dentro: «¡Qué pasada. Cómo van!» No sé por qué se me ocurre pensar cuánto CO2 expulsaran a la atmósfera tantos ciclistas juntos. ¿Podrán respirar aire saludable en el centro del pelotón?
Después de la primera hora , mayoritariamente cuesta arriba, el promedio es de 42 km/h. El primer escapado del día fue el dorsal 77. Lo dijeron por Radio Vuelta. Su estirón duró unos metros. Luego se escaparon otros hasta que el pelotón aceleró el ritmo, se puso a toda máquina y corría en ascenso como si fuera bajada.
En el kilómetro 50, llega un puerto de tercera categoría. Al comenzar el ascenso se escapan dos ciclistas que cosen la carretera con su pedaleo. Cosen para los demás. Puntada a puntada, cierran como una cremallera el asfalto que se les abre por delante. Con su cadencia de máquina de coser dejan el hilo echado que los demás sólo tienen que seguir. Un pespunte de rabia sobre el asfalto, un ojal para alcanzar la fama en la meta. Punto a punto, con relevos largos, los ciclistas desconocidos se adelantan 15 minutos al pelotón, que viene, confiado, tirando del hilo de seda que bordan con sus cadenas sobre el tapiz negro estos dos chicos que saben que no llegarán y que mantienen la cadencia.
Su escapada es buena para nosotros. Los perseguimos, los adelantamos, nos paramos para hacerles fotos, los vemos por delante y por detrás, esperamos al pelotón, volvemos a recuperar el terreno, descontamos su ventaja y volvemos a contarla, subimos a un helicóptero, nos bajamos, repostamos, volvemos al aire, regresamos del aire… ellos siguen por delante.
Una hora en solitario, dos horas, tres horas. Bajamos del helicóptero, subimos al coche, entramos al Parador de Turismo de la Seu d’Urgell, comemos delante de la tele y allí siguen los dos ciclistas desconocidos, por delante del pelotón. Ya con sólo 3 minutos de ventaja.
A diez kilómetros de la meta el pelotón los engulle. Ya son otros los que cosen la carretera, los que la abrochan con sus pedaladas para abrir el paso a los demás.
Pronto se quedan sin asfalto. Nada que coser. Sólo olor a meta. El primero tira para romper, para ganar, sin estela. Por la tele ya no se oye la seda sobre los piñones, ni el resuello, pero se ven todas las distancias, los nombres, el orden.
Busco hoy en la prensa la crónica de la carrera de ayer. Quiero saber cómo se llaman los héroes de mi jornada VIP. Los hombres que me acompañaron asomado a la barandilla del coche y que me costaba encontrar perdidos como puntos en la carretera desde el helicóptero. No aparecen. Ni una línea de ellos, que llegaron a tener 15 minutos de ventaja y estuvieron casi cuatro horas destacados. El pelotón los devoró.
Sr. Moltó, sus hombres, sus costureros del asfalto, se llaman Cherel y Tschopp.
Estupendo artículo, pero encuentro ausente una referencia al esfuerzo brutal que es el ciclismo, esfuerzo como ninguno hay en el mundo deportivo. (Al menos eso creo).
No sé si se ha percatado de la similitud entre el movimiento de la pierna del ciclista y el movimiento de un pistón. Ese pelotón si que es un motor eficiente.
Deporte duro (para mi el más duro de todos) que pasa horas bajas pero que sigue resultando una fragua de gestas anónimas como la que Ud. relata. Resulta curioso que después de 200 kiómetros pedaleando, la gloria de la victoria se alcanza en los diez últimos kilómetros, dejando olvidadas todas esas escaramuzas de bravos ciclistas que se han dejado la piel en cada uno de los kilómetros anteriores.
Me ha gustado su relato y agradezco la aportación de su granito de arena para la reconstrucción de un grandísimo deporte y unos grandísimos deportistas.
Hola a todos.
Yo también creo que no está suficientemente reconocido lo duro que es este deporte. Aunque no tiene nada que ver con el artículo, me fastidia bastante el que otros deportes menos exigentes físicamente -aunque sean más rentables monetariamente hablando- estén mejor remunerados a nivel profesional.
Y el colmo es que siempre se les asocia al dopaje …
Saludos desde Zgz.
Doy fe de que este deporte es extremadamente duro.
Estuve 8 años corriendo (4 años simultaneamente con triatlón) y es tremendamente duro, hacer todos los días una barbaridad de km de entrenamiento, el sacrificio que requiere este deporte.
De hecho, es una temporada, llegue a los 45000 kilometros en un año, mas que con el coche jejeje.
Spike, desconozco a que nivel compitió, pero 45 mil kilometros en un año no lo hacen ni el 10 % de los ciclistas profesionales. La mayoría andan por los 30 mil… raro es el que llega a 40 mil kms.
Después de leer el artículo, hecho en falta la explicación de que sean ex-ciclistas los chóferes de los coches. Lógicamente estará relacionado con el conocimiento como ciclista, de velocidades, movimientos dentro del pelotón, distancias a guardar frente a ellos, etc. pero sería curioso conocer como conducen estos hombres, ya que ir a velocidades tan bajas en muchas partes del recorrido debe tener también su técnica.
Ráfagas, GTO.
En una ocasión tuve la suerte de compartir una comida con José Miguel Echavarri, y un invitado del patrocinador de su equipo por aquel entonces (Illes Balears).
Este invitado contó que él participaba en regatas de vela a nivel profesional, y que estaba acostumbrado a viajes moviditos en barco, y a pesar de ello, dijo que nunca más volvería a ir de pasajero en el coche de un equipo ciclista en una etapa de montaña.
En las bajadas de los puertos los coches luchan por no despegarse de los ciclistas, que van múcho más ágiles y rápidos. Sólo las motos son capaces de seguirles sin perder el contacto.
Supongo que los conductores son antiguos ciclistas porque saben mejor que nadie qué márgenes de seguridad deben tomar al rodar cerca del pelotón o a la par de otro ciclista.
Muy bonita crónica, gracias por contarla. Dejo el enlace al artículo de hoy de Carlos Arribas, que también escribe muy bien:
http://www.elpais.com/articulo/deportes/Cavendish/fin/elpepidep/20100910elpepidep_5/Tes
Muy buena crónica. Nunca se me hubiese ocurrido pensar en que los que van en los coches se paran a comer, se bajan, vuelven…
Peran, pues llegue a esa cifra en mi ultimo año, y fue la cifra total incluyendo entrenamientos y carreras, asi como el entrenamiento especifico de triatlon (mas enfocado a crono-crono escalada).
Eso ya fue con 22 años por cierto 😉
Pero lo cierto es que desde los 15 años no bajaba de 20000 minimo.