Hace unos meses estuve en la azotea de la factoría de Lingotto. En la pista de pruebas. Siempre quise subir y nunca había tenido la oportunidad. Esta vez tuve suerte. Subí en coche y grabé en video la rampa de subida y la llegada a la azotea. Son más de dos minutos, el tiempo que se emplea en subir la rampa. A mí me vale la pena ver cada columna.
Todo me parecía digno de ser fotografiado para el reportaje. La curva desde lejos.
Desde cerca.
Desde el suelo. Bajo mis pies se fabricaron millones de coches. Los probaban en esta pista. Pasaban por este asfalto, por encima de la cámara.
Hubiera dado mi cámara de fotos por dar una vuelta a la pista. A diez por hora. Imposible. Las bolas sobre el suelo impiden el paso. Desde la azotea se ve Turín. Pero no sólo.
La pinacoteca de la familia Agnelli.
La cúpula del antiguo despacho de Agnelli, hoy reconvertido en restaurante:
El edificio de oficinas, al lado de la fábrica,
Y la zona de las oficinas del jefe. Sergio Marchione.